Viernes, 24 de febrero de 2017

Mensajes semanales
MENSAJE SEMANAL DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Cuando la Ley de Dios desciende sobre los espíritus, esa Ley es movida por Su Amor y por Su Voluntad. La Justicia Divina también es Amor.

Si un corazón no se abre por sí solo y no se deja tocar y moldear por la Divina Misericordia, para que la Ley de la Evolución no se detenga en la Creación del Padre, desciende sobre los seres Su Justicia. Pero la Justicia Divina también es Amor. La Justicia Divina no es un castigo que desciende sobre los hombres, la Justicia es lo que mueve a la Ley de la Evolución, y la que disuelve los obstáculos que impiden que las criaturas sigan creciendo. La Justicia es movida por el amor, pero no por el amor humano, no por el amor a una única criatura, sino a toda la Creación.

La Misericordia es la Ley que, por la salvación de una sola alma, coloca en riesgo a muchas otras. Por eso, todas las causas imposibles encuentran solución en la Divina Misericordia, pero para que ella actúe en una consciencia, esa consciencia necesita abrirse, pedir, clamar y rendirse, entregando todo el orgullo, la soberbia y la vanidad que ciegan sus ojos y no le permiten ver a Dios delante de sí mismo.

Cuando el ser se rinde y se humilla ante Aquel que es la propia Vida, la Misericordia actúa, y no importa el peso de sus faltas o la gravedad de sus errores: si el corazón es sincero, todo puede ser curado.

La Justicia solo llega cuando los corazones cierran sus puertas a la Divina Misericordia y prefieren seguir ciegos ante el Padre, antes que rendirse a Él verdaderamente. Y la rendición de la que les hablo no es una palabra que sale de la boca del hombre, ni siquiera un movimiento que pueda hacer su cuerpo ante un altar. Para rendirse, deben cansarse de lo que son y buscar asiduamente ser otros.

No basta entregar algo a Dios, ustedes deben hacer que su entrega llegue a Sus Manos y esforzarse para que la propia condición del error dé espacio a lo que, en verdad, deben ser.

La Justicia viene a colocarlos en el lugar que les corresponde, lugar en el que podrán observarse a sí mismos y percibir cuántas veces la Mano de Dios estuvo tendida  delante de ustedes y le dijeron “no” con sus acciones, su poca fe y su falta de esfuerzo y perseverancia verdadera.

La Justicia, hijos, no es un castigo. La Justicia es Amor; Amor que aprecia y cuida toda la Vida y coloca a cada ser donde debe estar, para que la evolución fluya en todos los niveles.

Si algún día les toca la actuación de la Justicia, no teman sino agradezcan, porque la Justicia es Amor. Permitan que esa Justicia lave sus ojos y les traiga nuevas oportunidades de crecer. Porque lo que Dios ofrece a Sus criaturas es Su Infinito Amor, y unas lo reciben por el vehículo de la Justicia y otras lo reciben por el vehículo de la Misericordia, según como abran sus corazones y dispongan sus consciencias.

Sea por la Justicia o por la Misericordia, sientan el Amor de Dios que los llama a ser otros y pidan la Gracia de cumplir Su Voluntad. Tal vez, un día, ni por la Justicia, ni por la Misericordia, Él tenga que enviarles Su Amor, porque ese Amor podrá emerger de los corazones de aquellos que se unen esencialmente a Dios; y encontrarán, en sí mismos, la semejanza con Él.

Con estas palabras, los preparo para los tiempos de Justicia y Misericordia.

Su Padre y Amigo,

San José Castísimo