Jueves, 19 de diciembre de 2013

APARACIÓN DE SAN JOSE EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

En este día, bendigo el Centro Mariano del Niño Rey, que conmemora, en los días 24 de diciembre, su aniversario de nacimiento.

Deben preparar para el Señor un pesebre que simbolizará el Nacimiento de Cristo en toda la humanidad.

A través de Mis pequeños hijos y de la pura devoción que irradiarán a Mi Corazón, deposito en cada uno de ustedes esta semilla que despertará en este próximo 24 de diciembre.

Mis queridos, con alegría, celebren el Nacimiento del Señor y contemplen este grandioso momento en el que Él nuevamente llega a la Tierra para redimir, en espíritu y consciencia, a todos los corazones.

Yo los bendigo.

 

Hermana Lucía de Jesús:

Hoy, San José apareció todo de blanco, con una túnica blanca y un manto blanco por encima. Y, por primera vez, Él vino con Su Castísimo Corazón expuesto. Era un Corazón que pulsaba rodeado de lirios blancos e irradiaba mucha luz a cada uno de nosotros.

Mientras Él hablaba y transmitía Su Mensaje, a través de Su Corazón, de la Luz que Él irradiaba, comenzaron a aparecer imágenes del Nacimiento de Cristo. Él nos explicaba que estaba depositando, en cada uno de nosotros, esa memoria interior, que estaba transformando ese acontecimiento en una realidad para cada uno de nuestros corazones.

Cuando Él llamó a las hermanas del Centro Mariano del Niño Rey, dijo que ellas tendrían una tarea especial en este Centro Mariano, sobre todo ahora, en la Navidad. Él las llamó guardianas del Niño Rey. Cuando Él les bendijo a cada una de ellas, de Su Corazón salían lirios que aparecían sobre las orejas de las hermanas. Esos lirios llegaban a todo el Centro Mariano del Niño Rey.  

San José mostró, en Su omnipresencia, que Él también estaba allá en este día. Él traía en Sus manos una corona de lirios blancos que colocó sobre la cabeza de Pama.

La Hermana Lucía de Jesús lee el Mensaje mensual del 19 de diciembre de 2013.

 

Fray Elías del Sagrado Corazón:

Queremos compartir con los hermanos una experiencia que San José nos pidió que trasmitiéramos a todos. 

Todo lo que la Hermana Lucía vio, yo también lo pude ver, tal como ello lo relató.

Cuando San José estaba presente, Él se aproximó de una forma muy contundente. Permanecimos en silencio, acompañando ese gran momento. Entonces, Él dirigió su mirada hacia nosotros y dijo: "Verás, a través de Mí, algo que quiero mostrarles y revelarles".

San José abrió los brazos, así como lo hace nuestra Madre Divina, y comenzó a proyectar la Luz de Su Casto Corazón sobre nosotros.

En un momento, detrás de Él se abrió una puerta y, conscientemente, nos vimos trasladados a un momento de la historia de la Sagrada Familia. 

En la historia que Él nos mostraba, varios hechos se fueron dando, y Él nos fue acompañando silenciosamente y nos los hacía ver, poco a poco. 

La escena comenzó con la Sagrada Familia yendo a refugiarse en Egipto. En ese momento apareció la escena de un oasis y muchas palmeras, una fila de palmeras y, por el medio de ellas, pasaba la Sagrada Familia. Era un desierto, y cuando la Sagrada Familia pasaba por allí, las palmeras se inclinaban de forma reverente, todo el Reino Vegetal hacia este gesto.

En un momento, la Sagrada Familia se detuvo en este oasis, delante de un espejo de agua; y el Niño Jesús, de unos tres o cuatro años, estaba sentado dentro de ese espejo de agua, refrescándose un poco; mientras tanto, María estaba sentada en la orilla de este espejo de agua y San José estaba al otro lado del lago, recogiendo un poco de agua en un odre.

En ese momento, los Tres se reunieron y algo divino aconteció: el Cielo se abrió y una Luz blanca descendió sobre Ellos. Ellos mostraron Sus Tres Sagrados Corazones, que comenzaron a fundirse. Entonces se proyectó una triangulación entre los tres, un triángulo dorado que los unía, Corazón a Corazón. 

En ese momento, durante la Aparición, San José, dijo que esa fue la primera instancia en la que la humanidad estaba siendo salvada, viviendo su primer paso en la redención, a través de la Pureza que Jesús irradiaba cuando era Niño.

En otro momento, Él mostraba, cuando estaban entrando en Egipto, muchas imágenes de otros dioses que aparecían a la derecha y a la izquierda de la Sagrada Familia y que comenzaban a caer.

Todos los egipcios, que aparecían en ese momento, se enfrentaban con la Sagrada Familia, cruzaban el camino que Ellos estaban recorriendo y, tan solo por el paso de la Sagrada Familia, San José nos mostraba cómo esos hermanos también se curaban, algunos estaban enfermos físicamente, otros espiritualmente. 

Sin embargo, la Sagrada Familia llegaba a Egipto de una forma silenciosa.

En otro momento, San José nos mostró la escena de la Visitación de María, cuando María estaba visitando a Isabel. Este momento fue muy fuerte, porque desde adentro de las dos hermanas, que se reconocían, emergía el Espíritu Santo. San José nos mostró que la gestación de María y la de Isabel fueron algo sublime, algo divino, Dios no estaba encarnando solo en María.

Después de un momento, San José nos mostró cuando Jesús era bien pequeñito y Juan era un poco mayor que Jesús, la simplicidad que Ellos irradiaban era muy fuerte, pero también irradiaban la Presencia del Padre.

Otro momento que San José nos mostró y que Él nos dijo que fue otro paso que la humanidad vivió en su redención, fue cuando Jesús predicó en el templo. En aquel momento, las Palabras que Jesús pronunciaba eran transformadoras para todos aquellos seres que escuchaban a Cristo. Y San José decía que, a pesar de tener doce años, Él ya podía manifestar la Voluntad de Dios y todos los seres se transformaban rápidamente. San José dijo: "Esa fue la primera vez en la historia que Dios, hecho Carne, pudo pronunciar la Palabra de Vida a través de la Presencia de Jesús".

San José también nos fue mostrando otras escenas, y la última, que nos quedó marcada, fue cuando Jesús ya era adulto. Él dijo que esa escena se refería al momento antes de que Jesús iniciara Su vida pública. San José ya era un hombre adulto, de cabellos blancos y barba blanca.

En esa escena, Él estaba reunido con Jesús y con María, estaban viviendo un momento definitivo. San José se mostraba muy cansado, pero al mismo tiempo muy amoroso, apoyando la tarea que Jesús realizaría. Ellos se comunicaban a través de la mirada y el silencio. En ningún momento de la experiencia se hablaron físicamente, pero sí a través de un sentimiento profundo. Eso reflejaba una pureza muy fuerte en cada uno de los hechos, una pureza que no se podía resistir, que estaba más allá de nuestro control. En ese momento, San José estaba observando a Cristo, que estaba a punto de iniciar Su tarea. San José se estaba despidiendo de María y de Jesús.

Algo que San José agregó, en esta escena, fue que había podido encarnar como Patriarca, como Mensajero de Dios.

Entonces, Él nuevamente proyectó hasta nosotros Su Casto Corazón, y una energía muy superior y muy fuerte se sentía en el corazón como si fuera rasgando nuestro mundo interno. Él dijo: "En la oferta de Mi Casto Corazón, Yo puedo disolver sus dolores".