Jueves, 24 de marzo de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Nuestro Señor elevó el pan, lo consagró y lo repartió entre los Suyos; elevó el vino, lo transubstanció y lo repartió entre los Suyos. ¿Quién habrá comprendido este misterio en el cual Cristo toma para sí el sacrificio que se ofrecía con los animales? Misterio en el cual el Rey demuestra Su filiación con Dios, ofreciéndose a Sí mismo como Pan de Vida.

Comer el Pan Consagrado y transformado en el Cuerpo de Cristo es compartir con Él Su Sacrificio; es decirle a Dios que ustedes son un solo cuerpo y una sola sangre con Cristo, y asumiendo esta unidad con el Hijo, asumen también la filiación con el Padre.

Beber del Vino Consagrado y transformado en la Sangre de Cristo es aceptar seguir Sus pasos, recibir en la propia sangre los Códigos de Aquel que trajo el verdadero arquetipo de la vida en la Tierra; es aceptar en sí la genética de Cristo para abandonar los viejos patrones humanos, los que llevaron a la humanidad a la actual decadencia.

Aquel que comulga verdaderamente con Cristo se funde en el Hijo, como también en el Padre, y vive los Misterios del Espíritu Santo, aunque sin saberlo.

Podrán preguntarse: ¿Cómo comulgar verdaderamente con Cristo si la comprensión humana es tan limitada y el corazón tan imperfecto para abarcar ese misterio?

La reverencia ante la Eucaristía les dará un corazón humilde, y con un corazón humilde y simple podrán vivir lo que les digo. Jamás se permitan comulgar con Cristo de forma inconsciente, sin que el corazón participe en cada detalle de esa comunión y se deje inundar espiritualmente por ese misterio.

El Pan Consagrado toma vida y da sus frutos en el corazón fertilizado por la reverencia, por la humildad y por la fe. Si no es así comulgarán como Judas que, a pesar de haber recibido el Pan de Vida, no tenía el corazón dispuesto para recibirlo. Su corazón estaba deseoso de ver al Maestro glorioso para el pueblo y reconocido como un rey en la materia y, así, perdió la oportunidad de vivir los verdaderos milagros espirituales de la Presencia de Cristo.

Hoy, delante de Cristo, abran el corazón para las dádivas que el Señor les trae espiritualmente y no se aferren a la necesidad de que este momento tenga alguna instancia fenomenológica porque, si es así, jamás comprenderán la esencia de esta Obra, de la cual forman parte.

Su padre y amigo, este que los lleva a la verdadera comunión con Cristo,

San José Castísimo