Sábado, 19 de noviembre de 2016

APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN LA CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Como un sol que ilumina las esencias y las almas, así llegamos a este mundo. Como una luz pura que proviene de una Luz Mayor, encendemos hoy sus almas, sus espíritus, sus vidas para que sean como un farol en este mundo, en esta nación y más allá de ella.

Hoy venimos como la Sagrada Familia de Nazaret para renovar el principio de las familias de este mundo. Junto al Inmaculado Corazón de María y el pequeño Corazón de Jesús, estamos aquí para tornar sagradas sus vidas, para que recuerden, una y otra vez, el verdadero arquetipo que deben manifestar como humanidad. Si aún llegamos al mundo es porque es posible, hijos, que ese arquetipo se exprese y que sean ustedes portadores de la perfección divina.

Hoy estamos aquí como una esperanza, como un aliento, porque sabemos que muchos de los corazones humanos ya perdieron la esperanza de ver manifestarse un mundo nuevo y creen que es una utopía que esta Tierra pueda consagrarse a Dios.

Miren a su alrededor y no vean solo las miserias, no vean solo la pobreza espiritual y material de los hombres, no vean solo la riqueza en las manos de unos pocos, la gran soberbia y la gran miseria del corazón humano. Miren hacia los que tienen al lado, vean cómo oran con fervor, cómo hoy abrieron las puertas del Cielo para que Aquellos que estuvieron aquí, hace más de dos mil años, pudieran regresar.

Vean así, hijos, que existe un misterio celestial que la humanidad aún no comprende. Existe un misterio interior que está oculto para ustedes mismos. La verdad está aún silenciosa, escondida en sus corazones, esa verdad que los hace invencibles y que los hace capaces de cualquier cosa. Cuando oran con fervor y cuando están unidos a Dios, pueden sentir una gota de lo que son en esencia, pueden sentir que existe un vasto universo, dentro y fuera de ustedes, que les trae grandes posibilidades de vida, de vida espiritual, de vida divina.

Como Sagrada Familia, vinimos a su encuentro para que reconozcan ese camino de retorno al Padre, para que encuentren fuerzas, fortaleza interior para perseverar en lo sagrado y difundir, a través del propio ejemplo, la vida de consagración al Padre.

La desesperanza de este mundo nace del hecho de que el caos y el mal se muestran a todos los ojos, porque ellos viven de las apariencias, del engaño, y de la mentira; y la verdad y el bien se ocultan y se muestran solo a los ojos de los puros y de aquellos que ingresan dentro del propio corazón y se esfuerzan día a día para vivirlos.

Sin embargo, una gota de luz vence a toda la obscuridad de este planeta. Un acto de amor destruye una guerra. Una oración verdadera, realizada humildemente, con la rendición del corazón humano, hace desaparecer los planes de obscuridad y no permite que ciertas cosas se manifiesten en este mundo.

Sin embargo, el corazón humano aprendió a vivir de las apariencias y solo cree en aquello que se expresa delante de sus ojos y que su mente puede comprender y comprobar. Este es el mayor engaño, hijos Míos, que vive la humanidad, porque el Misterio de Dios, como les dije, es silencioso, sin embargo es poderoso porque se une a la Consciencia del Único, Aquel que creó todas las cosas, Aquel que vence con un soplo todas las maldades de este mundo.

Con todo lo que hoy les digo, quiero aproximarlos un poco más a lo que son verdaderamente. Quiero que sientan y vivan todos los días lo que sintieron ayer y hoy cuando oraron de corazón.

Que esa esperanza de ver a Dios pueda crecer en sus vidas y, cada vez más, la oración los aproxime a la verdad y los retire de los desvíos que un día siguieron y que, como humanidad, los trajeron hasta aquí. 

A través de ustedes, hijos Míos, vinimos a curar un pasado milenario para que comprendan que, con la simplicidad de sus corazones, podemos hacer grandes milagros, que en verdad son milagros porque desconocen la verdad, porque desconocen el verdadero potencial de sus corazones. 

Muchos no creen en lo que hablamos, porque día a día se pierden en sus miserias y en la imposibilidad de perseverar en este camino. Pero, si hoy estamos aquí, hijos, es porque pueden responder a este llamado, porque pueden consagrar el suelo en el que viven y hacer triunfar el Plan de Dios.

Hoy, delante de sus ojos, somos tres, una Familia simple, humilde, que en el misterio de Su hogar transformó el destino de la humanidad y de todo el universo, de toda la Creación. Y delante de Nuestros ojos, son miles de almas simples, que aún deben develar los secretos de Dios sobre sí mismas. 

Vemos, delante de Nuestros Ojos, la transparencia de sus espíritus y de sus corazones, la posibilidad de que Dios manifieste Su Plan en la Tierra y en todo el cosmos, la posibilidad de que se termine esta espera que toda la Creación vive de ver triunfar el Amor Divino.

Delante de Nuestros ojos, contemplamos sus esencias, contemplamos el potencial de Amor que un día se expresó en la Cruz y que hoy se debe expresar en el calvario de este mundo.

Un día, el Amor divino emergió del Corazón de un Hombre, que hoy, delante de ustedes, se expresa como un niño. Ese Amor nació de Su esfuerzo, de Su sacrificio, de la lucha en la que Él venció contra Sí mismo y contra todo el mal.

Ahora, hijos, el universo aguarda que ese mismo Amor pueda nacer de sus esencias, por su esfuerzo, por la entrega diaria de su sacrificio, por su perseverancia en vencerse a sí mismos en las cosas más simples, porque no les pediré grandes cosas, no les pediré grandes martirios, flagelación, coronación de espinas ni muerte en la cruz.

Yo les pediré que amen a sus hermanos como son, que digan no a toda ira, a toda crítica, a todo juicio de valor.

Yo les pediré que renuncien, un poco cada día, a los placeres y distracciones de este mundo. Yo les pediré que ofrezcan su purificación y que no reclamen tanto cuando, en verdad, reciben todo de Dios.

Yo les pediré que sean más agradecidos y que, de rodillas, oren a Dios todos los días, agradeciendo al Padre por las Gracias que recibieron y pidiéndole por aquellos que nada tienen, ni en el cuerpo ni en el espíritu; pidiéndole por los que son ignorantes, por los indiferentes, por los Reinos de la Naturaleza. Yo les pediré que ayuden a esos Reinos, que oren por ellos, que oren con ellos, que los sirvan, que los respeten como Creaciones de Dios, como portadores de la Presencia Divina en el mundo, que aprendan con ellos un amor también único, que multiplica el amor que existe en sus almas. 

Yo les pediré, hijos, que cada día entreguen algo de sí mismos por el prójimo. Es de esa forma que se carga la cruz del mundo.

Con estas cosas tan simples, los conduzco a Dios. Sé que, aun así, a pesar de la simplicidad de Mis Palabras, en este tiempo es difícil vencer la condición humana. Por eso es que estamos aquí, por eso es que todos los días les entregamos tantas Gracias, tantas bendiciones, les damos tantas oportunidades de levantarse de cada caída. Es por eso que Nuestras Manos están siempre extendidas hacia la humanidad y que, a pesar de la flagelación que aún vive el Corazón de Dios por las acciones humanas, el Creador aún Nos permite llegar a este mundo.

Pero les pido de corazón, con la humildad de Mi Corazón Divino, que perseveren, que reconozcan sus dificultades, pero que no se aferren a ellas. Agárrense firmes, hijos, a esas instancias en las que un amor puro puede surgir de adentro de ustedes. 

Y, de esa forma, ayúdenos a liberar a este mundo de todos los errores del pasado. Con estas acciones tan simples, convierten los errores de ayer. Cuando aman y aceptan a sus hermanos, están equilibrando todas las faltas cometidas ayer por la incomprensión del corazón humano, por su imposibilidad de aceptar las diferentes culturas y expresiones de las almas.

El misterio divino es inmenso y a veces incomprensible para la mente humana. Por eso les pido que, antes de intentar comprender, experimenten y vivan todos los días esta experiencia divina de amor, sea con el prójimo, con los Reinos de la Naturaleza o en el silencio del propio corazón, o sea en una oración íntima con Dios.

Con esta instrucción tan simple, vengo a retirarlos un poco de ustedes mismos, para que así se pueda ampliar la liberación de este mundo, de esta nación y de todos los seres que hoy Nos escuchan. Porque los corazones Nos llevan más allá de este lugar, cada hogar que Nos abre la puerta, abre también la puerta de su nación y ofrece a la humanidad una oportunidad más de llegar a Dios.

Ahora les pediré que canten y clamen por la paz, para que se abran los portales del Reino de Dios y que aquello que vinimos a hacer en este mundo pueda ser hecho, no solo por Nosotros, sino por la intercesión del corazón humano. Clamen por paz para todas las almas, para todos los Reinos, para todo el planeta.

Cántico.

Y hoy les ofrezco la mayor liberación y salvación de este mundo y de todo el universo que es el Cuerpo y la Sangre de Mi Hijo, entregado por ustedes y por toda la Creación de Dios. Que esta Gracia se multiplique para todas las almas y para todos los Reinos.

Mi pequeño Hijo yergue Sus Manos y bendice estos elementos para que se conviertan en fuente de transformación para las almas y de liberación para este mundo.

Padre Nuestro (en arameo).

Que la Paz de Cristo, de María y de Mi Casto Corazón esté en sus vidas y en todo el planeta.

Les agradezco por estar aquí y por multiplicar estas Gracias para toda la humanidad. Oren, hijos, para que esta puerta de paz siga expandiéndose y ampliándose para que más almas encuentren a Dios.

Yo los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sigan en paz y con la esperanza de renacer en el espíritu y ser uno con Dios.

Les agradezco.

 

En este momento, Frei Elías del Sagrado Corazón compartió el Mensaje diario transmitido por la Virgen María en este mismo día, 19 de noviembre de 2016.