Sábado, 13 de febrero de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE PARA LA APARICIÓN DE MARÍA, ROSA DE LA PAZ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS​​​​

Queridos hijos:

Para preparar sus espíritus para el Armagedón que se precipita en la consciencia planetaria, deben comenzar a asumir más seriamente su propio compromiso con el Plan de Dios, demostrando esa adhesión en las pequeñas cosas del día a día.

Mi adversario ya no los buscará más en las grandes dificultades, pues reconoce que el poder de la oración les permite estar en un estado interior de vigilancia, en el cual los grandes ataques se pueden percibir. Sin embargo, las brechas más insignificantes serán para todos las que romperán las estructuras que parecían que estaban tan consolidadas en la consciencia.

Hijo, muchos tienen la absoluta certeza de que se mantendrán firmes y fieles hasta el final de esta batalla y creen que están preparados para soportar los embates que vendrán. Lo que ellos desconocen, en su inmadurez espiritual, es que lidiarán con situaciones y confrontaciones inusitadas incluso para la vida universal.

El Armagedón planetario ahora involucra a toda la Creación de Dios, incluso más allá de este universo, porque todos esperan asistir al triunfo del amor y de la unidad en este planeta, que se transformó en un punto oscuro de la Creación Divina.

Quiero decirles con esto que, para que Dios triunfe en sus consciencias, Él debe triunfar de a poco en cada pequeño espacio de sus seres. El triunfo de Dios en el corazón humano es algo que cada criatura debe ofrecer al Creador por mérito propio, pues no podrá el Señor triunfar en un corazón que no se abre para vivir la transformación absoluta y la unidad con Él.

Mi adversario conoce bien las deficiencias de la humanidad y, por haber creado el mismo las fuerzas capitales que circundan a la Tierra, sabe bien cómo se infiltran en la consciencia humana y la dificultad que todos tienen de poder vencerlas, ya que por tantos eones de existencia, fueron ganando espacio hasta que hoy dominan una gran parte de la humanidad

Este mismo adversario un día estuvo al lado de Dios y, por más que ya no sienta dentro de sí la potencia del Amor Creador, él sabe bien que no hay nada más poderoso, en toda la Creación, que este Amor Divino. Es por eso que su reinado se estremece ante un corazón que se entrega a Dios y que se lanza sin temor al descubrimiento de la oración que lo une, sin intermediarios, con el potentísimo Amor del Altísimo.

Sin embargo, hijos, son pocos los que se dejan tomar por el Amor de Dios y que realmente se arriesgan a quemarse en el Fuego de Su Santo Espírtu, porque el Amor de Dios remueve del interior de los seres toda la oscuridad, derriba las estructuras del mal construidas en la consciencia y, muchas veces, deja al ser ante un vacío absoluto y de no reconocimiento de sí mismo, dado que están todos tan acostumbrados a vivir bajo el yugo de las energías capitales.

El Amor de Dios está disponible para todas las criaturas. Su Fuego Divino aspira a incendiar los corazones, pero para recibir esta Gracia, no basta pedirla con palabras; deben clamar por ella con el corazón y generar méritos para recibirla con sus acciones y con su esfuerzo diario.

En la viviencia de la fraternidad, de la caridad, de la obediencia, de la humildad, de la mansedumbre y de la paz se encuentran las claves para unirse a Dios. En el esfuerzo permanente por trascender las tendencias oscuras del propio interior es que el Fuego Divino desciende en auxilio y destituye el reinado de las fuerzas mundanas en la consciencia de los seres.

No pierdan más tiempo, hijos, porque Mi adversario no solo se estremece sino que también actúa sin cansancio, en la desesperación de su derrota inminente. Por eso, también sean incansables en la vivencia del amor y de la unidad. Sean incansables en la comprensión con el prójimo, en la donación de sí mismos, en el servicio a los Reinos de la Naturaleza, en la trascendencia del propio orgullo, de la arrogancia y de la vanidad. Pronto triunfará el Dios Supremo en su interior.

Vuestra Madre María, Rosa de la Paz