Viernes, 15 de abril de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN LA CIUDAD DE PORTO ALEGRE, RS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Hijos:

Ya los instruí mucho sobre el camino espiritual y la forma de llegar a la plenitud en él. Ustedes ya tienen muchas instrucciones, incluso casi prácticas, de cómo recorrer ese camino. Ahora, Mis amados, depende de la elección de cada uno la vivencia de esos principios.

Lo que los apartará del enemigo es la humildad y el profundo amor que sean capaces de vivir. Hoy el adversario de Dios está muy cerca de los corazones que buscan la luz y él intentará de todas formas apagar la llama que ilumina sus pasos, su camino.

Por eso, hijos, no hay más tiempo para ingenuidades. No confundan ser ingenuos con ser puros, porque la pureza está plena de sabiduría, mientras que la ingenuidad es fruto de la inmadurez, incluso espiritual, de los seres. Aquel que es sabio vive en sí los principios de Dios y vence a la oscuridad, siendo él mismo portador de la luz.

En estos tiempos en el que todo está permitido para la prueba final de las consciencias, la única fortaleza y el único refugio de todos será la vivencia de la Verdad.

Cuando viven en Dios y lo translucen, ustedes desarman los planes del adversario por la potencia propia del amor. Pero si aún se resisten y se dejan llevar por las influencias de este mundo, con pequeñas intenciones de engrandecerse a sí mismos, caerán una y otra vez en las trampas y confusiones del enemigo.

Acuérdense, hijos: su fortaleza debe ser la vivencia de la Enseñanza; su testimonio debe ser vivo.

Sé del esfuerzo y de la voluntad de todos en persistir y por eso les digo esas cosas, porque aún hay mucho que desconocen sobre ustedes mismos.

El potencial está en el interior de todos, pero, para encontrarlo y desarrollarlo, necesitan decidir despojarse de todo lo que los colma de sí mismos y de las cosas del mundo, porque es siendo nada, incluso invisibles para ustedes mismos, que tendrán verdadero eco en el mundo.

En una tierra de orgullos y vanidades, el corazón humilde resplandece sin percibirlo.

Guarden en el corazón lo que les digo y desenvuelvan Mi enseñanza en la consciencia.

Su padre e instructor,

San José Castísimo