Viernes, 9 de noviembre de 2018

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

El alma que se consagra al Corazón de Cristo y se entrega al Plan de Dios, antes que nada, coloca a los Pies del Creador sus miserias y sus virtudes, rindiendo ante el Padre todo su ser para la transformación.

El alma que se consagra al Corazón de Cristo y se entrega al Plan de Dios es aquella que, reconociendo su pequeñez e imperfección, reconoce también la grandeza del Creador y sabe que, cuando el corazón está abierto, el Señor opera milagros dentro y fuera de los seres.

El alma que se consagra al Corazón de Cristo y se entrega al Plan de Dios es aquella que, en lo más intimo de su mundo interior, comprendió que la vida no tiene sentido si el espíritu no está colmado y que, en este tiempo, no hay plenitud sino en el cumplimiento de la misión espiritual de cada ser.

El alma que se consagra al Corazón de Cristo y se entrega al Plan de Dios, sabe que no existe el fracaso, sino las oportunidades de vivir la humildad, la confianza y el fortalecimiento de la fe.

Hoy el Creador los llama a un nuevo paso y a un nuevo ciclo para que sus almas se consagren, no para que sean perfectas, sino para que amen la Perfección que proviene de Dios y caminen en dirección hacia ella, creyendo en el milagro que el Creador hará en sus vidas cuando se dejen moldear por Él. Crean que un día ustedes llegarán a la perfección, porque retornarán al Padre.

Sientan que, para vivir este tiempo de unidad con el Creador, todo sacrificio es poco, toda entrega es pequeña y toda transformación es válida, aunque los haga quebrarse por dentro y por fuera y que, así, no reconozcan nada de ustedes mismos ni siquiera sus mejores virtudes.

Hijos, no hay nada más maravilloso para el Corazón de Dios que ver un alma que se consagra a Cristo y se entrega a su Plan, porque de esa forma estarán dando un paso más en el retorno a Su Corazón, a la Fuente de la cual partieron.

Al partir, ustedes dejaron en lo profundo del Creador una esperanza y, cada vez que dan un paso en su consagración, la esperanza de Dios se fortalece. Por eso, hoy, tornen plenos sus corazones, no solo con la alegría de sus espíritus, sino, sobre todo, con la alegría del Corazón de Dios.

En esta tarde, los Ojos del Padre derraman Gracias y Bendiciones sobre el mundo, porque Sus lágrimas son de regocijo.

Yo los amo, los bendigo y siempre les agradezco por confiar en el poder de la transformación y en los milagros que el Creador hará en sus vidas.

Su Padre y Amigo,

San José Castísimo