Martes, 25 de diciembre de 2012

Mensajes semanales
MENSAJE PARA LA APARICIÓN EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, TRANSMITIDO POR LA VIRGEN MARÍA A FRAY ELÍAS

Queridísimos hijos:

Que este nacimiento del Redentor en vuestras vidas, represente el próximo paso de una humanidad convertida por la luz de Mi Amor y perdonada, absuelta de toda falta, por el Corazón Amoroso de Dios.

Hoy vengo una vez más a vuestras pequeñas vidas, para llevarlos al glorioso recuerdo del Nacimiento Divino de Jesús.

Cuando nosotros llegamos a Belén con José, el Esposo Castísimo, durante la madrugada de la Navidad, cuando todos los pueblos de Israel se reunían para celebrar la víspera de un nuevo tiempo, Mi Corazón aguardaba el esperado momento del nacimiento del Niño Rey.

En aquel momento, José me había colocado sobre un burro para ayudarme durante el largo camino hacia Belén. El Niño Rey, a través del llamado de José Castísimo, fue golpeando en cada una de las puertas de la ciudad, porque José aspiraba encontrar un lugar para que Mi Corazón Materno pudiera prepararse para dar a luz.

El Niño Jesús, que estaba en Mi vientre, me hacía sentir la absoluta presencia de Dios; a pesar de los dolores de parto por estar próximo el gran nacimiento del Mesías, veía a través de los ojos del Corazón cómo todo estaba siendo guiado.

José Castísimo llamó solicitando ayuda en cada lugar, pero nada encontraba; en su rostro se reflejaba serenidad, porque él confiaba en la Voluntad del Señor. La Gran Estrella de Belén estaba cada vez más encendida en el firmamento y a cada nueva señal de contracción que me daba Jesús, las luces de Belén durante la noche hacían movimientos e irradiaban destellos preciosos.

Todo estaba por suceder como el Ángel Gabriel lo había anunciado. En nuestro viaje a Belén fuimos cuidadosamente guiados y amparados por las Huestes del Señor. Después que José Castísimo buscó un sitio en donde Mi Corazón pudiera reposar, una dulce mujer anciana de Belén, nos indicó un lugar próximo a la ciudad, donde con tranquilidad podíamos permanecer todo el tiempo necesario.

Llegamos al establo y Dios Nos mostró cómo la compañía, amorosa y silenciosa, de los Reinos prepararon la Llegada del Redentor. La hora se aproximaba y José Me ayudó a descender del burro y con rapidez juntó paja con Sus Manos y la colocó sobre un lugar del establo, para que el Nacimiento pudiera acontecer. Era la primera vez que José presenciaba un nacimiento, pero Él tenía un Corazón de Padre, puro y casto.

Los ángeles se aproximaron, porque desde lo más alto de los Cielos la Estrella de Belén anunciaba, con destellos especiales, el nacimiento cercano del Mesías. Dios una vez más nos enseñó sobre el poder de Su Humildad y de Su Amor por la humanidad a través del nacimiento de Jesús en el pesebre de Belén.

La hora del nacimiento había llegado y el Espíritu de Dios se manifestaba a través del Pequeño Niño Jesús. Los planes de Dios se estaban cumpliendo y a partir de la llegada de Jesús comenzaría un nuevo ciclo.

El pesebre por algunos momentos se volvió luz para el mundo, porque allí nació el Hijo de Dios, en un lugar de humildad y de paz.

Queridos hijos: la profecía de la llegada del Mesías se cumplió con la visita de los Reyes del desierto al pesebre que, guiados por la luz de la Estrella de Belén, sabían desde hacía tiempo sobre el nacimiento de Jesús.

Después de un largo viaje los Reyes del desierto, venidos de diferentes regiones de oriente, llegaron para estar presentes ante Jesús recién nacido. En Mis brazos estaba Dios, y eso a Mi Corazón lo llenó de alegría, fe y amor por tan esperado momento. Dios permitió nacer al Niño Rey dentro de un pesebre de austeridad y simplicidad. El Padre quiso dar la lección sobre el poder del Amor Divino a través de la humildad de Su Corazón Paternal.

La venida de Jesús al mundo despertó para cada esencia el momento de vivir la redención, a través del amor sabio que Jesús más tarde reveló en Su vida pública. Dios permitió que toda la Creación aprendiera a reconocer las leyes de la paz para los momentos de transición. Jesús trajo por medio de Su nacimiento la luz para el mundo, luz que alumbra lo más oscuro de los corazones que están caídos y separados del Creador.

Dios Padre reveló, mediante el Mesías, el Amor por todo el universo.

Queridos hijos, que ustedes puedan guardar en vuestros corazones el momento importante que están viviendo para este nuevo tiempo de la humanidad. Quiero que guarden en vuestros corazones este encuentro maternal con Mi Corazón de Madre de Dios.

Espero de ustedes que reconozcan el momento especial del que vuestras vidas están participando en este ciclo. Que el nacimiento del Niño Rey en esta Navidad y en vuestras esencias, los ayude a estar fuertes en la tarea, amorosos en la donación y misericordiosos para todo el dolor humano que deberá ser curado.

Que a través de la Red Luz Universal, ustedes sean verdaderos misioneros de la caridad y del bien, para un tiempo necesitado de mucha compasión y amor.

Amen a todos vuestros hermanos a través del Niño Rey en vuestros seres. Adoren el servicio abnegado a través de la unión con Cristo. Contemplen la Creación de Dios a través del amor en cada nueva oración.

Guíen a los más desprotegidos y ausentes mediante la instrucción de Mis mensajes de amor.

Yo estoy con Mis soldados, estoy junto a los Nuevos Cristos, los anunciados por el Apocalipsis. Que esta Navidad permita hacer renacer la Paz en los que no la tienen, el Amor en los que no lo sienten, la Fe en los que la deben fortalecer y la Misericordia en los que más la necesitan. Sean bienaventurados, así ustedes estarán mas cerca de Mi Hijo.

Los ama profunda y maternalmente,

María, Madre de la Divina Concepción de la Trinidad