Sábado, 4 de junio de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES, ARGENTINA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Para que una nación se consagre al Plan de Dios, y las semillas de una nueva vida germinen en el suelo de la Tierra, no es necesario que todos los miembros de esa nación sean conscientes de esa consagración ni que estén adheridos a ese Plan.

Hijos:

Si unos pocos, pero verdaderos de corazón, entregan sus vidas a la concretización del Proyecto de Dios para la humanidad y, por medio del propio ejemplo, dejan en el interior de otros esa semilla del nuevo tiempo, muchos de los que están en la Tierra recibirán una oportunidad, y las naciones, como consciencia, podrán dar un paso rumbo a la evolución y al cumplimiento del arquetipo divino para ellas.

Por eso, una y otra vez les decimos que no es mucho lo que les pedimos. Lo que ocurre es que lo más difícil para el corazón humano es estar íntegro en su ofrecimiento y en total adhesión para cumplir con un único plan, el Plan de Dios, y no el propio.

Para que el Creador manifieste Su Voluntad, ella debe ser la única que reine en el corazón humano. Mientras los seres sean susceptibles a la voluntad propia y a las influencias que les ocasionan las voluntades ajenas, la Voluntad que es perfecta y divina no desciende al mundo.

Es necesario que en estos tiempos el ofrecimiento de sus vidas sea absoluto, que coloquen en el altar celestial sus almas y sus espíritus como ofrendas al Creador, para que Él haga de ustedes Sus instrumentos de conversión de la actual situación planetaria.

Para convertir la perdición absoluta de algunos espíritus y la rendición total de muchos a las fuerzas del caos, es necesario, hijos, que sean criaturas completamente disponibles para ser instrumentos del Padre Celestial y que, de esa forma, la potencia de la Luz, por sí sola, transforme la condición humana a través de la puerta de sus corazones.

Hoy, hijos, los animo a que consagren sus vidas a un propósito superior. Los invito a equilibrar la oscuridad del mundo con la luz de sus corazones.

Que cada momento de oración profundice en sus seres esa entrega y que ingresen, cada día más, en la comprensión de que están en este mundo por un propósito universal y no solo por la evolución personal.

Que la consciencia de la verdadera misión de la humanidad en este mundo los haga crecer y dar pasos en la propia entrega y transformación, como impulso para la entrega y la transformación de otros y, en consecuencia, de todo el planeta.

Yo los amo y los bendigo para que den pasos verdaderos en su misión que, en verdad, es la misión de todos, es la misión de Dios.

Su padre y compañero en la consagración de la vida,

San José Castísimo