Historia de las Apariciones a la Hermana Lucía de Jesús

(Relato transmitido por la vidente en 2013)

Cuando tenía entre 5 y 6 años estaba en casa con toda mi familia reunida, conversando en uno de los cuartos. En determinado momento vi, a través de una ventana de vidrio, que había una persona en la sala, una mujer. Miré para el cuarto y comprobé que allí estaban todos mis hermanos y mis padres, yo no conocía quién era aquella persona. Enseguida vi que esa mujer miraba hacia el jardín, con la cabeza fuera de la ventana de vidrio, solo que la ventana estaba cerrada. En ese momento me di cuenta que no era una persona física. Comencé a orar el Padre Nuestro con los ojos cerrados y cuando abrí los ojos, ella no estaba más allí.

Al día siguiente le conté a mi madre lo que había sucedido y ella me dijo que hiciera la señal de la cruz y orara siempre que viera esas cosas.

Después de ese día, veía cosas y personas casi todo el tiempo. Al año siguiente desencarnó mi abuelo paterno y yo continué viéndolo siempre que iba a la casa de mi abuela. Cuando se lo contaba a mis primas ellas se asustaban mucho y un día una de mis tías se enojó conmigo; me dijo que yo estaba inventando mentiras para los otros niños. Después de eso nunca más hablé del asunto.
 

En ese tiempo comencé a orar permanentemente, porque sentía miedo de todo lo que veía luego que advertí que todos tenían miedo de esas cosas. Como mis padres trabajaban todo el día y yo estudiaba en un turno diferente al de mis hermanos, había días en los que me quedaba sola en casa y lloraba y oraba toda la tarde, hasta que alguien volvía. En esos días, como sentía miedo de estar dentro de casa sola, me sentaba en el jardín y conversaba con las plantas toda la tarde y ellas me respondían, pero nunca conté esto a nadie.

Pedí mucho a Dios para no ver más esas cosas y cuando fui creciendo las visiones fueron disminuyendo bastante hasta casi no ver nada más. Entre los 11 y los 16 años, fue un período en el que mi consciencia se volcó al mundo externo, incluso no sentía atracción por las cosas espirituales. Toda mi vida escuché a mi madre hablar de la vida espiritual. Ella tenía un grupo de oración ligado a la Comunidad Figueira, que se reunía en mi casa, pero yo nunca llegué a participar en él.

 

A los 16 años, mi vida comenzó a cambiar internamente. Nada de lo que yo vivía parecía tener sentido. No quería estudiar más, no quería salir con los amigos, no tenía ganas de hablar con nadie, pero continuaba haciendo todo como siempre. Hasta que, como no aguantaba vivir de aquella forma, le pedí a mi madre que quería conocer la Comunidad Figueira, y en enero de 2009 fui por primera vez.

Pasé diez días llorando todo el tiempo. La sensación que tenía era que había nacido y que, en algún momento de mi infancia, había perdido la memoria y comenzado a vivir una vida que no era la mía, olvidada de Dios. En aquel momento recordé todo. Y le preguntaba a Dios: “¿Cómo es que yo pasé tanto tiempo sin acordarme de Ti? ¿Cómo pude vivir lo que viví durante tanto tiempo?"

Cuando regresé a casa, en Recife, Nordeste de Brasil, comencé a participar del coral ligado a Figueira. Y un día en marzo de 2009, estaba en el centro de la ciudad, cuando mi madre me llamó para que fuera a una audición pública de las charlas de Trigueirinho que el grupo de ella estaba llevando a cabo. Y, entonces, yo fui.

Durante toda la audición yo oí una voz dentro de mí que decía: “Ve a Figueira ahora y entra en el Monasterio”. Esta frase se repitió durante una hora, el tiempo que duró la audición. Yo no tenía idea de lo que era el Monasterio, pues cuando estuve en Figueira solo vi una placa en una de las áreas que decía “Monasterio” y nada más.

Cuando terminó la audición le conté a mi madre lo que había pasado y ella estuvo de acuerdo en ayudarme para ir allá, pero cuando hablé con mis amigos, todos trataron de convencerme de que me quedara en Recife y que, por lo menos, terminara el colegio. En ese momento estaba en la mitad del tercer año de la enseñanza media y luego rendiría el examen de ingreso a la universidad. Entonces decidí quedarme.

En ese período oraba cuando conseguía quedarme sola, era casi un secreto entre Dios y yo. A principio de junio fui a un evento, organizado por mi padre, en el cual había muchas conferencias sobre diversos temas espirituales. Allí me encontré con una persona que había conocido en Figueira en enero. Esa persona me dijo que se estaba yendo a vivir a Figueira.

Cuando entré en una de las charlas de ese evento, nuevamente no conseguí escuchar nada, sino una voz dentro de mí que decía: "Ve para Figueira y entra en el Monasterio, y no es después, es ahora. Ya hablé una vez y si no hay respuesta no hablaré nunca más”.

Cuando terminó la charla, busqué a la persona que había visto y le pregunté cuándo iría a Figueira, y ella me respondió que dentro de cinco días. En esos cinco días organicé todas las cosas, salí de la escuela y viajé, junto con esa persona, a Figueira. No comprendía bien lo que estaba haciendo, pero tenía una certeza interior muy fuerte de que debía hacerlo.

Cuando llegué a Figueira, el 13 de junio de 2009, busqué a la persona que había dado una charla sobre el Monasterio, que era una monja coordinadora, y entonces fui a hacer una experiencia de una semana en el Monasterio, llamada Vivencia Monástica. Viví esos días sintiendo que en aquel lugar pasaría el resto de mi vida y no había nada dentro de mí que pensara o sintiera lo contrario. El 9 de agosto de 2009 hice los votos como aspirante.

Dentro del Monasterio la visión interna, que tenía cuando era niña, regresó. Veía situaciones durante las oraciones y charlas e incluso durante el día. En las oraciones muchas veces veía a Nuestra Señora. A veces, Ella me decía algo y otras veces no. Como no sabía muy bien de qué se trataba, al principio no se lo contaba a nadie.

Hasta que un día conversé con Trigueirinho y le conté todo lo que había vivido cuando era niña y que había vuelto a vivir cuando ingresé al Monasterio. Él me instruyó acerca de algunas cosas y me aconsejó que buscara el auxilio del Padre Pío.

Entonces pude comprender mejor lo que sucedía, también me ayudó la hermana que coordinaba el Monasterio en esa época. En ese período viví experiencias no solo con Nuestra Señora, sino también con el Padre Pío, después de pedirle su auxilio. En esas experiencias no lo veía con tanta nitidez, pero podía oír Su voz.

También dentro del Monasterio, sobre todo durante la ceremonia de comunión, comencé a tener contacto con Cristo. La mayoría de las veces oía Su voz. La primera vez que lo vi fue cuando iniciamos la contemplación del cuadro del Cristo Misericordioso. Cierta noche, la imagen del Cristo tomó vida y comenzó a pronunciar algunas palabras que yo anoté y entregué a la coordinadora del Monasterio.

Un día sentí que tenía que ir a la Colina de las Apariciones, que en esa época se llamaba Morro de Cristal. Subí al punto más alto para conversar con Nuestra Señora. Mientras oraba, vi que Su imagen aparecía por arriba de la casa de oración y venía hacia mí. Fue la primera vez que la vi, consciente de que era María. Cuando ella se aproximó no conseguía verla con detalles, pero oía Sus palabras. Le pregunté qué era lo que Ella esperaba de mí, y me respondió que quería que yo supiera que Ella me acompañaba todo el tiempo, en silencio, pero que yo sería la última en llegar a Sus brazos. Quedé con eso en mi corazón, aún sin entenderlo.

Cuando en septiembre del 2011 participamos de la primera Aparición pública en la Comunidad de Figueira, para mí fue muy fuerte. En el primer día no podía verla ni oírla. La sentía en mi corazón y tenía la certeza absoluta de que Ella estaba allí. Después, en el transcurso de las otras Apariciones, a veces podía verla, otras veces no, pero nunca escuchaba lo que Ella decía. Sentía una reverencia profunda y pasaba todo el día pensando si estaba comprendiendo que el aspecto femenino de Dios estaba viniendo hasta nosotros.

En todas las Apariciones quería permanecer de rodillas, porque era la forma que mi cuerpo manifestaba lo que sentía: “no puedo estar sentada asistiendo al descenso de Dios a la Tierra como si fuera algo normal”, pensaba. No quedaba de rodillas porque mi consciencia no me permitía hacer algo diferente de los demás hermanos allí presentes.

El 13 de noviembre de 2012, me senté para participar de la Aparición y comencé a conversar con Nuestra Señora. Le pedí que me ayudara a dar los pasos que necesitaba dar. Le dije que yo no esperaba ningún milagro, ni tampoco quería que Ella me llamara allí, al frente, pero sí quería que de alguna forma Ella me mostrara que me estaba oyendo, pues yo necesitaba Su respuesta.

Cuando Fray Elías anunció el pedido de Nuestra Señora, de que otra hermana comenzaría a verla y a oírla, mi corazón se disparó como nunca y parecía que un fuego subía desde las piernas pasando por todo el cuerpo. Me puse muy nerviosa y traté de pensar que sería cualquier otra persona, pero sabía que era yo.


El 15 de noviembre de 2012, día marcado para la primera Aparición con la Hermana Lucía, sentí un nerviosismo como si en cualquier momento me fuera a desmayar allí. Mientras oraba fui sintiendo que Nuestra Señora se aproximaba, fui siguiendo un camino hacia el Cielo, hasta que La encontré preparándose en oración para descender a la Tierra. Me senté a Su lado y oré con Ella. Era como si soñara despierta.

Cuando Ella llegó, pude verla y oírla. Sentí una paz en mi corazón como nunca había sentido. Todo el nerviosismo desapareció y no pensaba en nada más, sino en vivir aquel momento con la Reina del Cielo y de la Tierra. Después de ese día siento en mi corazón un amor muy grande y una serenidad mayor.

Cuando pienso en Nuestra Señora, retomo la paz que existe dentro de mí y salgo un poco de toda la agitación que existe hoy en el mundo y en el interior de todos nosotros. Es como si María viviera dentro de mi corazón.

Cuando el 5 de enero de 2013 Cristo Jesús realizó la primera Aparición pública, en Aurora, también pude verlo, de la misma forma como hoy veo a la Virgen María. Y siempre que participo de las transmisiones del mensaje diario, puedo verlo y acompaño con el corazón la tarea que realiza en ese momento.
 

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