Sábado, 31 de marzo de 2018

Sagrada Semana
APARICIÓN DE CRISTO JESÚS GLORIFICADO EN EL SÉPTIMO DÍA DE LA SAGRADA SEMANA, EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Que la Luz de Mi Corazón y de Mi Espíritu esté presente en ustedes.

Que esta Luz perdure a través de los tiempos y de las formas.

Que esta Luz penetre en lo que es corrupto para poder transformarlo. Y así, la materia sea transfigurada por la Luz Glorificada de su Maestro y Señor.

Que sus almas recuperen la alegría de vivir en Dios, porque ha llegado el Sábado de Gloria, en donde su Maestro está reunido con ustedes en compañía de las santas mujeres de Jerusalén, hoy bienaventuradas en el Universo.

De nuevo, hoy llamo a Mis hijas, las que me sirven en Mi ceremonia. Llamo a las Auxiliadoras de la Divina Misericordia, para que en este Sábado de Gloria estén a los Pies de su Señor; Quien hoy muestra las Llagas de Su Costado, de Sus Manos y de Sus Pies, transfiguradas por Su Túnica de Luz; que en el resplandor de Su Espíritu y en compañía de las santas mujeres viene a renovar este Misterio de la Luz de Dios en todas las esencias del mundo, a pesar de sus errores y de sus pecados.

Hoy, su Maestro y Señor está trabajando con los infiernos de este mundo. Este es el motivo de encender las velas, en representación de la Obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Que las Madres de la Orden también vengan aquí porque son Mis santas mujeres. Que aproximen la ofrenda del aceite que han traído para su Maestro y Señor.

Y ahora, quiero que todas las almas se aproximen a Mí en espíritu, para reverenciar este glorificado momento, en donde el Hijo de Dios, resucitado y transfigurado, viene a sumergirse en los abismos de la Tierra, para rescatar a las esencias del mundo y hacerlas dignas ante el Señor.

Están delante de la Consciencia Divina de Cristo, y aunque esto no sea completamente comprendido, es un Misterio que está siendo revelado a partir de este día y después de todos los hechos sucedidos como de todos los méritos alcanzados por su Maestro y Señor, hace más de dos mil años atrás.

Están ante un acontecimiento nuevo, están ante la Divinidad de Cristo, que es la Luz de Dios para el mundo y para las almas. Esta es la Luz que nunca se apagará en los que creen en Mí, porque a pesar de lo que vivan o de lo que atraviesen, la Luz de la Divinidad de Cristo los resucitará en Espíritu para traerlos a la nueva vida.

El Sagrado Cuerpo del Señor ya no está reposando en el Sepulcro. Ahora Él camina por el mundo con toda Su Consciencia y Divinidad, a fin de buscar la Luz de los nuevos Cristos, de los que testimoniarán Mi Presencia en el fin de estos tiempos y se unirán como hermanos en sagrada comunidad a pesar de sus creencias, de sus religiones o de sus nacionalidades.

Este es el momento, compañeros míos, de que ante la Divinidad poderosa de Cristo, manifestada como la Luz del Padre Eterno, todos ustedes sean Uno en Mí, para que Yo Sea en ustedes, en profunda igualdad. Este es un misterio que la humanidad hasta los tiempos de hoy no ha conocido

Hoy se cumple una de las tantas promesas, reveladas por los ángeles de Dios en el Huerto de Getsemaní durante Mi difícil agonía. Esto fue lo que me alentó a seguir adelante:entregar Mi Ser y toda Mi Consciencia por ustedes, a pesar de los padecimientos y de todas las pruebas vividas a través de todos los tiempos, en todos los ministerios de la Iglesia y de sus generaciones, a pesar de todas las ofensas recibidas y de las flagelaciones vividas en Mi Corazón Espiritual.

Hoy están ante la Divinidad de Cristo, que es uno de los grandes Misterios de Dios que viene a ayudar al mundo para poder rescatarlo; a fin de que existan nuevas comunidades Luz, colmadas de seres crísticos que vivan la paz y sean ejemplo del bien y de la hermandad, para que los tesoros del Padre sean concedidos a todas las almas, independientemente de su despertar y de su amor.

Hoy, vigilen junto a las santas mujeres y adoren la Divinidad de Cristo, presente y manifestada en la Fuente Espiritual en donde todo se redime, todo se transforma, porque las almas confían en el Sagrado Corazón de Jesús.

Ante la Divinidad de Cristo, que los ilumina y los hace partícipes de la comunión eterna, entreguen ahora su divinidad a su Maestro y Señor; para que Ella sea elevada en ofrenda y en revelación de este Sagrado Misterio de Amor, presente en todos los Tabernáculos de la Tierra.

Están ante el Sagrario Luminoso de Cristo, delante de la Esencia Primordial de Dios, manifestada en la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Hoy, el Universo se une a la Tierra a pesar de los errores, y la Luz de la Divinidad de Cristo penetra en la Tierra, llegando a los más profundos abismos de la consciencia humana para reparar las faltas graves y perdonar los graves cometidos realizados por todas las almas que se apartaron de su luz interior.

Hoy están ante la Divinidad de Cristo que ha Resucitado en Gloria, y la llama profunda del Amor de Dios se expande en los corazones de este mundo a fin de que despierten a su realidad interior, a su verdadera esencia.

Hoy no hay nada que impida este acontecimiento porque delante de la Divinidad de Cristo, sus corazones se abren como nuevos Tabernáculos para que sean depositarios de la Luz del Señor, que viene a santificar sus vidas en un profundo Misterio de Consagración.

Repitamos:


Yo acepto, Señor, Tu Divinidad y Espíritu

para que Tu Obra se realice en el Planeta, Amén. (x8)


Y ahora sientan cómo Mi Divinidad desciende a sus almas y el gozo del Espíritu de Dios se instala en sus seres, fortaleciendo esta comunión con el Altísimo y con toda la Vida Suprema.

No pierdan la esperanza. No pierdan la alegría. Nunca dejen de sonreír a pesar de sus pruebas, miserias o dificultades. Afirmen sus vidas en la Sagrada Divinidad de Cristo para que la Tierra sea repoblada por el sagrado Espíritu de la Paz, por la sagrada Fuente Femenina que a todo nutre y cuida, que a todo protege y resguarda en sus sagrados brazos maternales.

Así como Yo le entregué Mi Madre a Juan, hoy les entrego a Mi poderosa Madre, para que Ella cuide de su Divinidad, de todas las esencias que en estos tiempos deben caminar en dirección a Cristo, para ser un solo Ser y una sola Consciencia.

Adoren, como las santas mujeres hoy presentes, este momento, para que todo sea luminosamente transformado, así como la Sagrada Divinidad de Cristo lo espera en todas las almas participantes de Su Iglesia Celestial.

Ofrezcamos ahora, compañeros, ante esta Sagrada Divinidad del Señor, el Misterio más importante de todos los tiempos: la Eucaristía, para que sus cuerpos más materiales comulguen de la Divinidad de Cristo.

Que las Madres de esta Orden eleven el óleo hacia el Señor, para que su Maestro lo bendiga.


Adonai, Padre Altísimo, Amor inconmensurable e infinito, que has testimoniado Tu Presencia incondicional por intermedio de Tu Hijo, que Te entregaste en Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad para todo este planeta y esta humanidad.

Que una chispa de Tu Espíritu, Fuente de Tu Divinidad Inmaterial, consagre estos aceites, a fin de que Mis hijas y Madres unjan a sus hijos cuando estén enfermos de forma física o espiritual. Para que sus almas sean curadas, las llagas sean cicatrizadas y se establezca, Amado Señor, el Reino Infinito de Tu Amor, por todos los méritos que He alcanzado, por todos los padecimientos que He sufrido, por la Resurrección de Tu Hijo.

En Tu Nombre, Amado Señor, Yo bendigo este elemento, fruto de los árboles y de Tu Creación. En Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén


Incienso y agua.

Padre Nuestro…

Nos ponemos de pie para esta consagración.

Que esta agua renueve el compromiso de la maternidad y de la alianza con cada hijo, porque a pesar de que puedan existir padecimientos, pruebas o desafíos; Mi Divinidad siempre las fortalecerá en este sagrado desafío de cuidar y de proteger a sus semejantes.

Que hoy la Señora del Universo las bendiga, Fuente Sagrada Femenina de lo Inmaculado y Maternal.

Alabado seas, Señor, por los que hoy serán sacramentados.

Alabado seas, Señor, por los que hoy serán bautizados y encenderán en sí mismos la Divinidad de Cristo; reconociendo en su interior el compromiso, la vivencia de la Divina Voluntad de Dios. Que por intermedio de estas almas que hoy recibirán el Sacramento, tanto en el Bautismo como en la Eucaristía, muchas más almas sean iluminadas por el ofrecimiento de Tu Hijo ante la Fuente Sagrada de Su Divinidad, que todo lo repara y todo lo cura.

Que el Señor bendiga esta agua como Fuente de renovación y de limpieza del pasado, para que despierten los frutos llamados “Talentos de Dios” en aquellos que hoy participan de Tu Comunión interna por intermedio de Tu Hijo. Amén.

El Cordero de Dios ha sido inmolado y ahora está vivo. Dichosos serán los que comulguen de Él en esta Sagrada Cena. En Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Hijas, Yo las bendigo como a las santas mujeres de Jerusalén, para que tengan fuerza interior para poder seguirme y siempre recuerden que esperaré por su respuesta ante Mi Sagrado Llamado.

Y ahora, todos descenderemos a los pies de este altar para que ustedes respondan, compañeros, a un pedido especial que hoy hace su Maestro, ante el Misterio de Su Divinidad que hoy es revelada profundamente a sus almas, y así, se puede volver a vivir la comunión con Dios.

Los esperaré mientras se preparan en oración, para que por intermedio de esta canción, que hoy he escogido especialmente, más divinidades despierten en las almas que deben salir de la ilusión del mundo para encontrar la vida eterna.

Vamos en peregrinación.

Las auxiliadoras pueden estar aquí, a los pies del palco.

Todos Me siguen.

Ahora, las auxiliadoras van a dar tres pasos hacia atrás y allí se van a colocar las Madres.

Y ahora, compañeros, que están formados como deseo, entonarán esa canción para que la Divinidad de Cristo pueda ser expandida por todo el planeta desde este Centro Mariano, para todas las almas y los corazones del mundo.

No temerán por lo que podrán sentir. Si Yo estoy presente nada les sucederá, solo podrán sentir la alegría de servirme.

Les agradezco por estar Conmigo en Mi Divinidad.

En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.