Mensaje extraordinario
MENSAJE DEL PADRE ETERNO, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Mi Presencia se replica en aquellos que Me aman.

Mi Voz hace eco en aquellos que escuchan Mi Llamado.

Estoy presente en el desierto como en el Paraíso. Estoy presente en las caídas como en los triunfos, pero Mi Silencio es lo que Me hace invisible a los ojos de los que dicen ser poderosos.

Mi Amor es como una lanza que traspasa el corazón humano, lo transverbera y lo ilumina, haciéndolo todo para Mí. Por eso, hoy estoy aquí.

Soy Quien los pensó, pero también Quien los creó.

Mi Palabra reverbera en aquellos que viven Mi Mensaje y, aun siendo imperfectos, Yo los sostengo a través de Mi Vida; porque Mi Alegría está en aquellos que Me buscan, en todos los que confían en Mí.

A cada uno le doy lo que debe aprender, lo que debe soportar y sostener, pero nunca le daré algo que no pueda sobrellevar.

Aprendan a caminar a través de aquello que alcanzaron de mejor.

No vean el universo vacío, sino lleno de experiencias de amor y de perdón.

Yo Soy la Brisa que sopla en la mañana.

Soy el Sol que nace a través de los que viven en Mi Fe.

Soy el triunfo del Amor en aquellos que se transforman.

En lo pequeño, Yo Soy Grande; y en lo grande, Soy Invisible. Esa es la tónica de Mi Humildad.

Mis Señales indican que siempre estoy aquí, y los Rayos de Mi Consciencia abrazan a los que Me invocan; porque en la aparente pérdida está el triunfo, en la resignación está la lealtad, en la obediencia está la fidelidad, en el servicio está la oportunidad de amar y de que Yo pueda gobernar sus vidas para siempre, más allá de las batallas o de las incertidumbres.

Yo necesito que sean otros, así como Mi Hijo lo Es. Él bebió del Cáliz sin temor al fracaso. Él se entregó para que todos fueran rescatados, hasta los días de hoy.

Su Reinado está en la Corona de Espinas. Su Voluntad está en Mi Cetro Divino. Su Infinito Amor está en todos, a los que Él ama incansablemente.

Y, Mis Hijos, ¿harán lo mismo?

Cada uno tiene parte Conmigo en este universo, el cual He creado con perfección para que reconozcan Mi Amor y la felicidad que Yo tengo de estar con Mis Hijos. Esa es la razón de Mi Creación. Ese es el Propósito por el cual obro y manifiesto, concreto y realizo a través de los tiempos.

Han sido llamados a vivir este tiempo. Por eso, están aquí y no en otro lugar. El Universo Creador guía a los que le obedecen.

Aún hay una Obra maravillosa por realizar, aun en estos tiempos críticos, en los que la impunidad y la indiferencia quieren sustituir al amor y a la unidad; pero no lo permitiré.

Mi Nombre está escrito en todas las dimensiones.

Mi Amor está presente en todos los seres, aun en aquellos que están lejos de Mí; porque el Amor de Mi Hijo hará triunfar la cruz de estos tiempos. Y aquellos que se aferren a la Luz Victoriosa de Cristo, no perecerán.

Hoy, los vuelvo a reunir como hace más de 2 000 años, cuando el pueblo de Israel escuchaba a los profetas y seguía las Escrituras.

Pero ahora, sus almas, para Mi Hijo, son el nuevo Libro en el cual Él espera poder escribir el nuevo triunfo de Su Amor, más allá de todas las dimensiones y consciencias, más allá de todo mal.

Él conoce sus verdaderos nombres. Ante Sus Ojos nada está oculto.

Síganlo hacia donde Él los llama a ir, porque este es el tiempo de Su Retorno.

Después de que Él vuelva, volverá Su Padre Celestial. Será más que el árbol ardiente ante Moisés, más que las aguas que se separaron para que Su sagrado pueblo pudiera ser liberado del cautiverio, más que la propia transubstanciación del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.

Vendré con el Poder del Amor de los Cielos, más que todas las alabanzas y cantos de los ángeles, más que la propia Presencia de la Hermandad.

Mi Amor, en esa hora, se multiplicará más que los panes y los peces, más que la cura que vivieron los paralíticos y ciegos, más que la propia resurrección de Lázaro y de los muertos.

Mi Amor reestablecerá las Leyes en la Tierra. Más que a todos los elementos, reuniré a todos los Reinos. Más que en el propio Cenáculo de Pentecostés, la lengua será una sola, el entendimiento dará sabiduría y la Justicia Divina reconstruirá a la Tierra, de norte a sur y de este a oeste.

Y, en ese momento, será cuando se plasmará la Cruz de la Nueva Humanidad. La síntesis se completará espiritualmente, y los últimos velos caerán de sus ojos para que puedan ver Quién Soy Yo.

Mi Amor aún sigue siendo desconocido; pero después del Retorno de Mi Hijo, todo se consumará, como lo fue en la Cruz. La ley del sufrimiento ya no existirá, las almas ya no conocerán sus dolores y sus culpas, sino que se les dará a conocer la felicidad del Reino de los Cielos que los ángeles les mostrarán.

En esa hora, resurgirá el nuevo hombre, la nueva consciencia, porque ya no estará unida a la deuda espiritual, sino a la dádiva de los Cielos.

Construyan con esperanza este gran acontecimiento, no lo busquen; espérenlo, porque llegará.

Una vez más, la hora de Mi Hijo se aproxima. Por eso, es tiempo de orar con misericordia y piedad.

Que ya no exista la guerra ni la división entre los seres.

Que ya nadie más promueva la cultura del descarte y de la indiferencia, ni siquiera con el hermano que está a su lado.

Sean merecedores de las dádivas del Cielo, porque cielo y tierra pasarán, pero Mi Mensaje permanecerá vivo en aquellos que confían en Mí.

Mi Corazón está lleno de Gracias para todos. Mis Brazos están abiertos para aquellos que quieran sentir Mi Consuelo.

En el silencio, los escucho en confesión.

Que no haya temor, sino fe.

Que no haya desconsuelo, sino esperanza.

Que no haya sufrimiento, sino liberación.

Que no haya maldad, sino amor.

Este es Mi Mensaje para los que vivirán los próximos encuentros con Mi Hijo, como una oportunidad única de estar ante el Portal de Mi Misericordia, aquel que se muestra como el Agua y la Sangre de Cristo.

Quien se alegra y los bendice, a ustedes y al mundo, por este encuentro,

Adonai
 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.