Miércoles, 9 de marzo de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Queridos compañeros de Mi Casto Corazón:

El mundo aún agoniza y las primeras contracciones del parto planetario convulsionan a las almas y a los espíritus más frágiles, cuyas deudas para con Dios son mayores y, a veces, impagables.

Muchos están padeciendo espiritual y físicamente las secuelas de las acciones seculares que dejaron, en los éteres de la vida planetaria, muchos desequilibrios y muchas heridas. Las guerras y los conflictos de hoy, sobre todo en Medio Oriente y en África, son frutos de un odio y de un ansia del terror ya arraigados en la consciencia de ciertas naciones.

La falsa creencia de que, por la sumisión y por el sufrimiento, algunos pueden imponer sus propias ideas como verdades, quedó grabada en la consciencia profunda de ciertos espacios del planeta, y eso le da libre acceso y libre acción a las fuerzas del caos para que establezcan su reinado.

La única forma de equilibrar todo eso es la vivencia absoluta del amor y el triunfo de ese amor sobre las atrocidades, las torturas y los padecimientos.

Así como Cristo demostró Su unión con Dios por medio del perdón que entregó a los hombres que lo colocaron en la Cruz después de haberlo martirizado cuanto pudieron; así como demostró que Él estaba unido a la Verdad porque era capaz de vivir el amor sin necesidad de gloria ni de reconocimientos, de esta forma, hijos, deben vivir en este mundo.

La Verdad se demuestra en la vivencia del amor.

Está en la Verdad, no aquel que impone la propia voluntad y que por la manipulación concreta lo que quiere; está en la Verdad aquel que se mantiene en Dios y vive todas las pruebas dispuestas por la vida como oportunidad de vivir el amor y el perdón, humilde y dignamente, como Cristo.

Aquel que comprende la entrega de Jesús y Su transformación en Cristo no es el que proclama Su Nombre y repite Sus Palabras, es el que sigue Sus pasos y comulga con Él no solo para encontrar la paz, sino para fundirse con Cristo y estar en Él, eternamente.

Para equilibrar los males del mundo, ustedes tendrán que ser como Cristo. Tendrán que ser Nuevos Cristos renovados por la unión absoluta con el Hijo de Dios. En esta aspiración no está la ambición ni el orgullo, está la Verdad.

Orgullo, hijos, no es querer unirse a Cristo; es ignorar Su Verdad, es negar Su ejemplo y dudar de la Perfección de Dios, menospreciando el propio potencial como criaturas provenientes de la Consciencia Divina.

Sepan que la unión con Cristo no es fruto de los méritos personales ni del propio potencial, sino que es fruto de la Perfección de Dios, porque Él los creó con la posibilidad de vivir el amor desde el principio.

Su padre e instructor,

San José Castísimo