Lunes, 13 de marzo de 2023

Apariciones
APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN FÁTIMA, PORTUGAL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, CON MOTIVO DEL 9.º ENCUENTRO ANUAL DE LOS HIJOS DE MARÍA

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

A través de este encuentro de hoy, han retirado muchas espinas de Mi Corazón Inmaculado. Este Corazón ya no sangra de dolor o de sufrimiento por Sus hijos, aunque el mundo esté en oscuridad.

Hoy, este Corazón Inmaculado de la Santísima Madre de Dios se ilumina y se reenciende a través de las oraciones de Sus hijos, de todos los Hijos de María.

Pero este acontecimiento que hoy le sucede a Mi Corazón, misteriosamente no es solo por este momento que, en honestidad, han vivido Conmigo y a través de Mí con Dios, sino también por todos los momentos que han compartido Conmigo, en la oración del corazón, que han preparado este acontecimiento en lo más íntimo y profundo de Mi Corazón Maternal.   

Sé que no comprenderán lo que esto significa. Por eso, hoy vengo a exponer Mi Corazón iluminado, como una demostración para Dios de la respuesta de Sus Criaturas en este mundo, de aquellos que promueven la paz y el bien en la humanidad, y que se unen a todos los hermanos de este planeta, más allá de la religión o de las creencias.

Porque el centro y la energía que une a toda la humanidad es el Amor de Dios, es algo que el mundo está perdiendo y es un compromiso de ustedes poder recuperarlo todos los días; primero a través de sus actos sinceros de amor con los que tienen a su lado o aun dentro de sus familias, porque ustedes saben en qué situación se encuentra la familia de la humanidad, sometida por las ideologías, hipnotizada por las tecnologías y puesta a prueba en cada momento de la vida.

Por eso, deben buscar por medio de la oración sincera y honesta, todos los días hasta que retorne Mi Amado Hijo, que sus familias sean esa célula espiritual que Dios necesita para este tiempo final.

Protejan de ustedes mismos los valores de la familia de esta humanidad, valores que en estos tiempos están siendo erradicados y extirpados por una supuesta libertad que viene de muchas personas de este mundo, engañadas por Mi enemigo, desviadas de su camino espiritual y de su Propósito.

Estas son las espinas que han retirado de Mi Corazón Maternal, a través de la oración de todos los Hijos de María. Así, Yo puedo contar con ustedes en cada tarea y pedido que el Padre Me hace para proteger Su Proyecto de la humanidad.

Y aunque todo en este mundo camina precipitadamente, solo les pido que se detengan y piensen. En este tiempo no decidan impulsivamente, no permitan que su mente los engañe y los confunda. Antes de todo, ingresen en el sagrado universo de la oración, como lo hacen en este momento y lo han hecho en otros momentos; porque así, no solo sus consciencias estarán unidas a lo Alto, a la Fuente que aún hoy muchos no buscan, sino también estarán protegidos y amparados por la sagrada energía espiritual de la oración.

Hoy, quisiera agradecer a la Orden Gracia Misericordia, a todos los colaboradores de los Centros Marianos que hacen el esfuerzo sincero y honesto de erguir los valores de la espiritualidad divina en la superficie de esta humanidad, a través de la vida oculta de los Centros Marianos, sagrados epicentros de Luz de la Jerarquía Espiritual, que espejan dones, atributos y Gracias en aquellos que los buscan.   

Los pilares de esos Centros Marianos son Mis hijos. Un Centro de Gracia y de Misericordia no se puede sostener a sí mismo, sin la presencia constante de todos los Hijos de María.

Por eso, quiero decirles maternalmente que he tenido la dicha, en estos últimos años, de no solo ver concretarse a los Centros Marianos como Islas de Salvación, sino también de poder contemplar, con amor y alegría, cada momento de liturgia compartida en los Centros Marianos, cada ofrecimiento que fue hecho por cada uno de ustedes, más allá de sus purificaciones o de sus desiertos.

Aunque no lo parezca, todos los Centros Marianos y Santuarios del mundo fueron abiertos por Mí misma, para que las almas pudieran beber de la Fuente de la Cura y de la Reconciliación.

Por eso, les pido a los valientes guerreros y celadores de los Centros Marianos que nunca bajen los brazos. Cada día que pasa será más necesario y urgente, para las almas, la vida oculta de los Centros Marianos.

Deben permitir que la Fuente espiritual, que está abierta en cada Centro Mariano, nunca se cierre; porque, poco a poco, día tras día, semana tras semana, ustedes mismos han visto la gravedad de la sed de las almas que están lejos de Dios y que están en conflicto con el Amor Mayor. Por eso, su acogimiento, recibimiento, atención y, sobre todo, cariño con los peregrinos es algo que no se puede comprender en este tiempo.

Por eso, les pido ahora, que estén atentos a las señales que Yo enviaré a través de los corazones peregrinos, porque ellos también son Mis hijos, son Hijos de Dios que merecen la misma redención que ustedes están recibiendo, que necesitan estar delante de la Fuente de la Gracia, así como ustedes lo han estado muchas veces.

Vean lo que hacen las modernidades con Mis hijos. ¿Será que ustedes consiguen estar más unidos a Mí, a pesar de todo, así como la Jerarquía está unida y concentrada en Dios, delante de los infiernos más difíciles de este mundo?

No deben perder las oportunidades, Mis hijos, porque Mi tiempo con ustedes se está acabando y Mi Palabra no es en vano, porque Yo vengo como la Gran Mensajera de Dios, como el Gran Espejo del Amor del Padre, que viene a incluir y a acoger a todas las criaturas, más allá de sus deudas espirituales, porque es el Amor y la Gracia que convierten lo imposible en posible, que transfiguran la oscuridad en luz, que redimen la perdición en libertad.

Hoy, Me quiero recoger de aquí con este sentimiento vivido y compartido con todos los Hijos de María y, especialmente, con los celadores y guardianes de los Centros Marianos, porque en este momento tengo la dicha de contemplar nuevamente lo que cada Centro Mariano pudo expresar hasta el presente.

Yo más que necesitar de sus manos y sus brazos para servir a los Centros Marianos, necesito de su corazón, de un corazón amoroso y pacífico que algún día, tan solo con la presencia de Mis hijos guardianes de los Centros Marianos, puedan sacramentar y bendecir los espacios, así como su Madre Celeste sacramenta y bendice cada encuentro.

Para comprender en profundidad Mi Mensaje de Amor, volveré a consagrar, en este día especial, a nuevos Hijos de María, a los que invito a que se aproximen a este Altar para recibir Mi bendición.

Y mientras comienza a resonar la melodía de los Hijos de María, su Madre Celeste se prepara para que, a través de esta simple pero profunda consagración, Yo pueda volver a bendecir a todos Mis Hijos ya consagrados.

Los invito a colocar sus manos en señal de recepción, para que reciban de Mi Corazón las flores de Luz del Cielo que guardan los atributos más bellos de la Creación.

 

Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Pueden acercarse.

 

Hoy, quiero bendecir a estos hijos Míos, que llegan para vivir su consagración en esta fecha especial para Mi Corazón Inmaculado; en la que, todos los días 13 de marzo de cada año, Yo puedo presentar ante Dios los ofrecimientos, méritos, oraciones y súplicas de todos los Hijos de María.

Hoy, reúno aquí, a través de esta consagración, a diferentes naciones de Europa llamadas a vivir el tiempo de la redención por medio de los corazones que oran.

Yo los consagro y los bendigo, entregándoles Mi bendición y un beso de amor.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:
Cantemos todos el Himno de la Consagración. Nos colocamos de pie.

 

Canción: Himno de los Hijos de María.


Vamos a cerrar este encuentro con la Madre de Dios, encuentro con ese Amor de Madre que no se cansa, que siempre se dona y que nos demuestra la inmensidad de Su Amor incansable, y que pacientemente nos renueva a todos en algo que es tan simple: Su Amor, profundo, maduro y maternal.

¡Gracias, Madre Divina, por cuanto nos das!

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.