Miércoles, 15 de junio de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL ÓMNIBUS ÁGUILA DE LUZ, DURANTE EL VIAJE ENTRE LAS CIUDADES DE SANTA FE Y CAPILLA DEL MONTE, ARGENTINA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Hijo:

Renace en espíritu todos los días, porque no habrá otra forma para que tu corazón, que aún es tan humano, soporte los embates de estos tiempos.

Disponte a levantarte y a recomenzar, renovándote a ti mismo ante Dios, renovando tu compromiso con Él y pidiéndole la Gracia de nuevamente ser recibido en Su Reino de Amor.

Dirígete en consciencia a la Casa del Padre todos los días. Por un instante, postra tu espíritu ante Dios y di: “Señor, aquí estoy. Concédeme la Gracia de persistir en Ti en el día de hoy y, si yo cayera, concédeme la Gracia de levantarme en el día de mañana”.

En una batalla, hijo, no se puede asegurar que los soldados permanezcan de pie y sin heridas. Aquel que lucha del lado de la Luz sabe que nunca será vencido porque, en verdad, es su Señor que es invencible en Su Amor y Misericordia.

Así como en toda batalla, en este mundo y fuera de él, los soldados caen, se levantan, sienten temor, son heridos, piensan en el pasado y en la vida que dejaron para estar allí. Llegan a veces al ápice de la muerte, pero al final de todo no habrá plenitud mayor que la victoria en Cristo.

Hijo, esa batalla será larga y difícil, porque no lucharás solo con el enemigo, sino también contigo mismo, porque no toda la materia que forma parte de tu consciencia está dispuesta a entregar todo por un propósito superior, a entregar incluso la propia vida, si así lo dispusiera el Creador.

Por eso, todos los días te pido que afirmes tu fortaleza en Cristo, para que cada día tu unión con Dios sea mayor que tus resistencias a entregarte a Él.

Ora, medita en la entrega de Cristo, medita en la grandeza del Padre y déjate impregnar por algo superior que te coloque ante tu pequeñez y te muestre cuán pequeño, en verdad, es aquel temor que te consume y cuán realmente grande e insondable es el Amor del Padre, del cual solo habías experimentado una gota.

En este mundo de tantas prisiones y de tantos estímulos para mantener a las consciencias aisladas de la Verdad, abre una ventana en tu pecho y contempla el Infinito, contempla la Creación y siente que eres parte de algo mayor, y que Dios tiene para ti algo mayor que esta vida.

La vida en la Tierra, hijo, es un trampolín para que des un gran salto y, a partir de ese salto, comiences verdaderamente tu experiencia como hijo de Dios. Ve los acontecimientos de esa forma y déjate elevar en ese trampolín celestial que representa la oportunidad que vives hoy de escuchar Nuestras palabras. Que ellas no vuelen con el viento, sino que resuenen dentro de ti y te lleven a una mayor comprensión y, en consecuencia, a una transformación verdadera.

Entra en Mi Corazón. Yo te invito a vivir en Mi simplicidad.

Tu padre de ayer y de siempre, Tu compañero de todas las eras,

San José Castísimo