APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN BUENOS AIRES, ARGENTINA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

 

Cada nuevo ciclo que llega es para aproximarlos más a Dios. Cuanto más se aproxima la purificación del planeta y sus corazones son llamados a vivir las instrucciones divinas,  hijos, ustedes se aproximan más a Dios.

Vine al mundo a cumplir una misión: preparar la llegada de Mi Hijo a esta Tierra, pero, como en otros tiempos, no puedo estar hasta el final porque esta es Su misión y la de Su Madre Santísima. Vine a aportar al mundo los principios que aprendí de humildad, de servicio, de entrega incondicional a Dios y, sobre todo, de renuncia, porque esa es mi primera y última misión espiritual. 

Es a través del espíritu de la renuncia que fui enviado al mundo y es también a través de este espíritu que Dios Me llamó para retornar a Su sagrado y eterno Corazón. 

Cuando estuve en la Tierra, junto a Mi amado Hijo y a Mi amada esposa María, todo lo que yo quería, hijos, era permanecer al lado de Ellos, ver concretarse aquella misión, ver crecer a Mi Hijo y expresarse como el Hijo de Dios que Él era. Sin embargo Mi misión fue enseñarle a caminar, a dar Sus primeros pasos, a proteger Su nacimiento y a ver con Mis propios ojos cómo Dios se expresaba incluso a través de un niño.

Llegó un momento en el que el Creador Me llamó por el nombre, por Mi verdadero nombre y, mostrándome las puertas del Universo y del infinito de Su Corazón, Me llamó a retornar, a recorrer un camino amplio y desconocido; un camino que Me llevaría a crecer y a evolucionar como Su Hijo y, más que eso, como parte de Su Corazón, así como lo son todas las criaturas, aunque no lo sepan o no lo vivan.

Hoy, hijos, les vengo a mostrar este mismo portal hacia el Corazón de Dios que Yo vi cuando, en los brazos de María Santísima, Ella Me apuntaba al Corazón del Padre Celestial y Me decía que no tuviera miedo a lo desconocido, al infinito, a lo que era misterioso, porque el Creador era infinito Amor y Gracia. 

Hoy les presento esta puerta hacia el Cielo, porque llegó el momento de que, como almas y corazones, ustedes también adentren en este portal, también reconozcan la vida infinita que, por tanto tiempo, se ocultó de los hombres. Llegó el momento de que ustedes sepan quiénes son y lo que vinieron hacer a este mundo. Y eso acontecerá primero en los niveles del espíritu a través del silencio y de la voluntad de sus espíritus de ser otros, de encontrar la verdad, el Origen del origen.

Delante de este portal que los conduce al Cosmos, vengo a entregar sus esencias a los Pies de Dios, así como entregué a Mi pequeño Hijo para que Él se expresara como el Mesías, como el Hijo de Dios.

Quiero que ustedes amen la vida superior, amen profundizar en el conocimiento divino, descubrir y leer la historia escrita en los espejos de sus corazones y del Cosmos infinito.

Amen, hijos, preparar el retorno de su Señor al mundo, porque Él vendrá y ustedes estarán cara a cara delante de Su Sagrado Corazón.

Las profecías se cumplirán; aquello que estaba escrito saldrá de los Libros Sagrados y se tornará vida. Y aquellas palabras que se ocultaron, que la humanidad en algún momento intentó esconderlas, ellas también se revelarán porque delante del Hijo de Dios nada más estará oculto.

Sientan que Mi silencio les revelará algo más profundo. Sientan que Mi voz se silencia para dar lugar al Verbo Divino de Mi Hijo, para que Él sea conocido y exaltado, para que ustedes descubran Su existencia y puedan recibirlo en este mundo y más allá de él.

También llegará el momento en el que su Madre Divina se silenciará, pero Ella estará siempre aquí, porque Su misión es acompañar a Su Hijo hasta el último instante, hasta el establecimiento de la nueva vida, hasta que el Evangelio del nuevo tiempo, de la nueva humanidad, pueda ser escrito por intermedio de los hechos de Su retorno al mundo.

Y todo lo que Él les dirá, todo lo que ustedes vivirán junto a Él, esa historia será contada en un nuevo tiempo, en un nuevo mundo, que será este, pero con una humanidad renacida por el Amor de Dios y de Su Hijo.

El 19 de marzo de 2020, Yo vendré para bendecir las medallas de Mi Casto Corazón y siete relicarios de madera. Yo los bendeciré para los Centros Marianos que ya fueron erguidos y los que se erguirán.

Para ese tiempo, preparen Mi llegada con amor y con alegría porque, en esos relicarios, así como en las medallas de Mi Casto Corazón, depositaré todo lo que aprendí, las virtudes que viví y lo que Soy como consciencia espiritual, como Esencia que partió de la Esencia Divina y que hacia Ella retorna.

El 19 de marzo de 2021 vendré nuevamente para bendecir el libro de Mi historia llamado "Del Origen al Origen", porque en ese día ustedes ya estarán prontos para conocerla.

Ustedes no se reconocerán, así como Yo tampoco los reconoceré, porque estarán más cerca de lo que son y no de lo que hoy aparentan ser.

A la Argentina le dejo Mi Amor y Mi humildad para que aprendan, hijos, que la voluntad, como poder e impulso de Dios, solo es verdadera cuando proviene del Corazón del Padre. Rindan sus corazones a Dios y utilicen esa voluntad, que nace de sus corazones, para hacer triunfar el Corazón de Cristo, con la cabeza en el suelo y el corazón rendido delante de su Redentor.

Vivirán pruebas que forjarán dentro de ustedes la humildad, mas a través de esas pruebas llegarán a Dios, si supieran hacer de ellas la puerta para la propia santidad.

Cuando estén ante una renuncia, no teman; porque cada renuncia, cuando es vivida con amor, los conduce a Dios.

Mi Corazón y Mi Esencia provienen del Padre Creador, así como todos ustedes, pero esa verdad Yo solo la descubrí cuando renuncié a estar en este mundo para vivir una existencia mayor. 

Fue el poder de la renuncia que Me hizo retornar a Dios y aunque Mi Corazón era silencioso y para muchos desconocido, no era el conocimiento de los hombres el que Me aproximaba a Dios, sino la pureza, la humildad y la renuncia que vivió Mi Casto Corazón.

Hoy derramo sobre este país un amor infinito que es Mi amor por el corazón humano, porque se lo que él es. 

Amen a Dios por sobre todas las cosas y ámense unos a otros como Su Señor los amó: esta es la Ley para la institución de la nueva vida, es la Ley para develar los misterios celestiales.

Ustedes podrán estar ante las puertas del Cielo, podrán ver las luces que se manifestarán en la Tierra y, sin embargo, no cruzar sus portales, porque el amor no reina en sus corazones. Por eso, hijos, para conocer la Verdad y vivirla, para descubrir el Cosmos infinito que se oculta en el brillo de las estrellas y, sobre todo, para retornar al corazón de Dios, ustedes deberán amarse unos a otros y, sobre todo, a su Padre Celestial.

Si fueran humildes de corazón y fieles en las pequeñas cosas, todo les será revelado y aunque ningún mensajero de Dios les hable, en el silencio de sus corazones una voz mayor resonará, porque el propio Creador encontrará en ustedes Su morada y será Su Voz la que hablará más alto que todas las voces que ya resonaron en el mundo. Les digo esto porque fue lo que Yo viví y lo que hoy los invito a vivir a cada uno de ustedes.

Ustedes no necesitan dejar la vida sobre la Tierra para descubrir la vida universal y retornar a Dios. Necesitan vivir, hijos, la verdad sobre sí mismos que se revela a través del amor, este es el esfuerzo que deben hacer todos los días: amar sin condiciones.

Ustedes no llegaran al Reino de los Cielos, pero harán que Él descienda hasta aquí, revelarán este Reino en el propio interior y se reconocerán parte de lo divino.

Lean las palabras que les entregamos, oren con ellas, mediten sobre cada frase, sientan cada impulso y ya no tendrán dudas, la Sabiduría vivirá en ustedes y esta misma palabra los transformará y los hará vivir todo lo que Yo les dije.

Hoy Yo les consagraré los elementos para que ustedes comulguen del Cuerpo, de la Sangre y de la Verdad de Cristo.

Cuando encontré a Mi Hijo predicando en el templo, entre los doctores de la Ley, vi  y viví lo que era ser un Sacerdote. Vi el Cielo descender a la Tierra, vi a la humanidad revelarse como sagrada, vi a la esencia humana como parte de Dios. En ese momento, Mi Hijo Me llamó y Me explicó todo lo que estaba haciendo, Me consagró no solo como Su Padre, sino como un simple y humilde Sacerdote para que, a través de todas las acciones de Mi Vida en la Tierra y más allá de ella, el Reino de Dios pudiera instituirse en el mundo y, así, las dimensiones se unieran, los velos se rasgaran y no hubiera diferencia entre la vida en la Tierra y la vida en el Cielo.

Se pueden arrodillar.

Cuando Jesús elevó el pan y lo bendijo, aceptó ante Dios Su oferta de entregar este Cuerpo no solo en la Cruz, sino durante todos los siglos que vendrían hasta Su retorno al mundo y, en aquel momento, el Creador que lo observaba, bendijo el pan con Su más profundo amor, revelando que en él habitaba no solo el Cuerpo de Cristo, sino el Cuerpo divino de Su propio Dios y Creador, porque Él está en Su Hijo. En aquel pan, consagrado por Cristo, estaba la oferta de Su Señor y Su sacrificio en la Cruz, así como estaba la oferta de Su Padre y de Su sacrificio, al multiplicarse y tornarse carne, hombre y criatura entre Sus criaturas. Este es el Cuerpo de Cristo entregado por ustedes y por todos los seres de la Tierra y de todo el Universo. Este es el elemento que diviniza la Creación y que hace que retornen a Dios.

Cuando Su Señor elevó el Cáliz, ofertó al Padre cada gota de Su Sangre derramada, cada Llaga que se abriría en Su Cuerpo para verter sobre la Tierra los códigos de una nueva vida, el DNA de una nueva raza, aquella pensada por Dios desde el principio. Y el Creador, que lo observaba, bendijo el vino y lo transformó en la Sangre de Cristo, que es no solo la Sangre derramada en el Calvario y en la Cruz, es el Código perfecto del Amor de Dios por Sus hijos; el pensamiento divino que Su Padre emanó al pensar en la perfección del cuerpo, del alma y del espíritu de lo que deberían ser los seres humanos. Esta es la Sangre de Cristo, esta es la Verdad que se revela dentro de ustedes cuando beben de Sus Códigos y permiten ser transformados por Él. Eleven el Cuerpo y la Sangre de Cristo como una oración de agradecimiento, tornando esta memoria viva, con la certeza de que Dios los observa en esta hora y vierte sobre estos elementos Su más puro amor. 

Oremos juntos como Cristo nos enseñó: Padre Nuestro.

Así se establece la consagración y la paz se irradia al mundo, porque Cristo está vivo no solo en los niveles del espíritu, está vivo transformando los elementos, la materia y la vida. Y así como Él convierte el pan y el vino, que convierta sus cuerpos, su sangre, su carne, su corazón y su consciencia.

Crean, hijos, que si los elementos, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, reciben el Cuerpo y la Sangre de Cristo y se transforman en una unidad con Él; ustedes, ante la rendición de sus corazones, pueden vivir esta misma alquimia divina y transformarse en una unidad con Cristo.

Así, los bendigo y en silencio los acompaño, así como acompañé siempre a su Madre Divina, a Su Hijo Jesús y a todos Sus discípulos, apóstoles y compañeros a lo largo de todos los tiempos. Yo siempre estaré aquí y, en el silencio de sus corazones, ustedes Me podrán escuchar.

Los espero en el aniversario de Mis Apariciones. Profundicen en su entrega y en su unión con Dios. Para eso, los bendigo y derramo sobre ustedes Mi más pura humildad, Mi más simple amor.

Por la Potestad que Dios me concedió; como su siervo, amigo y compañero; en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Les agradezco.

Y así como Nuestro Señor nos enseñó y como San José nos pidió para establecer la paz de Cristo en nosotros, en esta nación y en todo el planeta, vamos a darnos el saludo de la paz.