APARICIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN PALERMO, SICILIA, ITALIA, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Hoy vengo a entregar Mi mayor Amor al planeta, a la humanidad, a Italia.

Vengo con el Amor de Dios a encontrarlos y a sostenerlos, a través del Amor del Padre, para que vivan su tiempo de purificación, el tiempo de la redención que Mi Hijo aspira a ver en ustedes.

He venido a través de esta peregrinación al sur de Italia, para traer a Mis hijos lo que ellos necesitan, porque una Madre, en el Amor insondable de Dios, sabe lo que sus hijos necesitan en esta hora.

Hijos Míos, Yo los necesito tener en Mis brazos para que puedan ser colmados por el Amor de Dios.

Un Amor que los liberará del sufrimiento, de toda culpa y de todo pecado.

El Amor de Dios es más fuerte que toda maldad o ceguera humana. El Amor de Dios que hoy les traigo, a través de Mi Corazón maternal, les dará la paz y los retirará del cautiverio espiritual en el cual se pueden encontrar en este momento.

A través de Mi Corazón Maternal, hijos Míos, Yo los llevo al Amor de Dios, porque en el Amor de Dios no hay oscuridad, no hay adversidad, no hay miedo. 

Yo les traigo el Amor de Dios para que aprendan a superar el fin de los tiempos porque en el Amor de Dios, ustedes estarán en armonía, en equilibrio interior, estarán en una profunda paz.

A través del Amor de Dios, hijos Míos, Yo vengo a abrir los ojos de sus consciencias para que sus almas en este tiempo se animen a seguir a Dios conforme a Sus Mandamientos y a Su Voluntad.

Por medio del Amor de Dios no solo les prometo la salvación, el fin del cautiverio espiritual, sino también les prometo, hijos Míos, el Reino de los Cielos por medio de un sincero arrepentimiento de corazón por todas las acciones cometidas en este lugar, en su pueblo, en su historia y a través de los últimos tiempos.

Yo les vengo a ofrecer el Amor porque en el Amor de Dios no hay sufrimiento; encontrarán alegría, fortaleza e ímpetu de conversión.

Yo les ofrezco, hijos Míos, a través de Mi Corazón Inmaculado, el Amor de la Fuente del Padre que hoy se presenta en Italia para que esta nación y todo su pueblo sean bañados por la Misericordia de Dios y es en la Misericordia, hijos Míos, viviendo la Misericordia de Dios y siendo misericordiosos en cada momento que percibirán muy claramente y con total consciencia que deberán cambiar por el bien de Dios, por el bien de su tierra, de su pueblo, de toda la humanidad.

En el Amor, Yo los aproximo a la Paz de Dios para que ese cambio de consciencia esté bajo un gran discernimiento y sabiduría, para que no sientan sufrimiento ni tampoco dolor en el momento de cambiar por una Voluntad mayor y única.

Como Mensajera de Dios y del Altísimo, como la Señora del Santo Rosario, la Reina de la Paz, Yo les pido, hijos Míos, que si abren sus ojos para poder ver el llamado de Dios por medio de la presencia de Su Sierva, todos sus hermanos y sus familias también escucharán en su interior el llamado de Dios, conforme Dios lo ha pensado y lo ha sostenido hasta este tiempo.

Abran su corazón, hijos Míos, para que en este momento el Amor de Dios los cure profundamente para que esta isla sea una isla de salvación, una isla de redimidos que se congreguen en el amor de Cristo para vivir la Palabra de Dios por medio de la luz del Evangelio y de los santos Sacramentos que Mi Hijo les ofrece día a día.

Revivan las Enseñanzas de Cristo y cada una de Sus Palabras para que, ustedes al igual que el pueblo que estuvo al lado de Jesús, puedan convertirse y transformarse en el modelo espiritual e interior que Dios necesita de cada uno de sus hijos de Italia.

Extendiendo Mis Manos hacia ustedes, Yo les ofrezco la Luz de Mi Corazón que es la Luz eterna de Dios, del Dios Vivo, del Dios Altísimo, del Dios del Amor que los contempla y que los reenciende dentro de Su Fuente de Piedad, de Misericordia.

Sientan entonces, hijos Míos, el abrazo de su Madre Celestial que disipa las tinieblas, que redime a los corazones siguiendo los pedidos de Cristo, Nuestro Señor.

Yo los llamo, hijos Míos, como Señora de las Lágrimas a un momento de reflexión profunda, antes de que en Italia todo se desencadene, porque en ese momento de reflexión podrán vivir su conversión, su transformación bajo el bien que les ofrece Mi Hijo por medio de Su Comunión Eucarística. 

Es así, hijos Míos, que desde Sudamérica, lugar de su Madre Celeste, llego aquí a Italia para traerles la Luz y el Amor de Dios, para que sus caminos estén limpios, sus mentes estén claras y sean movidos por el amor del corazón que habita dentro de ustedes y que debe despertar como un fuego eterno, como una fuente inacabable que se dona y que se entrega por amor.

A través del Amor de Dios, hijos Míos, Yo los bendigo y los invito a seguir Mis pasos de Sierva Fiel para que sus vidas sean un ejemplo de fraternidad y de unidad con el prójimo, de servicio y de alivio del sufrimiento.

Yo los llamo, hijos Míos, a que el servicio por los demás sea lo primordial en sus vidas para que puedan encontrar, a través de él, no sólo al Cristo Interno en el semejante, sino también la Piedad de Dios que los llevará siempre a la Misericordia y a Su Fuente.

Y les prometo que sus vidas no las reconocerán en poco tiempo, por la transformación que podrán vivir plenamente por medio del Portal de la Paz y de la Armonía que hoy abro aquí en Sicilia, para que todos Mis hijos y su historia puedan pasar por él, como alivio y cura de todo el dolor vivido en los últimos tiempos.

Yo los llamo, hijos Míos, a ser la Luz de Cristo en la Tierra por medio de un compromiso vivo con la oración del corazón.

Yo los llamo, hijos Míos, a fundar verdaderos grupos de oración, especialmente en sus familias para que el Corazón de su Madre Celestial sea el fuego que ilumine sus caminos en estos tiempos difíciles de la humanidad, para que sus familias también reciban y acojan Mi llamado.

En verdad, hijos Míos, les ofrezco un camino simple pero verdadero, es decir una última oportunidad para que toda su patria se santifique, conforme a la Voluntad de Dios y al Plan ardiente que Él desea establecer aquí.

Pero primero deberá comenzar en ustedes, hijos Míos, como ya les dije, a través de un ejemplo de verdadera conversión y de incansable servicio por el semejante.

Así impulsarán a otros corazones a que vivan el Evangelio de Mi Hijo, en la práctica de la vida diaria y no más en la teoría de sus mentes.

Quiero abrir en ustedes la Fuente del Amor de Dios. Ese es Mi propósito de hoy estar aquí y de algún día, mediante el Padre Celestial, regresar aquí para que muchos más como ustedes alcancen la luz y salgan del abismo de la consciencia porque serán elevados por el Amor y la Misericordia del Padre Celestial.

Anímense a vivir este camino para que sus familias sean una sagrada familia, al igual que la Nuestra, que las visita desde el Cielo para traerles el tiempo de la renovación y de la esperanza.

Es todo lo que hoy les quería decir.

Como Madre consagro a Italia, a través de esta consagración a este hijo Mío, que se abre cada día más para ayudar a la Madre de Dios a cumplir con el llamado y para que este llamado repercuta en cada corazón de Italia, sabiendo que hoy en este día 13 de mayo, en honor a la Señora de Fátima y del Santísimo Rosario, hoy comienza aquí, una nueva etapa para Italia, por intermedio de esta Obra que se donó a Dios por todas las naciones y los pueblos a fin de que todos conozcan el Amor de Dios.

Yo te bendigo y te consagro como Mi hijo para que muchos hijos más, de esta tierra herida pero muy santificada por Dios, se consagren algún día al inmaculado y eterno Corazón de María.

Escuchando ahora el himno de su consagración, cantaremos este himno como si fuera una profecía, la que se cumplirá en la consagración de nuevos hijos de Italia y de nuevos grupos de oración que serán parte de Mi Rosario de Luz en toda Europa.

Les agradezco, hijos Míos, por haber respondido a Mi llamado y las puertas de Mis Centros Marianos en Sudamérica están abiertas para acogerlos y recibirlos y para que encuentren, allí también, la Paz de Mi Inmaculado Corazón.

Reconsagro a Italia a Mi Corazón Maternal y a la oportunidad de vivir la Voluntad de Dios.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.