Lunes, 25 de junio de 2018

Apariciones
APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN LA CIUDAD DE ZÚRICH, SUIZA, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Hoy puedo decir que Mi Llamado ha sido escuchado y que lo promoverán con fe.

Esto es lo importante que hoy he venido a decirles, en compañía de Mi pequeño Hijo.

Soy la Virgen de Schoenstatt. Soy la Madre admirada y vencedora por medio del amor de Mis hijos y de la oración de los fieles a Mi Inmaculado Corazón.

Hoy vengo a derramar en el plano del espíritu una expiación importante para Suiza y en consecuencia, para toda Europa.

Hoy, una huella imborrable, que era imborrable, se disuelve ante Mi Presencia: huellas del sufrimiento, del abandono, de la falta de moralidad y especialmente de la falta de amor.

Se ha cumplido Mi misión en Suiza y para eso debemos celebrar. Porque espero, algún día, volver a estar aquí con ustedes, en estas elevadas montañas de los Alpes para contemplar junto a cada uno de Mis hijos el descenso de la Voluntad Divina, por medio de la vivencia de los grupos de oración y del servicio incondicional a los que más sufren.

Hoy vengo con la presencia de una Madre que comprende y entiende, de una Madre que busca llevar el bien a Sus hijos, más allá de lo que puedan comprender o no del Cielo.

Por eso les traigo la suavidad de Mis Palabras, la dulzura de Mi Mensaje y el Amor profundo de Mi Corazón; para que puedan servirse de ello y seguir transformando sus vidas, sabiendo que Mi pasaje por Suiza no es en vano, que todos los días que vendrán deberán recordar Mi Mensaje. Y algún día, hijos Míos, bajo su ejercicio de oración, podrán ser Mi mensaje vivo en el mundo, testimoniando a la humanidad la Presencia del Hijo de Dios en sus corazones por medio de la comunión reparadora, que consolará a Mi Corazón Inmaculado cada vez que vivan esa comunión interior.

Es por eso que hoy el Pequeño Rey del Universo los consagrará, no solo como hijos de la Madre del Dios Vivo, sino también los hará comulgar con Su Espíritu y Su Divinidad, para que asuman esta misión que Yo les he pedido con entusiasmo, con ese mismo entusiasmo que los ha llevado a difundir Mi Llamado aquí, en Suiza, y que los llevará a abrir las puertas para comprender y acoger el sufrimiento humano, especialmente un sufrimiento espiritual que los ojos no pueden ver. Un sufrimiento espiritual que vive en el corazón de los suizos, un sufrimiento tan semejante al sufrimiento de Mis hijos de África.

No he venido, hijos Míos, para hacer comparaciones, sino para compartir la realidad interior de la humanidad.

Mi Hijo, que hoy está en brazos, les trae Su Espíritu de renovación para que Suiza no solo se renueve, sino también se convierta a la Luz de Mi Inmaculado Corazón; una Luz que viene a tocar lo más profundo de sus almas, lo más íntimo de sus esencias; una Luz que los redimirá y los curará; una Luz que los llevará a la paz.

Que vengan aquí los que hoy se consagrarán a Mi Corazón.

Y a los pies de la Virgen de Schoenstatt, hijos Míos, y ante la presencia del pequeño Niño Jesús, realicen su ofrecimiento a la Madre de Dios y al Rey del Altísimo, para que mucho más sea reparado, para que mucho más sea convertido, para que reciban de Mi Corazón la Gracia Eterna que los llevará a la paz y a la vivencia del amor.

Liberen sus corazones de toda angustia, liberen sus corazones de la perturbación y de cualquier desconfianza. Yo los amo, los entiendo y también los vivo, por eso los he llamado a Mis Pies para liberar los nudos de sufrimiento.

La siempre Virgen de Schoenstatt, la Madre vencedora y admirable, les trae el consuelo del Cielo y del Universo, la disolución de la tristeza para que sus corazones se reenciendan en la fe y en la esperanza de saber que Dios tocará sus vidas con Su Santa Mano.

Y también Dios, que es misericordioso y bondadoso con todos Sus hijos los sostendrá, los guiará, los llevará por el camino de Su Eterno Propósito.

Hoy no solo los bendeciré con el agua, porque Mi Hijo también los bendecirá. También Mi Hijo los bendecirá con la comunión, con Su Cuerpo y Su Sangre, para que Suiza comience a vivir la reparación a Mi Materno e Inmaculado Corazón. Tráiganme aquí agua y comunión para bendecir.

Coloquen sus manos en señal de recepción.

Amable es el Poder de su Madre del Cielo. Invencible es el Amor de Su Reino. Dulce es la Paz que Ella derrama y confortador es el Amor que Ella les dona, para disolver las heridas más profundas de las almas, para llevar hacia sus corazones la Luz del Reino de Dios, la que los santificará, la que los sublimará, la que los consagrará como soldados e hijos Míos.

Por eso, ante la Presencia del Niño Jesús, Rey y Soberano del Universo, que el Fuego del Espíritu Santo descienda sobre esta agua para que se esparzan en Suiza y en toda Europa los Dones del Padre Celestial, Fuente poderosa e inextinguible que llevará a las almas a la Redención y al Amor puro de Su Corazón.

Aquí está el Cuerpo y la Sangre del Dios Vivo; el Dios del Amor, de la Bondad y de la Misericordia, que murió por ustedes en la Cruz para hacerse el más pequeño entre los pequeños, para rescatar a los miserables entre los más miserables.

He aquí el Redentor y el Salvador, el que les da Su Misericordia y Su Paz, para que triunfe el bien y sea derrotado el mal para siempre. Amén.

Los niños llegan al Cielo antes que los hombres, porque su pureza conmueve el Corazón de Dios. Sean como niños y Dios, que es puro en Misericordia, siempre los abrazará.

Elevando sus corazones al Reino de Dios, cantaremos el Himno de la Consagración de los Hijos de María, en español.

Les agradezco por responder a Mi Llamado y los aguardo en Ginebra, para llevar aún más Mi Corazón al mundo.

Les agradezco.

En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.