La Voz de Cristo Jesús:
He aquí el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, celebrando este momento con la humanidad y con todos los pueblos de la Tierra.
He aquí Quien ha dado origen a todo lo creado.
He aquí el Hijo que padeció por ustedes.
He aquí el Espíritu Santo que descendió en Pentecostés a traerle al mundo la Gracia de Dios.
Están ante el misterio de los Cielos, la revelación de la Santísima Trinidad, presente en Sus Tres Personas, para dar testimonio ante el mundo de que se debe cumplir la Voluntad de Dios hasta el fin de los días.
Ahora, escuchen la Voz del Padre.
La Voz del Padre Eterno:
Yo Soy el Principio y Soy el Fin. Quien vive en Mí, Yo vivo en él y nunca nada le faltará.
Le pido al mundo que escuche la Voz del Padre y que la torne propia para que germinen las semillas de Su Reino.
Queridos hijos de Mi Creación, no se olviden del Propósito. Todo tiene una finalidad para Mí y a ustedes les restará cumplir Mis Designios para que toda la Creación los bendiga y haga de este tiempo un tiempo de Justicia, en el que todo deberá ser reparado.
Escuchen la Voz de Aquel que dio origen a todo lo que nace de una Fuente Inmaterial, que esparce rayos por todo lo creado, para que las virtudes divinas se cumplan en todos los planos y en todas sus manifestaciones.
He venido con Mi Hijo a revivir este momento, en el que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se hacen pequeños en la Eucaristía y se dan a las almas, infinitamente.
Que el mundo corrija sus caminos para ser merecedor de la Misericordia del Altísimo.
Que recapaciten las consciencias y asuman la misión que han venido a cumplir en esta Tierra, porque así el Plan descenderá y no quedará solamente en los Universos Superiores.
Ustedes deben ser testigos, hijos Míos, de este Plan. Y esto primero comenzará en ustedes con la transformación de sus vidas, con la consagración de sus almas, con la elevación de sus espíritus.
Así como vine al encuentro de Moisés, hoy vengo a ustedes, a reunir a Mis tribus sagradas en los cuatro puntos de la Tierra y prepararlas para el gran momento del Retorno de Mi Hijo.
Que las almas sean dignas de este momento y reciban al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como una bendición, para que este planeta cuente con sucesores del Proyecto de Dios, porque es necesario que Mis Designios se cumplan en todas las razas y en todos los pueblos. Aún tengo Designios importantes para las almas, de todo lo que debe cumplirse en este mundo.
Vivan este momento como el último y háganlo parte de sí, en Comunión Trina con el Único.
La Voz de Cristo Jesús:
Queridos compañeros, Mi Padre quisiera decirles muchas cosas más. El mundo debe escuchar la Verdad y no temerle, porque aún hay tiempo para convertirse y realizar en la vida de cada ser el principio del Propósito de Dios.
Sientan la insondable Presencia del Espíritu Santo y cómo el Santo Espíritu emana Su infinita realidad, haciendo a las almas partícipes de esta Comunión Trina.
Hoy, no solamente el Hijo se entrega al mundo, sino también el Padre y el Espíritu Santo.
Sabemos que nadie comprenderá lo que esto significa; porque, así como en este día todo sucede en el Cielo, también todo sucede en la Tierra, y uniendo los tiempos de Dios se establece una condición especial en el espíritu, en la mente y en los cuerpos.
Tienen que saber que núcleos más profundos están siendo trabajados porque, mientras el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están aquí, el mundo entero estará siendo ayudado en su proceso de redención en los próximos tiempos.
Hoy, el Hijo Amado ha venido con el Padre y el Espíritu Santo para volver a instituir Su Legado en la Tierra y, de esa forma, renovar los tiempos y las consciencias con el sagrado oficio de la Eucaristía.
Benditos sean los que hoy revivan la Pasión de Cristo en el Santísimo Sacramento del Altar, porque año tras año más almas despiertan y la ignorancia humana se va debilitando, al reinar el Amor de Dios y Su Presencia en los corazones.
Quisiera, detrás de los sacerdotes, a todas las madres de esta Orden[1]; a los pies de este escenario, a todos los consagrados del monasterio; después de los consagrados, a los adoradores[2] y por último a las auxiliadoras[3] de Mi Divina Misericordia.
Vengo, en este día, a expandir definitivamente Mi Obra en el mundo. Sé que no sabrán lo que esto significa, porque el mundo es muy inmaduro. Solo coloquen Mis Designios en sus corazones para que su Maestro pueda obrar en este tiempo y en la humanidad.
En este momento, quisiera que todas las madres tuvieran una vela encendida para estar en vigilia Conmigo.
En este Jueves Santo, hemos llegado a un momento definitivo de la humanidad y también llegamos al comienzo de un nuevo tiempo, en el que todo se desatará.
Ahora, quisiera a los sacerdotes alrededor de esta mesa.
Hoy, el Hijo se ofrece de nuevo ante el Padre y el Espíritu Santo en este sacrificio y viene a testimoniar, nuevamente, el Legado de Su Pasión por intermedio de este ejercicio espiritual, en el que las almas aquí presentes y las almas del mundo participarán de este Sacramento Espiritual.
Bendeciremos esta mesa, así como Dios lo manda. De esta forma, los ángeles transustanciarán los elementos y las consciencias que estén abiertas a recibirlos.
Padre del Amor y de la Misericordia,
que hoy estás presente con Tu Hijo y Tus hijos
en la sagrada compañía del Espíritu Santo,
bendice este momento y este lugar,
así como a todos los que participan,
dándole honor y gloria a Tu Presencia Infinita,
como un acto de reparación,
de reconciliación y de perdón
por todos los pecados del mundo
cometidos hasta el presente.
Que Tus Manos, Padre,
santifiquen todo lo que has creado
a imagen y semejanza de Tu Amor.
Y que esta agua, derramada hoy,
eleve a las consciencias en profunda comunión
con la donación de Mi humilde Corazón.
Amén.
Hoy, el Señor bendice el aceite con el que será ungido espiritualmente por Sus hijos, para que las Llagas del Señor sean cicatrizadas después de Su profunda agonía y martirio. Antes de que Él resucite, el Domingo de Pascua, será ungido por Sus hijos como un símbolo de expiación.
Hoy, Mis discípulos Me ofrecen el agua con la que su Maestro y Pastor les lavará sus manos para esta cena, a fin de que se borren los pecados en todo el mundo para que triunfe el Amor de Dios.
Mientras el Señor les lava sus manos, también repara y alivia sus corazones, trae la paz y la alegría de servir y encomienda a Sus discípulos al Reino de Dios; trayendo la cura para el alma, el gozo de vivir en Mí y de estar junto a Mí en este Propósito.
Llegó el momento del sacrificio del Hijo del Hombre, cuando Él se hace presente en el pan y en el vino, testimoniando así el universo de Su Amor por todas las criaturas de Su Padre.
En aquel tiempo y antes de ser entregado, Me reuní con los Míos; tomé el pan, lo elevé a Dios, di gracias y descendió la Santísima Trinidad. Luego, lo partí, lo volví a colocar en la cesta y les dije a los apóstoles: “Tomen y coman todos de Él, porque este es Mi Cuerpo que será entregado por ustedes para el perdón de los pecados”.
Al concluir la Comunión con Mi Cuerpo, su Redentor tomó el Cáliz, lo elevó, dio gracias a Dios y dijo: “Tomen y beban todos de Él, porque este es el Cáliz de Mi Sangre, Sangre de la Alianza Nueva y Eterna que será derramada por su Maestro y Señor en expiación de las faltas”. Y, mirándolos a los ojos, les dije: “Hagan esto en Mi memoria hasta el fin de los días, hasta que Yo retorne al mundo”.
Tomen y beban del Cáliz de la santidad. Que la preciosa Sangre los lave y que el Espíritu del Sagrado Cordero los colme para que no sientan que algo les falta, sino para que estén colmados del Espíritu de Dios.
Y así, el Señor sella esta Eucaristía entre hermanos y consciencias al servicio de Dios.
Repitan ahora la oración del Ángel de la Paz:
Santísima Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo,
presente en todos los Sagrarios de la Tierra,
en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
con que Él es ofendido.
Y, por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón
y del Inmaculado Corazón de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén.
Hoy, el Señor lleva en Su Corazón la oferta de Sus hijos.
En este momento, el Padre recoge el amor de Sus criaturas, haciendo solemne este Legado que el Cordero de Dios les entregó, en memoria de todos Sus méritos, de todos Sus padecimientos, haciendo triunfar la Poderosa Sangre de Jesús y la Sublime Eucaristía en los corazones del mundo.
Hoy, quiero que celebren esta Cena, no como una agonía, sino como una victoria, porque su Señor ya padeció por ustedes. Él ha resucitado y viene a dar testimonio de Amor al mundo.
Mientras los ángeles están presentes aquí, que sus voces se eleven, como una sola voz, en alabanza y en gloria, haciendo vivo este recogimiento en unión al Sagrado Corazón.
En este día, he escogido una canción que atrae, como una lluvia incesante, las Gracias de Dios hacia la Tierra. Me refiero a “Lluvias de Amor”.
Pongámonos de pie, para que sea el Padre quien sienta el amor de Sus hijos y para que Su confianza esté nuevamente en este planeta.
Yo los bendigo en esta noche de paz, en este día de júbilo, en esta tarde de Misericordia.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
[1] Orden Gracia Misericordia, OGM.
[2] Rama civil de los Adoradores del Cuerpo Eucarístico de Cristo, de la OGM.
[3] Rama civil de las Auxiliadoras de la Divina Misericordia de Jesús, de la OGM.
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más