Miércoles, 18 de abril de 2018

Aparición de San José, en el Centro Mariano de Figueira, Minas Gerais, Brasil, a la vidente Hermana Lucía de Jesús

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Que la Bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo esté sobre ustedes.

Les hablo desde donde el tiempo no existe, donde solo hay unidad entre las criaturas y Dios.

Y a esa dimensión de la cual Yo provengo es adonde los quiero llevar, para que puedan percibir la evolución en la Tierra de una forma diferente, para que puedan percibir la Vida como ella es.

Por un instante dejen que su corazón se una al Mío, que sus ojos se unan a Mis ojos para que contemplen Conmigo este mundo, así como Yo lo veo.

Yo miro al mundo y veo almas buscando el despertar. Veo corazones tan distantes de Dios y de la verdad, que hacen padecer a la propia consciencia por su ignorancia, sin saber que la cura y el camino se encuentran dentro de sí mismos y que con un simple cambio de actitud pueden tornarse otros.

Yo miro al mundo y veo a los compañeros de Dios tantas veces confundidos por la vida en la Tierra, por su apariencia, por su ilusión.

Muchos se preguntan: “¿y quién estará en este mundo sin sumergirse en esta ilusión?, ¿cómo permanecer en la Verdad?”.

Para conocer la Verdad, hijos, necesitan amarla, amarla con todo su corazón, desear estar en ella y estar cansados de tantas ilusiones, de tantos equívocos, de tantos tropiezos.

Esta vida tiene algo único para enseñarle a toda la humanidad; porque todos los que hoy viven en la Tierra fueron convocados para vivir este ciclo. Algunos, como su última oportunidad de redención, y otros, como el último paso necesario para cruzar los portales de un nuevo ciclo evolutivo, en el que ya no necesitarán estar tan enredados en las cosas de la Tierra, porque servirán a la Creación de otra forma.

Yo miro al mundo y también encuentro corazones sinceros que luchan sinceramente con su condición humana, pero su amor por la vida superior aún no es suficiente; porque si no esa batalla no necesitaría ser tan grande.

Todavía aman mucho a las cosas de la Tierra y nutren aquellos aspectos de la consciencia que desearían disfrutar de esa vida de una forma tan humana.

Y cuando les digo humana, les hablo de la humanidad que se creó en este mundo, distante de Dios, y no de lo que el ser humano en verdad es y debería expresar, como fue pensado por el Padre en el principio.

Todos ya saben, hijos, que lo que le falta a este mundo es amor, un amor dirigido hacia la Verdad, un amor dirigido hacia el lugar correcto.

No les puedo decir que no saben amar, porque para eso fueron creados. Sería como decir que una tijera no sabe cortar, que un cucharón no logra retener el agua; así sería decir que el corazón humano no sabe amar, porque sabe, pero su voluntad se desvió y su corazón ama a todas las cosas menos a aquella que sería la más importante, que es la Voluntad de Dios, Su Propósito y Su Plan.

Lo que ustedes aman aún es la voluntad propia y todo aquello que corresponde a esa voluntad.

Aman a aquellos que les son queridos, porque actúan como ustedes quieren. Aman aquellas cosas que les gustan, las Instrucciones que resuenan en sus corazones. Aman la Verdad cuando ella corresponde a la propia voluntad; y cuando Dios les envía algo diferente, para corregir sus caminos y redirigir su amor hacia el lugar correcto, ya no saben amar y creen que no pueden hacerlo, que no pueden sentir amor por aquello que no creen, que no les gusta, que no les conviene.

Pero, hoy, Yo les digo que el corazón humano puede amar todas las cosas, todas.

Puede amar la vida y también puede amar a aquellos que la destruyen, para darle una oportunidad al prójimo de perdón y de redención.

Pueden amar encontrar a Dios en lo alto de los montes; amar la plenitud que es estar con el Padre. Pero también pueden amar a Dios a los pies de la Cruz, derrumbados en el suelo con el peso del madero en sus espaldas; ese es el corazón humano.

El corazón humano puede amar cuando el Padre les habla a través de Sus Mensajeros sobre los misterios celestiales, los Espejos del Cosmos, la unión con la naturaleza, la unidad y la paz. Pero también puede amar cuando Dios les pide ser otros, hacer los esfuerzos que no quieren, ser de una forma que piensan que no saben ser.

Yo miro desde Cielo hacia el mundo y veo cómo el Amor más puro de Dios se pierde dentro de los hombres, cómo el mayor tesoro divino que se expresó en la belleza de la naturaleza, se expresó en cada detalle de la creación de este planeta, en la perfección de cada parte que compone al ser humano, desde su menor partícula hasta su espíritu.

El ser humano es un pequeño creador, tan semejante a su Padre y Señor; pero no se conoce a sí mismo.

Si quieren conocer, hijos, deben comenzar por reconocer la propia ignorancia y, sabiéndose ignorantes, despierten la humildad para que el Padre les pueda enseñar lo que ustedes verdaderamente son, para qué fueron creados y porqué están viviendo todo lo que viven en esta Tierra, cuál es la razón de estos ciclos, cuál es la razón de la existencia humana.

Todo eso tiene una respuesta, una respuesta que el Soplo Divino espera ardientemente poder entregarles, porque no hay nada tan esperado por Dios, como el retorno de Sus hijos a Su Corazón.

¿Y saben lo que es ese retorno?

No es que las criaturas dejarán de existir y se tornarán una partícula luminosa que retornará a la Consciencia Divina. Las criaturas seguirán existiendo, pero se reconocerán parte de Dios y se expresarán como Él, pensarán en Él, vivirán en Él, serán Él. Y Su Corazón, que parecía estar tan distante de toda criatura, despertará en cada ser y manifestará Su Infinito.

Él, que está en todas las cosas, será visible a través de Sus hijos. Ya no habrá individuos sino partes vivas de Dios, que renuevan Su Creación todos los días a través del amor que se supera a sí mismo en un ciclo eterno, incesante.

¿Les parece imposible lo que Yo les digo?

Pero hoy, hijos, eso es lo que Yo vengo a decirles, porque llegó la hora de dejar un poco de lado las mezquindades de esta vida para buscar un poco de esa Verdad; llegó la hora de dejar que Dios los haga de nuevo, por dentro y por fuera, que el corazón humano retorne al Padre y el Padre retorne al corazón humano.

Yo miro al mundo y veo a Dios queriendo expresarse en Sus criaturas.

Yo miro al mundo y veo al Padre esperando la respuesta de Sus hijos, esperando que lo más importante no sea un empleo, el dinero, la comodidad, los fines de semana; porque el Padre está donde el tiempo no existe y, poco a poco, el tiempo dejará de existir aquí, porque Él vendrá para habitar en los hombres.

Sé que muchos escucharán Mis palabras y no sabrán qué hacer con eso. Si tan solo aspiran a vivirlas, a saber la verdad sobre ustedes mismos, en la profundidad de una ciencia espiritual totalmente desconocida para los hombres. Si apenas reflexionaran que lo más importante en este tiempo es que las almas puedan despertar y que, si ustedes no pueden responder al llamado de Dios, le den la oportunidad a aquellos que sí pueden hacerlo, lo hagan.

Porque el Padre primero habitará en los que dicen “sí” y a través de esos despertará a todos los hombres, disolverá la ilusión y atraerá Su Verdad a este mundo.

Pero para eso, hijos, es necesario anunciar, difundir y dar a conocer la Presencia Divina. Es necesario amar, colocar el corazón disponible al amor, a pesar de sus dificultades y limitaciones.

Antes de conocer lo que es ilimitado deben rendirse a Dios.

Porque si no se rinden a Aquello que es Infinito, siempre se golpearán con el techo de sus limitaciones cuando se intenten elevar, porque quieren hacerlo por ustedes mismos.

Ríndanse. Ríndanse todos los días. Díganle “no” a la condición humana. Díganle “no” a aquello que los hace desistir, retroceder, permanecer en el punto en el que están.

Y clamen, clámenle al Padre para que se exprese dentro de ustedes. Clamen para que Su Verdad sea viva y que la ilusión desaparezca de sus células.

Clamen para que sus átomos expresen el infinito que ellos son, que desde ellos se expanda la semejanza con el Padre, que desde ellos renazcan en vida.

Clamen, esfuércense por ser diferentes. Y Dios, que está ávido por responder a Sus hijos, los escuchará.

Así como Mis ojos, los Ojos del Padre están puestos sobre la Tierra, esperando el mínimo movimiento de Sus criaturas para establecer Su Paz, Su Reino y Su Presencia en este mundo.

Crean en lo que les digo y tengan fe en una nueva vida.

A pesar de toda la purificación humana, planetaria, universal, tengan fe en una nueva vida.

No dejen que el sufrimiento y el miedo de sus huesos les hagan creer que apenas son esa condición humana. Tengan fe en una nueva vida.

Comulguen del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, consagrados por Su Presencia espiritual en el altar y tengan fe en que Él es la Nueva Vida.

Dejen que la Eucaristía sea como un bálsamo que ingresa en sus células y despierta el Dios que habita dentro de ustedes. Porque, de una forma muy misteriosa, Él ingresa en sus cuerpos e impregna sus consciencias, pero solo manifiesta Su Verdad cuando ustedes tiene fe en que Él es la Verdad.

De esta forma los bendigo, consagrando estos elementos en el altar, por la potestad que Dios Me concedió a través de la Paternidad de Su Hijo, con el auxilio de los ángeles y de los Arcángeles que traen el Rayo y el Don de la Transubstanciación hacia este lugar, estos elementos se transforman.

Comulguen de ellos y tengan fe en la nueva vida, en el Nuevo Hombre, en la nueva consciencia que, hoy les digo, es Aquella que se manifestó en el principio de todo, y de la cual, un día, ustedes se perdieron.

Aquello que les es nuevo, en realidad es la única verdad que deberían manifestar y vivir.

Crean y tengan fe en que esa verdad los aguarda, aguarda que la busquen, que la amen, no solo con el pensamiento, que la amen con el corazón, que la amen con consciencia; consciencia que se manifiesta en sus acciones, en sus formas de vivir, de tratar a sus hermanos, de estar en el mundo; así se expresa el amor.

Eso era lo que Yo les quería decir hoy.

Y que Mis palabras se tornen vida. Tengan fe y crean que este Verbo proviene de Dios, a pesar de que se manifiesta a través de una boca humana.

El Señor tiene muchos misterios y por diferentes caminos llega a Sus hijos, hasta que todas las criaturas le abran la puerta y dejen que Él se manifieste en sus seres.

Con esto los bendigo, bendigo sus vidas, sus familias y este altar, para que se torne digno de la Presencia de Cristo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Les agradezco.

San José Castísimo