Viernes, 2 de junio de 2023

Mensajes semanales
MENSAJE SEMANAL DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

¿Por qué y para qué consagrar la propia vida?

¿Qué significa para Dios que un alma consagre su vida y viva conforme a su consagración?

Un alma consagrada, hijos, es aquella que abandona el mundo en su corazón, no para ignorar la vida sobre la Tierra, sino para que la unión con Dios sea su prioridad; y, siendo así, un alma consagrada es aquella que se dispone a ser un instrumento del Creador y a llevar Su Presencia en sus acciones, palabras, sentimientos y pensamientos.

La consagración de un alma no acontece de forma inmediata cuando ella asume sus votos, sino de forma gradual cuando, día tras día, esa alma se confirma en el propósito de llevar a Dios consigo en todas las cosas de la vida.

Un alma consagrada es aquella que equilibra la indiferencia del mundo con la situación planetaria porque, en oración, esa alma es capaz de sentir cada espacio del planeta y todos los seres tienen importancia para ella, toda la vida encuentra espacio en su verbo orante.

Un alma consagrada es aquella que es consciente de que sus acciones transforman el planeta y de que su corazón transforma el corazón humano. Por eso, sirve incansablemente en el anonimato de su consagración. Ella no necesita estar en el mundo para servir al mundo, porque sabe de la amplitud de la vida espiritual y de sus misterios; y, así, sirve penetrando en esos misterios y develando en sí misma las profundidades de la vida interna.

Un alma consagrada es para Dios como el bálsamo en Sus heridas; es para Cristo como el aceite perfumado curador sobre Sus Llagas; es para María Santísima como las rosas que están en Sus Pies y tornan bella la existencia.

Un alma consagrada vive para equilibrar los desequilibrios de este mundo, para detener la Ira de Dios que tantas veces estuvo de forma inminente sobre la Tierra.

Un alma consagrada concede, con su vida, el equilibrio que la humanidad necesita para seguir recibiendo Misericordia, aunque solo merece la Justicia Divina.

Un alma consagrada le recuerda constantemente al Creador Su Propósito de Amor por la humanidad, para que no se pierda Su esperanza de ver ese Propósito manifestado.

Un alma consagrada no le teme al servicio, al sacrificio o a la entrega, porque esos fueron los pasos que Cristo dio en dirección a la renovación del Amor Divino y esos mismos pasos son a los que esa alma aspira constantemente. Ella anhela imitar a su Señor como un hijo que admira a su padre, como una esposa que acompaña a su esposo, como un amigo que está siempre al lado de su amigo, como un discípulo que se esfuerza por corresponder a su Maestro.

Así vive el alma que se consagra, en el desafío diario y constante de aprender a amar, de transformar en sí la condición humana y tornarse un instrumento en las Manos del Creador.

Ahora, les pregunto, hijos, ¿están consagrando sus vidas a Dios?

No desistan de sus caminos. No se dejen derribar por las dificultades; sino que en cada caída, con la cruz, encuentren en el Creador la fuerza y la valentía para renovar sus espíritus y seguir caminando.

Tienen Mi bendición para esto.

Su padre y amigo,

San José Castísimo