En la Hora de Mi Misericordia, la Luz del Reino Mayor se expande por todos los confines de la Tierra y esa Luz Divina y Espiritual toca todo aquello que esté abierto en alma y en espíritu para que resida el Amor de Dios.
A las tres de la tarde de cada nuevo día, Mi Consciencia Universal reúne y congrega a todas las esencias que a lo largo de los tiempos fueron Mis predilectos apóstoles y llevaron alguna vez Mi Mensaje Redentor.
Hoy, en este nuevo ciclo de cambios y desafíos para la humanidad, Mi Poder, que es el Poder de Dios, cae como una lluvia de Gracias sobre los corazones que están atentos a las Sublimes Señales del Cielo.
Hoy estoy ante discípulos del pasado que reverberan como esencias dentro de Mi Reino Celestial y Yo vengo a despertarlas a la verdadera faz de la tarea mundial que Dios les encomendó mediante la presencia de Mi Sagrado Corazón.
Queridos, es una alegría reunir a todos Mis compañeros del cenáculo, seguidores, devotos y adoradores de Mi Bendito y Sagrado Corazón con el fin de compartir el tiempo de Mi última Misericordia sobre la humanidad.
En la hora misericordiosa se cierran las puertas del Infierno y de la perdición para las almas, tan solamente por la oración de aquellas criaturas que se disponen a llamarme en alegría y amor. Así Mis Brazos acogen todas las necesidades de Mis hijos en la Tierra y la Divina Misericordia –Fuente de sabiduría, amor y salvación– es irradiada a los corazones de todos los hombres, sobre todo aquellos que no la merecerían por el estado de pecado en el que viven.
Reúno así a Mis rebaños, llamándolos al tiempo del apostolado, de la oración y del servicio, porque así Mi Corazón se hará presente entre las almas más pequeñas y humildes del mundo. Hoy están en Mi Fe y en Mi Regazo de amor.
Bajo el Bien Mayor del Padre, sean bienaventurados.
Gracias por reverenciar Mis Palabras con el corazón.
Cristo Jesús, el Redentor del mundo