Martes, 4 de octubre de 2016

Mensajes mensuales
MENSAJE ESPECIAL DE CRISTO JESÚS GLORIFICADO, TRANSMITIDO PARA LA 39.ª MARATÓN DE LA DIVINA MISERICORDIA, EN LA CIUDAD DE SAN PABLO, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN

Estamos en adoración al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Estoy orando por ustedes, para que Mis rebaños se fortalezcan y sean semillas de Luz para el nuevo tiempo.

Quiero que estén descalzos de todo para que puedan ver los nuevos tiempos y así los puedan enfrentar como el Universo lo prevé.

Hoy estoy aquí entre ustedes, pero también estoy con Mis compañeros de Centroamérica.

Mi Corazón también se entristece al no haber podido llegar a ese lugar, en donde Mi Misericordia es necesaria. Y esto demuestra, compañeros, que no sólo pienso en ustedes sino en el mundo, en el mundo que sufre y padece.

Recuerdan que meses atrás los llevé a un desierto para que todos pudieran ingresar y aprender a vivir la austeridad del corazón y del alma, soportando las corrientes que vienen al planeta para purificarlo y transformarlo.

En ese desierto Yo les di una llave para que pudieran abrir una nueva puerta, llave que aún no han encontrado, porque no saben dónde la han dejado.

La deposité en sus manos para que pudieran abrir la puerta hacia el sendero del corazón, para que sus corazones pudieran amar, aceptar cada día más y no querer comprender, sino abrazar con fe y fervor lo que el Universo les envía de tiempo en tiempo.

Yo Soy esa Consciencia que todo lo reconstruye, día y noche. Soy ese Espíritu que busca entre ustedes la igualdad y no la abundancia, sino lo justo, el equilibrio.

He decidido estar en esta ciudad de San Pablo para recordarles a Mis compañeros que Mi Proyecto debe cumplirse, al igual que el Proyecto de Mi Madre, porque son ideas profundas e íntimas del Padre Celestial.

Él, que está en los Cielos, a través de Nuestros Sagrados Corazones les proporciona la Verdad y transmite el Llamado.

No permitan que el Llamado no se cumpla. Esfuércense para que pueda cumplirse por encima de todo.

Ustedes deben sentirse parte de una sola hermandad. Y deben permitir que esa hermandad emerja a través de sus corazones y no de los lazos de la mente.

Necesito que sean verdaderos todo el tiempo para poder soportar lo que vendrá a sus vidas y a la humanidad.

No vengo aquí para hacerles perder su tiempo ni tampoco su trabajo. Yo estoy en todos los lugares y en todos los momentos cuando Me lo permiten y Me abren la puerta de sus corazones.

Yo vengo como esa Luz Infinita al mundo, para iluminarlo, para mostrar el camino que muchos no consiguen ver en el horizonte.

Por eso he decidido estar aquí con Mis más antiguos compañeros de esta ciudad de San Pablo, para que acepten vivir el nuevo tiempo y la nueva convocatoria que les trae el Universo a través de nuestras Sagradas Voces.

No duerman como Simón Pedro y los Apóstoles en el Monte Getsemaní.

Abran sus ojos y vean a Su Maestro en vigilia y oración, pues el tiempo más difícil se aproxima, y esto no es motivo para generar miedo, sino para que sean conscientes y puedan desactivar la ilusión que ciega a muchas consciencias, no solo en la vida material sino también en la vida espiritual.

Así vengo a disipar las tinieblas para que sus corazones estén iluminados y puedan sentirme y verme en ustedes todo el tiempo.

Quisiera que el paso que ustedes deben dar, antiguos compañeros de San Pablo, pueda ser el mismo que dieron Mis queridos compañeros de Belo Horizonte cuando ellos, sin pensar nada ni desear nada, Me recibieron en adoración y Gloria en la simplicidad del corazón y de la oración.

Les entregué Mi Corazón para que aprendieran a cuidarlo y a amarlo cada día más en el Santísimo. Les di una Casa para que siempre Me vinieran a adorar y a contemplar, para que encontraran consuelo, regocijo y alivio.

¿Cuántos de ustedes han venido a verme?, y cuánto tiempo Yo los he esperado en el silencio de la Casa de Adoración.

¿Cuándo, alguna vez, sus ojos y sus corazones desearon verme y no mirar otras cosas, las cosas que ofrece este mundo?

El trabajo no sólo se encuentra en la vida material, trabajo que los ocupa para que puedan sobrevivir, como el hombre que ara la tierra para sembrar y tener frutos.

Pero ustedes, compañeros, antiguos compañeros de San Pablo, ¿se han dado cuenta de que se detuvieron en el tiempo y dejaron de seguirme?

No vengo a reclamarles nada, pero sí a mostrarles la Verdad a través de Mi Corazón.

Ese Núcleo sagrado que les ha dado la Divinidad debe estar vivo para este tiempo final no solo en las obras, sino también en lo que el Universo les ofrece como espiritual.

Nuevamente abro Mis Brazos hacia ustedes y les ofrezco el abrazo de Mi Corazón Glorificado para que renueven sus votos en el nombre del amor y de la unidad, para que vivan en Mí y Me encuentren, y ya no pierdan tiempo, porque el tiempo se acaba.

Vengo a confiarles, junto a Mi Madre, el legado y la obra que Nuestros Sagrados Corazones deberán realizar en Centroamérica, y una vez más, les repetimos: abran su corazón y donen, donen con amor y no por obligación, porque el Padre todo lo ve.

Recuerden la parábola de la pobre y humilde mujer que fue al Templo y que no tenía nada, tan solo un centésimo y, con todo su corazón y su fe, lo entregó como ofrenda a Dios, que era más que aquello que los hombres, que se decían sabios y ricos, entregaban en joyas y dinero para vanagloriarse.

Entre estos dos, compañeros, ¿quién ha alcanzado la santidad y la salvación?

Los méritos no están en la vida material, sino en sus corazones. Es el corazón el que dona y se renueva todo el tiempo.

No venimos a pedirles cosas imposibles, mas sí lo que es posible para ustedes. No malinterpreten Nuestras Palabras, pero sí apelamos, compañeros, a que en esta Maratón se unan a Mi Verdad, para que puedan vivir en Ella y la adopten como un emblema de Luz.

Ustedes deben ser Mis columnas de Luz en el mundo, así como tantas otras consciencias.

Al igual que Mi Madre, pero en otro Cielo, Me encuentro orando por esta Sagrada Misión a Centroamérica. Y después de todo lo que les he dado, con tanta Misericordia y Amor sin restricciones, quiero sentir en Mi Corazón que sus vidas internas crecieron y no sus bienes.

Quien está Conmigo debe vivir en la fidelidad todo el tiempo. Cada uno en su grado y en su despertar.

Abracen esta cruz que hoy les traigo y cárguenla con valentía y coraje. Es esa cruz que pesa en el mundo, y la que Yo reparto entre Mis compañeros para que Me ayuden a aliviar a millones de almas, como las de Centroamérica, que necesitan de Mi Paz y de la paz de sus corazones.

Estoy en adoración a Dios, al Supremo, al Infinito y al Máximo. De la Fuente traigo estas Palabras y las transmito con Mi clara Voz para que las comprendan.

La hora indica un gran paso para todos. Conságrense a Mi Corazón misericordioso, y vivirán en Mi Paz.

Dichosos los que adoran y aman al Santísimo del Altar.

Bienaventurados los que viven Mi Misericordia y la difunden en el mundo con obras de paz y de caridad, con obras de bien y de hermandad.

En su donación se encuentra su liberación. En su entrega se encuentra su alivio y la unión Conmigo para siempre.

Les dejo Mi Sagrado Corazón como un símbolo de sacrificio.

Que Mi Corazón sea contemplado en esta Maratón como algo importante, como la Luz que guía las almas y a todas las vidas del planeta, como el escudo contra toda adversidad y prueba.

Este es el Corazón que renueva y trae la fe, la esperanza para todos, en este tiempo final.

No sientan pena por lo que les he dicho, sientan regocijo y gratitud todo el tiempo, porque así estarán creciendo en consciencia verdaderamente.

Alégrense y vívanme en esta Maratón.

Que su fuego interior les permita vivir la trascendencia y el despertar de sus consciencias a Mi Llamado.

Tómense de Mi Mano y síganme, aún hay mucho que hacer por esta humanidad y por este planeta.

Los bendigo y espero su respuesta para con esta Misión por las almas que sufren en Centroamérica.

Sean caritativos y misericordiosos, porque así el Padre Eterno se alegrará al ver a Sus hijos cumpliendo Sus Obras con esfuerzo y en unidad.

En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén