APARICIÓN DE CRISTO JESÚS GLORIFICADO EN EL OCTAVO DÍA DE LA SAGRADA SEMANA, EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

En el final de estos tiempos, estaré con Mi Corazón expuesto y Mi Mano de Luz extendida hacia quien la quiera tomar; así como lo hizo Pedro, cuando por falta de fe casi se ahoga en las aguas e, implorando por Mi Nombre, Yo lo ayudé y ayudé también a los demás apóstoles para que no tuvieran miedo, sino tuvieran fe en Mí.

Yo vengo, en este momento, bajo esta tempestad que están cruzando, en la que la barca parece ir a la deriva, en la que el planeta parece naufragar.

Yo vengo una vez más en la gran confusión de la noche, en la perturbación de las mentes, en la falta de sosiego de los corazones, para traer lo que les he prometido: la Luz de Dios y Su Amor Mayor que sostiene y vuelve a erguir a las almas para elevarlas a Dios, hasta Su Reino, hasta Su más Preciosa Morada.

Este es el momento en el que cada alma y cada corazón están ante su propio mar y océano desconocidos y deben caminar sobre las aguas a través de su propia convicción y fe, sin temerle a lo desconocido o a lo que no pueden controlar, para poder ser guiados por la fuerza de la fe y la luz inextinguible del Amor que Yo les irradio a los Míos, para que se animen a cruzar lo desconocido, lo que no es palpable, lo que no está bajo ningún control o poder.

Es así que Yo los invito, en este último día, a que se decidan a caminar sobre las aguas, con la experiencia de su propio caminar y de sus propios pasos, siguiendo las huellas de Luz que Yo dejo marcadas sobre los caminos y sobre los océanos, para que sus consciencias se fundan en la Presencia de Dios Padre, sabiendo que después de este aprendizaje en la Tierra, llegará el Paraíso que fue prometido desde el comienzo de Adán y Eva.

Así se volverán a unir los tiempos, los planos y las dimensiones, no existirá duda ni confusión, porque la claridad de Dios llegará a través de Su Sabiduría Divina, para dar entendimiento a los corazones que hayan perseverado en la fe.

Y cuando llegue esa hora y ese momento, momentos previos a Mi Retorno, todos los que hayan perseverado hasta el final Conmigo, comprenderán la razón y el motivo de haber vivido lo que vivieron, de haber experimentado lo que experimentaron, aun aquellas situaciones o los aprendizajes que les parecían incomprensibles o inaceptables.

Porque detrás de cada momento está el Amor de Dios, Su más silencioso y eterno Amor que sostiene al alma que se entrega a Él en confianza, que da vida a la consciencia y al espíritu a través de Su Divino Espíritu y que no permite que el alma que confía en Dios, a través de Su Hijo, se pierda en los abismos del planeta.

Pero algunos ya están caminando sobre las aguas y, de forma semejante y anónima, han padecido lo mismo que padeció Pedro, el apóstol: han dudado de su propia fe.

Pero Yo he venido aquí una vez más, de una forma inesperada y sorprendente, a enseñarles y sobre todo a entregarles Mi Amor, que es lo único que tengo y es lo único que quiero legarles y entregarles; porque desde el principio de la Creación de Dios, sus almas y esencias, y las esencias y almas de sus hermanos y hermanas en el mundo, llegaron con un tesoro precioso e interno para ser manifestado, que ustedes conocen como talentos.

Hagan brillar ese talento que existe en cada uno, busquen dentro de ustedes la revelación de ese talento de Dios.

No entren más en los conflictos o en las discusiones, en los juicios de valor o en las críticas; porque en verdad, en verdad les digo que están perdiendo el tiempo, el tiempo precioso, que es para Mí, en este ciclo final del planeta; porque como les dije en el propio Evangelio, Yo regresaré al mundo sin avisar y sin anunciarlo, porque el anuncio y el aviso ya fueron hechos desde los primeros tiempos.

¿Cómo estará su propia actitud ante ese gran acontecimiento?

¿En qué punto se encontrará su propio talento interior, que deberá ser ofrecido al Padre Celestial durante la hora marcada del Retorno de Cristo a la Tierra?

Quiero que vuelvan a mirar hacia adentro de ustedes de verdad; no sus miserias, sino sus tesoros que son los propios tesoros de Dios.

Cada uno tiene el don de Su Luz en su corazón, no dejen que ese don y esa Luz se apaguen, sino que esa Luz del interior de Dios resplandezca en ustedes.

Denle valor a lo que es espiritual, superior y evolutivo, tomando como base primera la Ley del Amor y de la Verdad.

Hoy, no responderé a más preguntas, pero llevo en Mi Corazón sus inquietudes e intenciones.

Sin embargo, vengo a responderles algo a todos, algo que ya saben, pero que necesitan imperiosamente recordar; de esto dependerá la continuación de Mi Obra en la Tierra, principalmente a través de sus corazones y vidas; porque los quiero a todos en la dimensión de Mi Amor Crístico, sin excepción.

Quiero darles la gran respuesta y decirles que se amen los unos a los otros, así como Yo los amo en este momento. Y para que ese amor que da vida y nutre el espíritu se haga presente, cure las heridas y reconcilie a los seres, es necesario vivir el perdón.

Quisiera que, a partir de hoy y por los tiempos que vendrán, cuando se den el saludo de la paz, que sea verdadero; así como Yo siempre les daré Mi Paz, no Me cierren la puerta a esto.

Por eso, Mi Corazón hoy está expuesto a ustedes y al mundo, y Mi Mano de Luz se extiende a cada uno de ustedes para poder tocarlos; para que, en este momento, reciban Mi Unción Espiritual.

Recíbanla.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Y así, lleven en ustedes el signo de Mi salvación: la poderosa Cruz del Redentor, a la cual los infiernos le temen y no hay mal que pueda soportarlo o resistirlo; porque el signo de Mi Cruz es la señal del Amor Vivo de Dios por las almas, por todos los pecadores.

Sus pecados hoy sean perdonados para que vuelvan a renacer en Cristo, por Cristo, su Señor, en honor a Su gloria y a Su Reino, por amor a Nuestro Padre-Madre Creador.

Por eso, salgan de esta Sagrada Semana con el corazón lleno del Amor de Dios, pero también con sus corazones vacíos, libres de cualquier incomprensión o de cualquier juicio, aferrándose al Amor de Mi Corazón Misericordioso y confiando en la promesa de Mi esperado Retorno, que no está lejos.

Pero cuando Yo vuelva, golpearé a sus puertas, los llamaré en sus casas, volveré a tocar sus corazones para recordarles que, el Señor, su Dios, que no es de Justicia, sino de Misericordia y de Amor, ha retornado.

Abre las puertas de tu corazón para que el Señor, tu Dios, vuelva a entrar en la esencia de tu ser y seas parte de la filiación eterna, recibiendo en júbilo y alegría el Retorno de Cristo; porque el mal ya no existirá, porque triunfará la Luz de Dios eterna e invencible, la Luz que proviene del Corazón del Padre, de Su centro regente de Amor, bálsamo inagotable para las almas, renovación y júbilo para los corazones, ennoblecimiento de los espíritus que creen y viven la Palabra de Cristo.

Cuando se amen los unos a los otros de verdad, en verdad les digo que finalmente serán libres de ustedes mismos y ya no sentirán el peso del cautiverio, de la dualidad o aun de la duda, porque quién cree en el Señor, su Dios, Rey del Universo, no perecerá, aunque parezca que las aguas lo ahoguen, que la tormenta lo golpee, que los vientos impetuosos lo derriben o que cualquier situación quiera disolver el Amor de Cristo.

Vean el ejemplo de San Pablo que, en su gran conversión y redención, de un miserable hombre fue convertido en un nuevo Cristo, nadie pudo retirarle el Amor de Cristo de su corazón.

¿Será que ustedes serán capaces de impedir que Mi Amor, el Amor de Cristo, su Señor y Redentor, se disuelva de sus corazones?

En estos doce años de Sagradas Semanas, les he entregado todo y un poco más, pero llegará el tiempo en el que ustedes mismos deberán dar cuenta a Dios y al universo, así como toda la humanidad; porque llegará el tiempo de que se decidan a ser Mis testigos, que el amor está primero en todo, primero en ustedes mismos y después en los demás; porque deben vivir en la nobleza de Mi Amor y en la Gracia soberana de Mi Espíritu que vengo a compartir con los Míos y con toda la humanidad.

Ya fue todo dicho, está todo consumado, ahora solo dependerá de ustedes y de cumplir Mi Voluntad.

Les agradezco a los que no le temen al Amor de Mi Corazón, a los que dicen sí, aun en las batallas, a los que están a los pies de la cruz como guerreros de la oración y de la Misericordia.

Que se eleven al Cielo todos los corazones.

Que las almas reciban la grandeza del Amor de Dios.

Que los hijos e hijas del Padre sean ungidos por Su Espíritu, para que la fuerza y el poder de la Gracia les conceda la superación y la concreción de la Voluntad de Cristo de ser Cristos del Nuevo Tiempo.

Que la paz colme los espacios y renueve todas las formas, especialmente los corazones más endurecidos.

Mi Amor siempre estará aquí, si ustedes Me lo permiten. Eso es lo que espero.

Les agradezco a todos los que han llegado aquí desde muy lejos para escuchar la Palabra del Señor, así como la escucharon en el Monte de las Bienaventuranzas, en la multiplicación de los panes y de los peces, así como escucharon en la Cruz a Cristo decir: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".

Que se cumpla el tiempo esperado de los que renacerán bajo la Gracia de la resurrección, por intercesión de Mi Santísima Madre, la Virgen María, y del Casto y Puro Corazón de San José, hoy presentes como testigos de este momento, del legado de Amor que fue entregado en confianza para cada uno de ustedes.


Adonai,
Te doy gracias por permitirme
estar aquí una vez más,
con Tus hijos de la humanidad;
 porque Tú Me has creado para esto,
para que Tu Amor infinito e invencible
viniera en auxilio de Tus hijos
y de Tus hijas de la Tierra,
para que todos, como pueblo de Dios,
reciban la Gracia de la comunión Contigo.

Amén.


En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:

El Maestro quiere deleitar Sus Oídos a través de una canción que todos cantan desde lo más profundo. Él quiere escuchar: “Tú eres el Rey”.

Y vamos, a través de esta canción, a acompañar la consagración de los postulantes a auxiliadores en gratitud a Cristo.