Jueves, 19 de mayo de 2016

APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Encuentros con el Castísimo Corazón de San José

¡Que toda la Tierra, el Universo y el Reino Celestial escuchen el clamor de sus corazones!

Hijos:

Son esos momentos de simplicidad, cuando viven la unión con Dios, los que equilibran los males de este mundo y permiten que el Creador siga derramando Su Misericordia.

Solo estén atentos a Mis palabras.

Quisiera hacerles sentir la alegría del Corazón del Padre cuando Sus criaturas oran con sinceridad, para que no solo traten de sentir el dolor del mundo, el dolor de Dios, sino también, la alegría de Su Sacratísimo Corazón.

El Creador, que todo entrega a la consciencia humana, espera muy poco de sus corazones. Solo busca que sean sinceros, simples; que sean fraternos los unos con los otros; que vivan en el espíritu del amor y de la unidad. Que no lo busquen solamente en lo más alto de los Cielos, sino que lo busquen también dentro de cada uno de ustedes; que lo busquen en sus hermanos; que lo busquen en los Reinos de la Naturaleza, en los bosques, en las aguas, en las montañas, en los animales, en los elementos; que lo busquen en la vida invisible de cada Reino. Que lo encuentren entre los ángeles; que lo encuentren entre las pequeñas criaturas que manifiestan Su belleza, que manifiestan Su Voluntad, creando en armonía por medio de los Reinos de la Naturaleza.

Me refiero a un Reino que ustedes no conocen, que pocos han visto, porque ellos se donan sin necesidad de reconocimiento. Ellos crean en la belleza de las flores, sin que ustedes los vean. Ellos crean en los colores de un arco iris. Ellos crean en el silencio, en el aliento del viento. Estos son los devas, los elementales, los pequeños ángeles, que no solamente cuidan las almas de los seres humanos, sino que también cuidan el alma de cada Reino, de cada especie y que además padecen por las atrocidades de este mundo. Sin embargo, ellos nunca se cansan de vivir la donación: aunque ustedes derriben los árboles que ellos con tanta dedicación elevan, ellos los hacen renacer.

Aunque contaminen las aguas, ellos las hacen rebrotar. Les digo estas cosas porque así debería ser el corazón humano.

Ustedes deben aprender a donar en lo invisible, a ofrecer lo mejor al Creador, sin que nadie lo sepa, sin necesidad de reconocimiento. Deben aprender a crear con la perfección de una flor, deben aprender a ser puros como el agua y, a pesar de las influencias de este mundo, renovarse en su pureza todos los días, como una fuente inagotable.

Quisiera que aprendieran de la fortaleza de los minerales, de las rocas, de las montañas, que a pesar de recibir tantas heridas, no dejan de sustentar a la Tierra.

A pesar de las tribulaciones que vendrán, no dejen de sostener el Plan de Dios. A pesar de las influencias del mundo, no desvíen sus caminos. A pesar de la propia imperfección o de la imperfección del prójimo, no dejen de vivir la unidad con sus hermanos; no dejen de vivir la unidad con Dios, consigo mismos. Que sus mentes, sus emociones, sus espíritus y sus almas, estén unidos en un solo propósito: vivir la transformación en Cristo.

Sé que, para muchos, esa transformación parece imposible y tan distante, porque ustedes solo piensan en el sacrificio de Cristo. Solo piensan que la Cristificación se basa en el martirio, en el sufrimiento y en el dolor; sin embargo, hijos, la Cristificación se basa en el amor, en la entrega, en el olvido de sí, en la unidad con el prójimo, en el perdón de los pecados, en la reconciliación, en la posibilidad de que el corazón humano tiene para dejar de lado los errores y las fallas de sus hermanos para contemplar sus esencias, para contemplar la Perfección de Dios que habita en cada uno de ellos.

Contemplen la vida de Cristo desde el principio y no solo en su final. Contemplen Su Humildad en el pesebre de Belén.

Contemplen Su Fe, predicando, cuando pequeño, entre los “grandes doctores de la ley”. Contemplen Su Silencio, creciendo escondido hasta que estuviera listo para vivir públicamente Su Misión. Contemplen la certeza de Su Unidad con Dios, cuando sobre los montes anunciaba que era el Mesías.

¿Quién subirá a los montes y se proclamará hijo de Dios, una semilla de la Nueva Humanidad? ¿Quién tendrá el coraje de ser pequeño delante de las grandes potencias de este mundo y de permanecer en la Voluntad del Padre, con la esperanza de tornar sagrada Su casa, que no es solo el templo de Jerusalén, sino todo este planeta, todo el universo?

Para muchos, la humanidad está perdida. ¿Será que algún día, hijos, ustedes se encontrarán en el templo de este mundo viviendo la Voluntad del Padre?

Si vivieran la unidad con los Reinos de la Naturaleza sus vidas serían mucho más simples; sus mentes no tendrían tantos cuestionamientos; sus emociones no serían tan inestables, llevándolos, un día, a querer entregar todo, y otro, a dejarse vencer por el miedo.

Si se unieran a los Reinos de la Naturaleza encontrarían dentro de ustedes la pureza que en ellos habita e, invisibles como los devas, construirían el Reino de Dios y volverían a tornar sagrado este nuestro mundo.

Muchas veces les pedí que contemplaran el dolor del planeta, que contemplaran la Cruz de Cristo, Su martirio, Su Pasión, para que se fortalecieran en espíritu y comprendieran que la necesidad de este mundo es mayor que la de sus pequeñas vidas.

Y, hoy, les mostraré la grandeza de la Creación por medio de los Reinos de la Naturaleza, porque, así como el dolor del planeta es ignorado por muchos, la misión de los Reinos de la Naturaleza en este mundo también es bastante desconocida.

Cristo, hijos, acabó con el sacrificio de los animales, sacrificándose Él mismo. Y de esa forma le dio una señal al mundo de que ustedes ya no deben martirizar a sus hermanos menores, sino que deben ser siempre un ejemplo delante de ellos, ejemplo de almas que se ofrecen para vivir el amor y elevarlos en su evolución.

El dolor de las almas está muy cerca de ustedes; muchos pueden comprender este dolor. Sin embargo, el dolor de los Reinos aún es un misterio para la mayoría de los corazones humanos, y es un dolor, hijos, que muchas veces es mayor que el dolor humano. Muchas veces el martirio de los Reinos de la Naturaleza causa tanto pesar en el Corazón del Creador cuanto la pérdida de las almas.

Sé que muchos piensan que ya no pueden hacer nada más para que estos Reinos no sean martirizados en este mundo, porque eso está fuera de su control. Si quieren ayudar en la evolución de los Reinos de la Naturaleza, contemplen su ejemplo y demuéstrenles que su existencia en esta Tierra no es en vano.

Demuestren que son capaces de aprender de la donación de los árboles y multiplicar esa donación, atrayendo hacia sus esencias un amor que es desconocido en el universo, un amor que solo vivió y se manifestó en el Corazón del único Cristo que vivió en este mundo, un amor que aún espera poder ser vivido por muchas almas, por muchos espíritus; un amor que todavía espera ser la expresión de una raza, porque el Rey del Universo no es solo un Cristo, Él debe seguir Su evolución, debe seguir Su Unidad con el Padre a través de las dimensiones; Él debe convertirse en más que Rey.

Para que esto sea posible deben surgir Nuevos Cristos, nuevas consciencias que vivan ese amor que Él manifestó en la Tierra. Y que lo vivan ahora, cuando la ilusión de este planeta es tan grande, cuando la perdición de las almas es inmensa.

Que lo vivan ahora, cuando las energías capitales afloran del interior de los seres y el orgullo es tanto, el egoísmo y la vanidad son tan fuertes, que deben ser vencidos por la potencia de un amor mayor.

Es para que vivan ese amor que los Mensajeros Divinos descienden al mundo, cruzan las dimensiones de la Tierra y llegan tan cerca de sus corazones. Es para que vivan ese amor que les revelo estas cosas, que intento todos los días abrir sus consciencias y sus corazones a la realidad superior, para que entiendan que la vida de Cristo no terminó en Su experiencia como Jesús y que la vida de cada uno de ustedes tampoco termina en las experiencias que hoy viven sobre la Tierra.

Sientan en sus corazones Mis palabras, porque poco a poco les haré comprender y vivir lo que les digo.

Ahora les pediré que eleven este símbolo de la Alianza con Cristo; que eleven esta Gracia que se imprime en la materia, para que comprendan que hasta sus células deben transformarse. Y como Sacerdote, junto a los ángeles y en unión perfecta con el Hijo de Dios, consagraré estos elementos.

Hoy les pediré que vengan hasta aquí los niños.

Colocaré en sus manos las mayores dádivas del universo: el Cuerpo y la Sangre de Cristo; como símbolo de que deben ser puros y simples de corazón para repartir el pan que fue elevado a los Cielos.

Vamos a hacer una oración por los niños de todo el mundo, ofreciéndola a aquellos que jamás encontraron el Corazón de Cristo. Vamos a hacerla frase por frase:

Oración por los Niños del Mundo

Castísimo Corazón de San José,
que tuviste en Tus brazos al Niño Jesús,
acoge hoy en Tus manos
a todos los niños del mundo.
Coloca cerca de Tu Corazón
los corazones de los más pequeños
para que recobren su pureza y sus fuerzas
para que vivan los tiempos que llegarán y,
como semillas de la Nueva Humanidad,
perseveren siempre en el cumplimiento del Plan de Dios.
Amén.

Yo los bendigo y les doy la misión de ser no solo rescatistas de cuerpos, sino que sean también rescatistas de almas; que rescaten la pureza y la simplicidad del corazón humano. Que jamás pierdan el don de ser como los niños.

Elevo, por sus oraciones, a las almas de los que sufren porque perdieron la pureza cuando estuvieron en vida.

Canten y pidan paz para este planeta.

Les agradezco.

Que estas semillas colocadas hoy en Mi altar simbolicen las semillas de una nueva vida, de un nuevo ciclo de unión con los Reinos de la Naturaleza.

Que esta carpintería que hoy colocaron en Mi altar sea el símbolo de su aspiración permanente a transformarse, a ser moldeados para que nazca un nuevo ser.

Que así como Yo trabajaba todos los días de una forma tan simple y en esa simplicidad encontraba a Dios, que también ustedes, todos los días, puedan encontrar al Padre en las cosas más simples.

Les agradezco una vez más, porque les agradeceré siempre.

Les dejo Mi bendición paternal.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sigan cantando.