Lunes, 13 de junio de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN LA CIUDAD DE SANTA FE, ARGENTINA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Para que despierte el Espíritu de Cristo en sus corazones, deben buscarlo verdaderamente y aprender con Él, así como Jesús, día a día, buscaba al Padre y con Él aprendía y crecía con perfección.

Antes de actuar, Jesús meditaba y sentía en Su Corazón la mejor forma de hacer todas las cosas. No había superficialidades en Él. No había una regla ni un sentido que fuera común en Sus acciones. Al lidiar con cada criatura que encontraba en Su camino, Él buscaba en Dios lo que ella necesitaba y, de esa forma, actuaba bajo leyes que no son de este mundo.

Las mentes humanas están aprisionadas a las reglas de este planeta y se cierran ante lo que llaman contradicciones, cuando, Dios mismo, hijos, para los seres humanos es una gran contradicción, porque Él ama las imperfecciones de los seres y, por más que muchos parezcan caminar velozmente hacia el abismo, Él nunca cierra las puertas del Cielo, con la esperanza de que, aún en la última hora de la perdición, las almas miren hacia atrás y se arrepientan del camino que tomaron, dándose a sí mismas la oportunidad de retornar.

¿Será Dios una contradicción permanente, hijos, o es la mente humana la que está distante de la Verdad y de las Leyes divinas?

Dios es Justo, pero al mismo tiempo aspira a derramar Su Misericordia y, ante el mínimo movimiento del corazón humano, entrega, incluso a los indiferentes y a los infieles, lo mejor de Su Reino.

Para llegar a ser un Cristo, deben amar la forma como el Padre actúa e imitarlo en todo. Deben extirpar de la consciencia la búsqueda permanente del error ajeno, para buscar en todo la oportunidad de ser misericordioso.

No les digo que dejarán de ser justos, porque la verdadera Justicia, que no es la de este mundo, está dentro del Amor Divino y solo desciende a la Tierra cuando los seres humanos eligen aprender por su intermedio.

Todo aprendizaje de sus corazones depende solo de ustedes mismos. Aunque les parezca incoherente, sus caminos son trazados por ustedes, e incluso Dios solo los observa antes de actuar.

La vida de cada uno podría ser más simple si verdaderamente se abriesen para unirse al Padre.

Hasta hoy, ustedes no conocen el poder de la Gracia y, por no clamar por ella, pierden la oportunidad de vivir lo que consideran imposible e inalcanzable. La Gracia está en las Manos del Padre, lista para ser vertida, pero la mayoría de los seres elige vivir sus imposibilidades que trascender las leyes humanas y vivir en este mundo con todo el potencial que, en verdad, contiene en su interior.

Muchos piensan que no alcanzan la cristificación porque traen cargas de esta vida y de otras que no son capaces de soportar y heridas que aún no pudieron curar, y así es, pero el poder de la Gracia disuelve el peso del pasado y cierra las heridas del corazón. La Misericordia de Dios es también el mayor antídoto de cura para los enfermos de espíritu, pero ¿quién clama por ella? ¿Quién cree en el poder de la Misericordia Divina?

Hijos, el servicio de ser un Cristo equilibraría no solo los errores del propio pasado, sino también los errores de civilizaciones enteras del universo, y es por ese motivo que están aquí, en este mundo, en este tiempo. Es por ese motivo que todo está disponible para que alcancen esa meta; pero si el poder de la fe no fuera mayor que las limitaciones de la mente, estarían siempre presos de sí mismos y de las cosas de este mundo, sin poder contemplar la Verdad y ser la Verdad misma.

Creían que es necesario ser muy fuerte para eso, sin embargo ustedes usan más fuerza para resistir al amor que para rendirse a él y vivirlo; usan más fuerza para mantenerse en la propia voluntad que para rendirse a la Voluntad de Dios; usan más fuerza para mantenerse en la ilusión que para descubrir la Verdad, porque la Verdad ya no se oculta para nadie, solo no la ve aquel que cierra los ojos para no encontrarla. Están haciendo más fuerza, hijos, para apretar con las manos las riendas de su vida, creyéndose controladores de sí mismos y de toda la existencia.

Abran las manos y déjense guiar. Abran el corazón y pierdan el miedo de amar. Reconózcanse ignorantes y déjense colmar de la Verdad. Reconózcanse imperfectos y no juzguen las imperfecciones del prójimo.

Reconózcanse también como hijos de Dios, criaturas con una posibilidad única de unirse al Padre, y búsquenlo, encuéntrenlo y vivan en Él. Procuren en Él las respuestas, la forma de ser, de pensar, de sentir. En humildad, digan: “¡Padre, aquí estoy!”. Y esperen escuchar Su respuesta, diciendo: “¡Hijo, ven a Mí!”.

Sigan hacia Sus Brazos y, desde allí, comiencen a vivir y descubran lo que verdaderamente es la Vida.

San José Castísimo