Martes, 24 de octubre de 2017

Vigilias de Oración
APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA, EN LA CIUDAD DE SANTIAGO, CHILE, A LOS VIDENTES FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Y HERMANA LUCÍA DE JESÚS, DURANTE LA VIGILIA DE ORACIÓN POR LA PAZ EN LAS NACIONES

Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús transmite las Palabras de la Virgen María:

Yo vengo por las almas del mundo y no por las bestias que habitan la Tierra. Ellas no impedirán que Yo realice lo que debo realizar en el nombre del Padre. 

Yo vengo aquí por los corazones que Me escuchan.

Yo vengo aquí por los corazones que Me claman.

Yo vengo aquí por todos Mis hijos, independientemente de su creencia o de su religión, porque Yo soy la Madre del Amor, soy la Madre de la Sagrada Victoria de Cristo y quien está aquí Conmigo está con Dios. 

A su alrededor todo podrá temblar, pero si Mi Corazón está aquí presente, queridos hijos, es señal de que Dios está aquí entre ustedes y que el triunfo de Su Reino está próximo.

La derrota de las bestias está próxima, porque cuando Mi Hijo pose Sus Pies sobre este planeta, muchas cosas terminarán. Él se los prometió durante el último encuentro en la ciudad de Mendoza. Su promesa está vigente y actual. 

Ustedes, queridos hijos, deben seguir orando Conmigo todos los días, independientemente de lo que suceda en su nación o en todo su pueblo, para que esa promesa de Cristo se pueda concretar y muchos más corazones no solo aquí en Chile, sino también en el mundo puedan recibir, así como hoy ustedes reciben, la Gracia de Dios. 

Yo los invito, queridos hijos, a trabajar con esmero y perseverancia, porque en Peñablanca no terminé Mi tarea y tampoco fue ampliamente comprendida. Yo vine como la Madre de esta nación, en aquellos tiempos pasados, para intentar evitar muchas cosas en el Cono Sur. 

Por eso, como Madre de la Bondad y de la Misericordia, tuve el permiso de escoger las almas más miserables para que pudieran comprender aquí, Mi gran testimonio de amor por el mundo y, sobre todo, por este país que aún está dentro de Mis Planes celestiales. 

Por eso, guerreros de la paz, antiguos pueblos de las sagradas montañas, Yo los invito a trabajar unidos a Mí, los invito a abrir las puertas de sus corazones para que, finalmente, las puertas de sus hogares se puedan abrir a las almas. Y de la misma forma, queridos hijos, ustedes puedan cruzar las puertas de sus casas para ir al encuentro de los más necesitados de oración, de los que son más miserables, de los que sufren, de los que aún no conocen a Dios ni tampoco el Amor del Redentor.

Con la consciencia que ustedes han adquirido en sus vidas, por más pequeña que sea, Yo los invito, queridos hijos, a que Me acompañen, a que Me ayuden a estampar en Mi Corazón, la bandera de Chile. Y aún más, queridos hijos, deseo que Mi Manto celestial, sea esta bandera redimida para que más estrellas de Mi corona puedan brillar.

Necesito, queridos hijos, que Me ayuden a salvar a este pueblo, a que aquí se generen nuevos grupos de oración que se unan al ecumenismo cristiano y que no teman decir, queridos hijos, que ustedes creen en la Madre del Redentor.

Yo vengo con Mis Manos llenas de Gracias para que en esta noche sean derramadas. Vengo en esta noche, plena del Amor de Dios, para que sus heridas más profundas sean curadas, para que el pasado de este país sea borrado y las nuevas puertas a grandes oportunidades y cambios se puedan abrir en esta nación.

Vengo a buscar, dentro de ustedes, el amor que guardan bajo más de siete llaves. Pero recuerden que Yo soy la Maestra de todas las llaves del universo y que no tengo ningún impedimento para poder llegar a sus corazones. 

Si soy la Señora del Monte Carmelo, su Señora del Carmen, la Patrona de este país y de todos los chilenos, necesito, queridos hijos, que se animen a hacer triunfar Mi Inmaculado Corazón; que no teman proclamar Mi bienaventuranza, Mi alegría, Mi bondad y Mi amor por cada uno de ustedes.

Los invito, en esta noche de preparación y de reflexión, a dar un paso en esta caminata espiritual, a que abran las puertas a todos los que deben llegar, a todos los que han perdido su fe en Dios y están sumergidos en el materialismo de estos tiempos. 

Este país guarda un gran tesoro espiritual que aún desconoce, que existe de norte a sur y en lo más alto de estas montañas de los Andes.

Valoren, queridos hijos, estos tesoros naturales que Dios les entregó. Miren hacia sus montañas, no como si fueran montañas normales. Miren hacia las montañas buscando el signo de la elevación de sus consciencias. Ha llegado la hora de que suban a la montaña para encontrar en lo más alto de ella a Cristo, Quien los espera con Su Corazón abierto, lleno de Misericordia y con Sus Brazos abiertos para reencontrarlos, para decirles, queridos hijos, como Él siempre dice: “Compañeros Míos, entren en Mi Corazón y encontrarán la paz”.

Necesito que este pueblo se transforme en el modelo espiritual que Dios pensó desde el principio. Sus raíces, las de los pueblos originarios, guardan un gran tesoro, un importante legado que proviene de los Incas y que no se puede borrar de sus memorias. 

Recuerden sus orígenes, queridos hijos, amen, por encima de todas las cosas, lo que este pueblo sagrado dejó aquí sembrado y todo lo que él consiguió por medio de su vivencia y de su cultura.

Los invito de esa forma simple a recuperar los valores, a recuperar la dignidad espiritual que una vez este pueblo vivió.

Eso los ayudará mucho a cambiar su forma de pensar, a ver diferente todas las cosas y a colocarse por encima de todos los acontecimientos de estos tiempos.

Porque Yo necesito, queridos hijos, que ustedes en este tiempo final, animados por Mi Corazón Inmaculado, se animen a vivir su propia verdad, la verdad que Mi Hijo predica no solo en el Evangelio, sino también a través de los Sacramentos, de la oración, del servicio, de la instrucción y, lo más importante, por medio del amor que Él necesita que vivan para que sus corazones se puedan curar y redimir.

 

Hermana Lucía de Jesús transmite las Palabras de la Virgen María:

Vine, en esta noche, a hablarles de un Amor superior. 
Vine a despertarlos, hijos Míos, a través de Mi Verbo Sagrado, que es el eco de la Voz de Dios en este mundo.

Así como Yo soy Su Sierva y jamás Me canso de servir al Señor, les pido, hijos, que se unan a Mí en este servicio universal; que lleguen hasta aquí, más que para querer verme, para orar por la paz, para clamar por esta nación como por el mundo entero; porque necesito, hijos, soldados de la paz, de norte a sur, en el Oriente y en el Occidente, para consagrar a este mundo a una vida espiritual, fraterna, verdadera, una vida que sigue las Leyes que hay en el Cielo y que también se esconden en el interior de la Tierra, como en el interior del corazón humano. 

El verdadero potencial, hijos, su verdadera semejanza con Dios, ese amor que hay en lo profundo de sus corazones y que es un principio del Amor Divino, eso, hijos, es lo que deben despertar en este día.

No vengo a traerles una nueva religión, una nueva creencia o una nueva fe. Vengo a renovar la fe de este pueblo, a tornarla verdadera en el Señor, nuestro Dios, para que de esta forma, hijos Míos, ya no piensen solo en sí mismos, sino que sean soldados de un ejército que no proviene de este mundo y que no actúa por el establecimiento de la voluntad propia, sino por la Voluntad de Dios.

Hoy, hijos, como su Madre Celestial, Universal, abro los brazos ante los ojos de sus corazones y solo les pido que estén bajo Mi Manto, en Mi protección. Y, para eso, necesito que oren, que cumplan los Mandamientos que les entregó Dios a través de Moisés. Y, más que eso, hijos, que cumplan y vivan el Mandamiento único que les dejó Mi Hijo, cuando Su voz resonó en esta Tierra.

Hoy, vengo, hijos Míos, para encender los espejos de sus corazones y volver a tornar redimidos y rescatables a sus seres, para que cumplan la Voluntad de Dios, no solo en esta Tierra, sino más allá de ella, en lo que llaman eternidad, en donde el tiempo no existe y el servicio es constante.

Por eso, los preparo en esta Tierra para que sirvan a Dios eternamente. No hay plenitud mayor, hijos Míos, que encontrar un servicio, un sentido para la propia vida, un sentido verdadero que los conduzca a la justicia, a la Misericordia, a la pacificación interior y, en consecuencia, a la transformación de sus vidas, para que transformen, poco a poco, este mundo.

Hoy, hijos, Mi Verbo no les trae una utopía, les trae una Gracia que se desenvuelve en el corazón que Me dice sí. Por eso, extiendan sus manos hacia Mí y reciban las Gracias que les traigo. Clamen por Mi Misericordia, que es la misma que proviene de la Sangre y del Agua de Mi Hijo. Yo solo soy portadora de esta Gracia, soy portadora de la Paz y la traigo como mediadora e intercesora a sus vidas.

En esta noche, los llamo a vivir la humildad para que reconozcan que muchas veces están perdidos y no encuentran auxilio porque no Me buscan, porque no buscan a Dios.

Hoy, hijos, les abro una nueva puerta, una puerta a la redención y los invito a cruzarla para que renueven sus vidas en Mi Paz, en Mi Presencia, porque si oran Conmigo, Yo estaré con ustedes todos los días.

 

Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús transmite las Palabras de la Virgen María:

Vengo a esta nación, en este tiempo, a realizar un plan inexplicable y desconocido que podría parecer imposible. Plan que recién comienza en este día y que se desarrollará a lo largo del tiempo. Por eso, deben orar junto a su Madre Celeste para que este Plan se cumpla, etapa por etapa. 

Queridos hijos, vengo a prepararlos para algo mayor, vengo a prepararlos para que adquieran una nueva consciencia, para que salgan de sí y, animados por Mi Corazón, den los pasos hacia Cristo por medio de la vida incondicional de servicio que es lo que este pueblo, en perfecta unidad y fraternidad, debe trabajar en estos tiempos para que así, hijos Míos, nunca les falte Mi Gracia, la Gracia que quiero derramar con tanto amor en todo Chile y en todos Mis hijos que aquí habitan.

En esta noche, este es Mi Mensaje, esta es Mi declaración. También los llamo, queridos hijos, a que ustedes convoquen a otras almas que no saben que Yo estoy aquí, por medio de la difusión, por medio de ustedes para que desde sus corazones transmitan Mi llamado a las almas de esta nación. 

Por este encuentro, hoy, Yo les agradezco, queridos hijos, por responder a Mi llamado.

En la Gracia de Dios que es infinita, perpetua e invencible, Yo los bendigo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lleven Mi Paz a Chile, para que la paz esté en sus corazones y en el mundo entero. 

Les agradezco.