Viernes, 6 de junio de 2014

Maratón de la Divina Misericordia
APARICIÓN DE CRISTO JESÚS DURANTE LA 11ª MARATÓN DE LA DIVINA MISERICORDIA, EN LA CIUDAD DE ÁVILA, ESPAÑA, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN

Mirad ahora Mi Sagrado Corazón Misericordioso, altamente reparado por vuestras oraciones y súplicas, liberado de las espinas que los hombres Me colocan, derramando Luz y Misericordia sobre aquellos que lo han invocado.

Mirad Mi Sagrado Corazón Glorificado, Él es la Fuente para vuestra Reparación y Redención.

Mirad Mi Sagrado Corazón, él es la Fuente que los bañará y los saciará; lavará vuestras heridas y re-encenderá vuestros espíritus a través del Amor de Dios, Don perfecto para este tiempo, el que siempre deberán buscar, a pesar de las circunstancias de la vida.

Hoy les traigo la manifestación de Mi Corazón Sagrado, Corazón que espera pulsar en sus corazones para que las puertas del infierno sean cerradas sobre el mundo, más se abran puertas de los Cielos en las moradas de todos los hijos de Dios.

En esta tarde de Misericordia y Piedad, renazcan a través de la presencia de los ángeles, comulguen a través de los ángeles con el Ministerio de Mi Cuerpo Eucarístico, con Mi Sangre preciosísima y sagrada, códigos perfectos que re-ordenarán sus vidas y darán la Paz para aquellos que más la buscan. Por eso, sigan los caminos que Yo les estoy mostrando.

Sepan, queridos compañeros Míos, que todas las almas no recorrerán el mismo camino; Dios les ha dado desde el principio la libertad, pero eso deberá terminar porque las almas deberán vivir en la Voluntad de Mi Señor.

Yo no les prometo la felicidad para este tiempo, si les prometo la eternidad y el amor para el próximo tiempo. Están cruzando juntos el umbral de la transición; el Portal que está abierto es pequeño, aquel que los conducirá a la Tierra Prometida que tanto buscan, que es la tierra del corazón, del amor eterno, de la unidad perfecta con Dios, para cada uno de ustedes.

Pero no teman por aquellos que quedarán atrás, Yo vendré a buscarlos en la hora precisa; cada alma tiene su tiempo para dar los pasos hacia el Señor. Por eso, los necesito fuertes y disponibles, atentos a los pedidos del Cielo, para que en el momento correcto sus voluntades se unan a la Voluntad de Dios; desaparezcan de sus corazones la propiedad y el control, para que en verdad, en el fin de los tiempos puedan convertirse en Mis servidores plenos, puedan convertirse en almas libres de sus propias voluntades y decisiones.

Algunos, en este último tiempo, deberán sufrir; por eso, oren mucho, oren mucho, porque están a tiempo, así como lo han hecho durante estos dos días, así podrán ver en el horizonte, Mis compañeros, los signos que Yo revelaré para el mundo. Pero solo los verán los ojos abiertos en la Fe, a través del sentimiento puro y amoroso que cada alma pueda construir en su corazón.

Yo necesito de servidores plenos para que Mis Obras en la Tierra puedan dar los frutos, ya no sean los frutos que se descomponen en la cesta, sean semillas para la nueva humanidad, que germinarán y darán frutos para el futuro, darán alimento a través de sus espíritus para aquellos que nunca conocieron a Dios, especialmente para los que se han negado a vivirlo.

Por eso, hoy les traigo Mi Corazón Glorificado, muestra de honra y de amor para el mundo, aquella Luz que brilla perpetuamente en ustedes y que quiere indicarles los pasos seguros en la grandeza de este Plan de Amor de Dios.

Nadie podrá cumplir la Obra del Padre si no está unido a su hermano de camino. Esta Obra de fin de tiempo deberá ser cumplida por más de dos discípulos, todos los corazones deberán unirse para poder dar la gran respuesta al Universo, el gran si que Dios espera desde hace mucho tiempo.

En cuanto las almas aún siguen ofendiendo al Altísimo, principalmente aquellas que viven la vida material y se olvidan de la vida espiritual, Mis Rayos Misericordiosos se derraman sobre esas criaturas, para que ellas, algún día, puedan ser partícipes del Reino de Dios. ¿Ustedes saben lo que esto significa? Esta es la prueba de Mi confirmación, es la respuesta por la respuesta que ustedes Me han dado a través de sus oraciones y súplicas.

Intento construir en el final de este tiempo, templos dedicados a la vida de la oración, moradas disponibles para acoger a los corazones heridos, porque es necesaria mucha cura en este tiempo, principalmente para aquellos que no entienden los Planes de Dios.

Me honra bendecir a las almas que se consagran de forma diferente, porque a los Ojos de Dios sus espíritus viven la misma consagración. En el Cielo las almas se consagran como bienaventuradas, en la Tierra las almas se consagran como redimidas. Este es el primer paso hacia la santidad, la santificación del corazón y de la vida, instrumentos dispuestos a servir al Creador como esencia de vida, como camino espiritual en esta o en la otra vida.

Por eso, todo lo que construyen en esta vida tiene un gran valor a los Ojos del Creador. Todo lo que reciben en sus caminos, sea alegría o sea tristeza, perturbación o desolación, gracia o misericordia, todo esto es contemplado en los Ojos del Creador. Él intenta enseñarles, compañeros, que a través de Mi Corazón, a través de un sacrificio semejante al Mío, ustedes pueden dar los pasos hacia la definitiva consagración del corazón.

Nada más vale en este tiempo que su filiación con el Altísimo; si alcanzaran a vivir esta ley, la ley de la filiación, la ley de los hijos de Dios, todo estará dicho y de esta forma estará consumado, porque vivirán en Mi Corazón y Yo viviré en ustedes.

Que Mis Palabras de Sabiduría y Amor sirvan de confortación para sus vidas, aliento para seguir adelante, esperanza para poder dar los pasos y misericordia para reconciliarse con el Señor.

A pesar de que muchos de ustedes, al igual que la humanidad, son grandes deudores a la Creación, Yo traigo Mi Misericordia para saldar esas deudas.

Mis amados, Mis compañeros, vean que Mi Corazón Misericordioso no ve las faltas, sino ve la belleza que Dios dejó sembrado en sus internos; es la morada del Reino de Dios, busquen esa morada todo el tiempo, no se cansen por lo que viven en sus vidas, que su consuelo sea la morada del Creador.

Ya llegó el tiempo, Mis compañeros y amigos, que vivan en la Unidad con Dios y creen, dentro de ustedes, esa columna que los unirá al Altísimo; por los méritos que genera la oración, todo será posible.

A pesar de Mis grandes tareas universales, Mi Corazón en esta tarde les dedica este tiempo sagrado para que sus almas puedan sentirse acariciadas por Mis Manos; abrazadas por Mis Brazos paternales, cerca de Mi Corazón pulsante, para que puedan escuchar Mi Misericordia, Mi Piedad y Mi Amor eterno, que borrará sus heridas, su pasado, y así, podrán renacer como espíritus nuevos, siervos del Señor, colaboradores del Plan Mayor.

Y a pesar de lo que puedan escuchar en este último tiempo, de donde venga el mensaje o la palabra, Yo les pido que no se sorprendan, que no cierren sus corazones, porque sin percibirlo, podrán cerrar el corazón a Mi Morada eterna. Que las pruebas que vendrán sirvan de fortaleza y, especialmente, de confirmación como apóstoles de Cristo, eso es lo que más importa en este momento: cumplir con Mi Voluntad Divina.

Necesito de sus brazos y de sus manos; necesito de sus pies para poder caminar sobre el mundo, especialmente, necesito de sus corazones para derramar Mi infinita Misericordia.

En esta tarde confirmaré Mi Presencia a través de la bendición de estos hijos que se han animado a seguir Mis pasos crísticos de una forma simple y humilde, porque así es como Yo lo deseo; que no sean grandes almas desarrolladas, sino almas que sirven a Dios en la simplicidad y sacrificio; así, serán igual a los apóstoles de aquel tiempo y reconocerán dentro de ustedes cómo vivir el camino de Cristo.

En cada consagración diré una oración para que la bendición se establezca entre el Cielo y la Tierra.

Participaré honradamente de esta consagración, porque así verán cómo es que Yo quiero las cosas simples.

Ábranse para sentir más allá de esta consagración, para que puedan sentir Mi Amor manifestado en este plano. 

 

En ese momento comienza la ceremonia de dos hermanos que se consagran a la vida monástica dentro de la Orden Gracia Misericordia. Para cada uno de los hermanos que se postran delante de Nuestro Señor para ser bendecidos, Cristo recita una oración:

 

Que el Sol ilumine tus caminos para que en el futuro próximo él sea tu morada, el regreso a la Casa de Dios, al Infinito.

Que esta llama que encenderán, represente la Luz del Espíritu Santo, aquella que iluminará los pasos del servidor y del discípulo, dará alivio en los momentos difíciles y aliento para las pruebas, para que a través de esta Luz del Espíritu Santo, los pasos sean dados en el camino del Señor, de la Cristificación.

Bajo el mismo Sol que nos rige, en este y en otros Universos, la Estrella poderosa de Mi Corazón Misericordioso bendice a las almas que se deciden a vivir en el Señor, porque el propósito definitivo para este mundo es que sean uno Conmigo, en el Reino del Señor.

En esta tarde de alegría y de misericordia, ahora bendeciré a los hijos de María.

Que vengan a abrazarme internamente.

Expiraste Jesús,
pero Tu Muerte hizo brotar un manantial de Vida para las almas,
y el océano de Tu Misericordia inundó al mundo entero.
¡Oh, Fuente de Vida, Insondable Misericordia Divina!
Inunda al mundo entero derramando sobre nosotros
hasta Tu última gota de sangre.
Amén.

 

Dejo para la Orden Gracia Misericordia la fuerza de Mi Corazón para este momento, la convicción interior de que todo estará bien porque está bajo la Voluntad de Mi Padre.

Rebaño amado, no se dispersen de Mi Camino, mas únanse como uno solo alrededor del Cenáculo de Mi Corazón, para que Yo los pueda calentar y confortar, darles Mi Amor y Mi Paz.

Por esta oportunidad que Me han dado de llegar aquí, a España, e irradiar Mi Amor y Misericordia para Europa, agradezco en nombre de la Santísima Trinidad, de la mayor Fuente de Amor, y en nombre del Inmaculado Corazón de María, por haber abierto las puertas para esta peregrinación.

Que este recuerdo de todos los eventos sucedidos en las diferentes naciones de Europa quede guardado en sus memorias como una fuerza superior que los alentará al fin de los tiempos.

Que la Gracia de Dios permanezca en sus corazones, para siempre. ¡Aleluya, Aleluya!

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.