Viernes, 8 de septiembre de 2023

Mensajes semanales
MENSAJE SEMANAL DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Que el Don de la Cura impregne sus corazones, para que a través de la cura encuentren la paz.

Que el Don de la Cura impregne sus corazones, para que a través de la cura encuentren el perdón.

Que el Don de la Cura impregne sus corazones, para que a través de la cura alcancen la Misericordia.

Que el Don de la Cura impregne sus corazones, para que a través de la cura aprendan a amar.

Que el Don de la Cura impregne sus corazones, para que a través de la cura venzan las barreras que les impiden ingresar en el Universo Superior.

Que el Don de la Cura impregne sus corazones, para que a través de la cura venzan el miedo.

Que el Don de la Cura impregne sus corazones, para que a través de la cura reconozcan el silencio.

Que el Don de la Cura impregne sus corazones, para que a través de la cura retornen al origen, no solo al origen universal, sino también al origen interior; que retornen al origen del Pensamiento Divino, que un día puedan manifestar esa Voluntad Perfecta de Dios.

Que el Don de la Cura impregne sus corazones y los lleve más allá de lo que pueden ver, sentir, tocar, expresar.

Que el Don de la Cura toque sus corazones y les revele la Vida Superior que habita dentro y fuera de cada uno de ustedes.

Que el Don de la Cura toque sus corazones y les enseñe a perdonar el pasado, no olvidando el pasado, sino transformando esa experiencia en la consciencia en un aprendizaje, que hoy les permitió estar aquí. Ya no se culpen por las imperfecciones; cada equivocación en el camino les permitió crecer y cada prueba que vendrá los aproximará más al Corazón de Dios.

Que el Don de la Cura impregne sus corazones y les muestre el valor de la verdad y de la transparencia, de la simplicidad, de la humildad y del vacío.

Que el Don de la Cura impregne sus corazones y los libere de todo falso poder, de toda ambición que les impide ser instrumentos de la Consciencia Divina.

El  mundo necesita cura, pero ella no acontece de afuera hacia adentro. Antes de que la cura acontezca de afuera hacia adentro, ella necesita ser vivida de adentro hacia afuera; y esto ustedes ya lo saben.

La cura, hijos, es fruto del Amor y del Perdón de Dios, y ya existía desde el origen. Eso significa que, antes de cualquier error, ya existía el perdón; antes de cualquier enfermedad, ya existía la cura; antes de cualquier desvío, ya existía la redención; antes de que se manifestara la vida, existió el amor, y es a través de este amor que deben comenzar a retornar, retornar a lo que es verdadero, puro, sagrado.

Misterio entre misterios es la creación humana, porque dentro de esta creación se guarda una Voluntad de Dios aún desconocida, un movimiento creador que solo Él conoce y que le permite permanecer inmutable ante todo lo que sucede en el planeta.

El Amor de Dios no cambia, solo se multiplica, se expande. Y, a través de este Amor, el Creador sigue conduciendo a cada corazón, el Creador sigue acompañando a cada alma. Sus Ojos de águila contemplan a Sus Hijos en una profunda vigilancia, en un profundo silencio y en un profundo amor.

Sin embargo, hijos, parte de este misterio de la Consciencia Divina se guarda también en la Ley de la Dualidad, en la trascendencia de esta Ley hacia una Ley Superior, que es un Amor desconocido.

No podrán comprender todo lo que me gustaría decirles hoy, pero no tengan prisa. Solo caminen con la transparencia del corazón y permitan que la cura ingrese primero dentro de cada uno de ustedes.

Permítanse transitar por los espacios oscuros de la consciencia para depositar allí la Luz.

Permítanse ser imperfectos, sin que esto sea un gran sufrimiento, porque es en el reconocimiento de esta imperfección que nacerá la posibilidad  de que la cura ingrese dentro de ustedes.

Mientras esconden sus errores de sí mismos, no permiten que la Gracia los colme. Por eso, no tengan miedo de ver, crean en el amor que será capaz de transformar todos los espacios, curar todas las heridas, transformar todas las miserias.

Crean en la Misericordia. Crean en el Perdón. Crean, hijos, que antes, mucho antes de cualquier error, el Perdón ya existía.

¿Será que Dios espera verlos perfectos?

¿Por qué el Creador manifestó el Perdón, la Cura, la Gracia?

Y cuando ellos ya no fueron suficientes para interceder por la humanidad, Él se manifestó a Sí mismo en el seno de la vida e hizo surgir la Misericordia; porque existe una Voluntad en el centro del Corazón de Dios que solo Él conoce, y existe un potencial en el centro del corazón humano que solo Dios conoce.

Y ese potencial no existe solo para ser conocido por los hombres, sino también para ser vivido; y en eso yace su misterio: en vivir aún sin saber, en ser en la simplicidad de la entrega, del servicio, de la donación de sí mismos.

Esas son las llaves para encontrar ese potencial y dejar que él crezca.

Por eso hoy, les traigo el Don de la Cura, para que aprendan a ser y no busquen saber, sino vivir.

No busquen vivir lo que otros viven, busquen vivir el potencial que habita dentro de ustedes y que se expande, crece, se expresa a través de la donación de sí, de la entrega y de la revelación del Amor de Dios.

Tienen Mi bendición para esto.

Su padre y amigo,

San José Castísimo            

 

Al final del Mensaje semanal, San José realizó la consagración de la Eucaristía, transmitiendo las siguientes Palabras:

Y cuando el Creador se manifestó en la materia, en el seno de Su Creación, para renovar a cada uno de Sus Hijos, para transformar la condición humana y concederles una nueva oportunidad, Dios se hizo no solo carne, sino también pan y vino.

Y así como se manifestó como Hombre entre los hombres, se manifestó como pan dentro de los hombres, como Cuerpo en su cuerpo y Sangre en su sangre, porque Su Amor extremo lo llevaba no solo a habitar en la Tierra, sino también en Sus Criaturas.

Por eso, manifestando esta Voluntad, que no era solo Suya, sino también de Su Padre, Jesús tomó el pan, lo elevó y se unió profundamente a Dios como un solo Amor, una sola Voluntad, un solo Cuerpo, una sola Alma; y el Padre, a través de Cristo, transustanció el pan y lo transformó en una parte viva de Su Sagrado Cuerpo.

Así, Cristo lo partió, así como Dios se partió a Sí mismo en el inicio de la Creación. Y el Creador se ofrecía a Sí mismo en el pan que Cristo le daba a Sus compañeros, diciéndoles: "Tomen y coman todos de Él, porque este es Mi Cuerpo que será entregado por ustedes".


Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Amén.


Luego, Cristo tomó el Cáliz y lo elevó, y como símbolo de la vida que fluye entre las dimensiones, la vida que anima a la Conciencia Divina, el Creador, el Padre unido al Hijo en un solo Amor, una sola Voluntad, un solo Propósito, transustanció el vino en la Sangre de Cristo, y la vida que fluía por la Sangre del Hijo se unió a la vida que surgía del Corazón del Padre; transustanció el vino en la Sangre de Cristo para que las criaturas volvieran a vivir a través del Amor Divino y no perdieran la oportunidad de renovar ese Amor.

Allí nació la Fuente de la Divina Misericordia, en la Sangre de Cristo unida a la Sangre de Dios, que se derramaba y se repartía a todas las criaturas en aquel tiempo y en todos los tiempos, en todos los siglos hasta hoy.

Y así, el Señor ofreció el Cáliz a Sus discípulos, diciéndoles: "Tomen y beban todos de él, porque esta es Mi Sangre, Sangre de la Nueva y Eterna Alianza, que será derramada por ustedes para el perdón de todas las faltas. Hagan esto en Mi memoria, hasta Mi Retorno al mundo".


Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Te alabamos, Señor, y te bendecimos.
Amén.


He aquí el Cuerpo y la Sangre de Cristo, la primera manifestación de la cura, del perdón, de la redención, que tocaba no solo la consciencia humana, sino también el cuerpo, la sangre, las células y los átomos, la vida en todas sus dimensiones.

He aquí el Amor de Dios manifestado en todo lo que vive y respira. Esto, hijos, es el Cuerpo y la Sangre de Cristo.


Oración: Padre Nuestro.


Anunciamos la paz.


Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa,
pero una Palabra Tuya bastará para sanarme.
Amén.


Les dejo Mi Paz.

En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.