Contempla el mundo, la situación planetaria, la situación interior de los seres humanos y solo ora, ora con el corazón. No hay otra forma de interceder por las almas a no ser con el puente de la oración.
Después de orar, sirve orando y ofrece todo en tu vida como una reparación para Dios.
Hijo, si ves que la humanidad está ciega, tú, abre tus ojos a Dios y sé vigilante.
Si ves que la humanidad está sorda a la Palabra Divina, tú escucha el Verbo del Creador y Su Silencio y obedece Sus Leyes, para que ellas sean instituidas en la vida.
Si ves que los corazones no soportan las corrientes de la purificación y las mentes se desestabilizan por sus resistencias, tú, sé manso y deja que Dios te transforme por dentro y por fuera, para que tu ejemplo sea una semilla fertilizada por el Amor Divino en el suelo árido de la Tierra.
Si ves que los corazones le dicen “no” a Dios y niegan Su Presencia, Su Existencia y la Gracia del Propósito de Su Creación, tú, dile “sí” a Dios. Esfuérzate, sin quejarte, para cumplir Su Plan. Expresa la alegría de tu alma por servir al Creador y por vivir bajo Sus Ojos.
Juzgar al mundo no es para ti; pero dar un ejemplo sí, es tu misión.
Ante un error, prefiere las acciones que equilibren, a palabras que intenten corregir. El esfuerzo por dar un ejemplo te transformará y también al mundo.
Experimenta lo que Te digo y persevera más allá de tu búsqueda por resultados.
Cuando tus acciones sean en Nombre de Dios y no en tu nombre, verás crecidos en ti, los frutos del Árbol de la Nueva Vida.
Tu Padre y Compañero,
San José Castísimo