Viernes, 28 de octubre de 2016

Mensajes semanales
MENSAJE SEMANAL DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN LA SAGRADA CASA DE MARÍA, MADRE PAULISTA, EN SAN PABLO, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Hijos, para equilibrar toda guerra y conflicto en el mundo, sean mansos, pacíficos, fraternos y silenciosos de corazón.

A través del establecimiento de la paz, venzan todo aquello que los impulsa a enfrentar al prójimo ya sea para sobresalir, defender una opinión o por no querer renunciar ni aceptar las propias dificultades ni las dificultades del otro.

Hijos, ya saben que todo conflicto en el mundo es generado por el mal, pero también por la mente y por el comportamiento humano. Saben que todo puede ser equilibrado cuando generan actos de paz sinceros.

Todo puede ser transformado cuando cada uno asume con sinceridad la transformación de su propia vida. Por este motivo, les pido que no solo oren por la paz, sino también que sean pacíficos.

¿Cómo le pedirán a Dios que les conceda la Gracia necesaria para que una nación se pacifique, si día a día alimentan los conflictos y la falta de fraternidad entre los hombres?

Un soldado de este ejército de amor es más que un ser orante, es una consciencia diferente en el abismo oscuro de la vida humana, porque cada día se esfuerza por vencer en sí mismo lo que genera las guerras y a los conflictos del mundo.

Renueven, hijos, la Campaña Sembrando el Amor en la Humanidad. Pidan y concedan perdón, reconcíliense todos los días, porque en un mundo en guerra, siempre habrá algo que perdonar y reconciliar.

Siembren el amor en la consciencia humana, haciendo de la propia vida un jardín de paz, en el cual las acciones fraternas sean fecundas y generen esperanza para este mundo.

La paz debe ser un ejercicio permanente en sus consciencias. Deben realizar el ejercicio constante de pacificar, de perdonar y de reconciliarse. Corten por la raíz las guerras y los conflictos del mundo, comenzando por ustedes mismos. Sigan el ejemplo de Aquel que pacificó primero y que, siendo Hijo de Dios, pleno de sabiduría y de Gracia, renunció a Su Voluntad, a Su Parecer, a Su Majestad y a Su Poder, permaneciendo en silencio en la cruz de la redención de los pecados del mundo, para que todos tuviesen un camino, una verdad y un ejemplo para sus vidas.

La cruz de estos tiempos no es la misma de ayer. El calvario de hoy se recorre a diario, transmutando y transformando en sí mismo los pecados de la consciencia humana y siendo así diferentes en el Todo.

Renuévense, hijos, todos los días y no cedan a los conflictos, ¡Instituyan la paz! ¡Vivan la paz en sus corazones!

Sé que, en estos tiempos de injusticias y de guerras, es difícil pacificarse. Sin embargo, son estas cosas imposibles las que les pediremos: perdonar lo que para el hombre es imperdonable; pacificar al caos y a la confusión cuando estén en medio de grandes guerras; amar y sembrar, cuando a su alrededor otros siembran odio y temor.

Las semillas de amor transformarán al suelo de la Tierra. Por eso, no desistan y renuévense en esa labor divina.

Aquel que los acompaña,

Su Padre y Amigo,

San José Castísimo