Jueves, 25 de febrero de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE DIÁRIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Despierta la fe en tu potencial y en el Amor de Dios que hay dentro de ti, no para que te sientas orgulloso e insuperable, sino para que pierdas el temor de ser un instrumento de Dios y de servir a Su Plan sin condiciones.

Descubre la verdad sobre ti mismo, para que así dejes de buscar los caminos que no son para tus pies y que solo confunden a tu alma en el mar de las ilusiones de la vida planetaria.

Ve, con humildad, que eres un hijo de Dios y que no hay para ti otra herencia sino Su Reino y Su Poder; pero, para eso, sé tal cual un hijo de Dios y, vacío de ti, permite que el Señor manifieste Sus Obras y Sus Gracias en el instrumento de tu ser.

Hijo, ignoras tu potencial como criatura proveniente de la Fuente Divina porque el orgullo que habita en este mundo hizo que creyeras que las groseras ilusiones materiales son la gloria para ti, y que las verdaderas dádivas del Cielo serían inalcanzables.

La humildad, hijo, no es creer que las cosas de Dios no son para ti, por ser muy grandes. Lo que te hace pensar así es el orgullo milenario impuesto por el enemigo, para que las almas busquen perpetuamente la ilusión del mundo.

La verdadera humildad reconoce que todo lo que está en el Cielo es para ser compartido con todas las criaturas, porque  Dios no ambiciona, no guarda para sí. Él no proviene de esta Tierra.

La humildad, cuando está en la consciencia le permite reconocer que Dios está al alcance de los simples, solo es necesario estar vacío de sí y de los quereres del mundo para encontrarlo, y que Él se supera todos los días en Su Misericordia, al habitar escondido el interior de Sus criaturas.

Ábrete, hijo, a la verdadera humildad, que no te distancia de Dios, sino que te une a Él.

Humilde es aquel corazón que reconoce la grandeza de Dios y, con la frente en el suelo, agradece todos los días la dádiva de tenerlo dentro de sí y, así, lo busca y lo contempla, aspirando siempre a corresponder a Su Misericordia, queriendo siempre ser digno de tan majestuoso visitante.

Encuentra al Padre en tu esencia y pregúntale todos los días: ¿Qué quieres vivir en mí hoy?

Tu padre y compañero,

San José Castísimo