Viernes, 19 de octubre de 2018

APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

 

Que la gracia de Dios esté en sus vidas. Que el Espíritu Santo habite en sus corazones.

Hoy vengo, hijos, no solo para dar Mi bendición a esta Comunidad, a este Centro Mariano, sino también a esta nación.

Vengo a fortalecer sus espíritus, como también a los espíritus de cada ser humano, como a la consciencia de los Reinos de la Naturaleza para que, de esta forma, estén prontos para cargar la cruz de estos tiempos.

A veces insisto en decirles ciertas cosas porque muchos aún no comprendieron la urgencia de estos tiempos. Viven como si sus vidas fueran a permanecer iguales, como si sus planes fueran a cumplirse exactamente de la forma como lo esperan. 

Pero hoy, hijos, abro delante de sus ojos y de sus corazones las puertas hacia el Cielo, hacia la Iglesia Celestial de Cristo, hacia el altar supremo de su Padre Creador, para que coloquen allí sus metas y sus aspiraciones y reciban de Él el Plan que se deberá cumplir en estos tiempos.

Vengo, una y otra vez, a elevar sus conciencias a una realidad superior para que, de esa forma, como adultos en la vida espiritual, puedan estar con su consciencia en lo que es real, en la verdad de Dios que ya conocen, pero que muchas veces no viven.

Si no buscan la realidad superior que los rodea y que se oculta en la materia, en la vida humana, ¿cómo podrán amarla?

Yo viví en la Tierra, fui un ser humano como cada uno de ustedes y muchas veces dudé de la grandeza de Dios porque Me era desconocida. Pero Yo sabía que la vida no comenzaba ni terminaba en este mundo, porque sentía eso en Mi Corazón.

Cuando conocí a María Santísima, el misterio de Dios se reveló delante de Mis ojos, en Su vientre, a través de Mi Hijo.

Y después de dudar, Me rendí, entregué al Padre Mi condición humana para que Él cumpliera Su Voluntad en Mí y nunca Me arrepentí, porque el amor de Dios comenzó a desbordar de Mi Casto Corazón y toda la grandeza que se manifestaba ante Mí parecía poca, porque Su Amor era infinito y Su Verdad también era infinita.

Sabía que nada de lo que podría estar delante de Mis ojos limitaba a la Creación de Dios; que podría haber una única célula de Su Cuerpo Celestial, de sus Esferas sublimes, descendiendo en aquel momento a la Tierra para revelarnos Su existencia.

Les digo todo esto porque sé que muchos aún dudan de una realidad superior, de una existencia sublime que palpita en este mundo como en el Cielo.

Si ustedes se rindieran a la Verdad y la amaran de corazón podrían descubrir como Yo, hijos, que la vida en la Tierra no es la única realidad que existe.

Para llegar al Cielo, basta estar con el corazón en Dios, basta rendirse, rendir la propia condición humana y no limitar la Obra Divina al propio interior. 

Sé que muchos Me escuchan y no Me comprenden porque, en verdad, no quieren escucharme; porque no quieren creer que transformar la vida en la Tierra, transformar la condición humana y establecer los Planes de Dios en este mundo es simple. Porque si comprendieran que es simple tendrían que rendir sus propios planes, su propia vida y su propio corazón al Padre.

El Cielo está descendiendo a la Tierra para que la realidad ya no sea un misterio, para que la verdad ya no esté oculta.

Las estrellas que envuelven a la Tierra se revelarán como una vida muy sublime y muy perfecta.

Verán delante de sus ojos la revelación de la propia ignorancia.

La ciencia humana perderá su sentido y todo el conocimiento adquirido a lo largo de los siglos se tornará pequeño.

Verán que hasta hoy fueron niños en el jardín de infantes de esta Tierra y aun así, portaban en su interior el mayor tesoro de esta Creación.

Les digo estas cosas para que coloquen allí su esperanza cuando todo comience, para que no sientan que no saben qué hacer, si a lo largo de los últimos años Nosotros se lo enseñamos.

Coloquen sus corazones en Dios y en la Verdad Divina, coloquen su esperanza en su origen celestial, coloquen su fe en lo que verdaderamente son, porque sus cuerpos podrán pasar, pero la verdad que habita en su interior permanecerá.

Ocupen su tiempo y su atención en aprender a amar y a servir; no por ustedes, sino por una Creación infinita que aguarda la multiplicación del amor en sus esencias.

Si disponen su corazón para el Amor, todo lo que les podamos revelar será simple.

Por eso, Yo vengo simplemente para impulsarlos a aprender a amar, a amar a lo desconocido y a la verdad. 

Vengo a depositar en sus corazones la humildad de Mi Casto Corazón para que, en estos tiempos de revelaciones, disipen las dudas en la certeza de su ignorancia, en la certeza de que un Dios infinito, que aún no se reveló a los hombres, habita en el Cosmos y también en la Tierra.

La Verdad de Dios no está completa en ningún libro sagrado porque ella no fue revelada a ningún ser humano.

El Hijo de Dios fue la Verdad viva y, a pesar de que Él estuvo en la Tierra en un cuerpo humano, no Se reveló completamente al mundo, porque no lo comprendieron y no lo podrían comprender.

Su Verdad será revelada en Su retorno al mundo, porque en ese momento será la última oportunidad de que la humanidad se rinda al verdadero propósito de su existencia y los velos caigan de sus ojos, los muros que hoy los separan de una vida superior dejen de existir y la realidad que hoy está invisible se haga visible, y los instrumentos de Dios, Sus herramientas divinas, como los espejos de sus corazones, se hagan palpables.

Ya no tocarán lo que es invisible, pero podrán sentir, tocar y unirse a la Verdad Suprema. 

Hoy están en la escuela de la fe porque deben seguir adelante a pesar de todo conflicto e incomprensión. Esos conflictos, hijos, no provienen de Dios, sino de sus resistencias humanas.

Reconcíliense con el Padre y con Sus Mensajeros, clamando a Él para que les enseñe a rendir sus resistencias y a conocerse a sí mismos antes que todo.

Hoy les habló todas estas cosas porque, con la verdad impresa en su interior, deben defender la propia fe, primero de sí mismos y después del mundo, porque la purificación del planeta moverá la fe de muchos hombres y les traerá dudas sobre la existencia de Dios, no comprenderán Su Justicia porque no quisieron conocerse a sí mismos para saber que estaban equivocados y nunca clamaron por Misericordia para ser merecedores de ella. Creerán que el mundo terminará, que la Tierra dejará de existir, pero eso no es verdad.

Si mantienen su corazón en Dios, las naciones se estremecerán y la esperanza parecerá desaparecer, pero después de que todo acontezca y de que fortalezcan su fe, el Cielo se volverá a abrir a través de la puerta de sus corazones y el Dios vivo retornará al mundo para establecer una nueva vida con Sus compañeros, aquella que estuvo aquí desde el principio.

Sean guardianes de este suelo sagrado para que el Creador encuentre aquí una semilla para manifestar lo nuevo, Su verdadero Propósito.

Miren al mundo y comprendan que lo que Yo les hablo no es una utopía. Todo ya comenzó; por eso, dentro de ustedes el amor debe estar más fortalecido que nunca, la unidad entre sus corazones debe estar más fortalecida que nunca.

Vénzanse. Venzan la necesidad de sobresalir en relación a sus hermanos. Venzan la necesidad de vivir el poder humano y solo manifiesten en la Tierra el Poder de Dios, que no se construye con la destrucción del prójimo, sino con la unidad entre hermanos, con el amor y la comprensión.

Sientan en sus corazones esa necesidad de amar, de ser diferentes, porque puede llegar un día en el que ya no tendrán la oportunidad de hacerlo.

Vivan cada día como si fuera el último, como si en este mismo día, Su Señor retornara a la Tierra para mirarlos a los ojos y preguntarles dónde están los Dones que Él les entregó y que hicieron con tantas Gracias que Él derramó sobre el mundo a través de Sus Llagas.

Esto es lo que Yo les quiero decir hoy para que reflexionen, mediten de corazón y decidan ser instrumentos de Dios.

Tienen Mi bendición para esto.

En este pequeño relicario cabe Mi Casto Corazón, porque aprendí con Dios a hacerme pequeño por amor a los seres humanos y al Propósito Divino. Que delante de él no solo oren los niños, sino también sus familias.

Oren por una nueva vida, por una nueva humanidad, para que las virtudes de Mi Casto Corazón lleguen a cada corazón humano. Oren por los Reinos de la Naturaleza, por los elementos y por la conciencia del planeta, para que ellos no desistan de sustentar a la humanidad.

Oren con sinceridad, no solo por sus amigos, oren por los que duermen, por los que se tornan enemigos del corazón humano, por sus incomprensiones, por su ignorancia, por no conocer a Dios y a Su Amor.

Hoy coloco una parte de Mi Corazón en cada uno de estos pequeños relicarios, aunque sé que jamás comprenderán la Gracia que hoy les concedo.

A través de este relicario protegeré el corazón de los niños para que no pierdan la voluntad de estar en la Tierra y para que comprendan por qué vinieron al mundo en este tiempo.

Que los padres sepan enseñarles a sus hijos que, a pesar de las pruebas que suceden en el mundo y del caos que parece instalarse, esos pequeños corazones vinieron al planeta para instituir una nueva vida, en la que el amor triunfe y la fe sea una realidad.

Consagro estos elementos en memoria de Mi Hijo y por la Gracia que Él Me concedió de ser Padre y Sacerdote en esta Tierra. Hoy el Cielo se está manifestando entre ustedes y las bendiciones divinas permean a los elementos como a los corazones de los hombres.

Sientan a los Ángeles de la Presencia, transubstanciando esta materia, portando en sí, en la irradiación de sus manos, la Sangre y el Cuerpo de Cristo que son eternos, en eterna entrega y en eterno sacrificio, para que cada ser que comulgue con Él fortalezca su propia fe y reciba una nueva oportunidad de tornarse un Cristo del Nuevo Tiempo.

Como Mi hijo, hoy reparto este Pan y les digo a todos que coman de Él, porque este es el Cuerpo Glorificado de Cristo. Y de la misma forma, reparto este vino entre sus corazones para que beban de Él y se transformen en una imitación viva de su Señor, para que sea la nueva genética de la humanidad, aquella que Dios pensó desde el principio y que se manifestó en la Sangre de Cristo. 

Para que el Cuerpo y la Sangre de Cristo actúen verdaderamente dentro de ustedes deben decirle "sí" y dejar que Él actúe, no solo de una forma milagrosa y desconocida, sino que Su actuación se manifieste a través de su voluntad y de su persistencia, porque cuando dan un paso en dirección al Padre, Sus Manos se extienden hasta ustedes y Él puede alzarlos hacia aquello que espera de cada uno de Sus hijos.

Juntos vamos a orar al Señor para que hoy Su Bendición vaya más allá de este lugar y toque el suelo de esta nación para que su pueblo no pierda la esperanza de ver manifestarse una nueva vida.

Oración: Padre Nuestro.

Con esto los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sigan en paz y no se olviden de Mis Palabras.

Les agradezco.