Maratón de la Divina Misericordia
APARICIÓN DE CRISTO JESÚS DURANTE LA 74ª MARATÓN DE LA DIVINA MISERICORDIA, EN EL CENTRO MARIANO DEL ESPÍRITU SANTO, CÓRDOBA, ARGENTINA, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Y ahora, entra Conmigo en el Huerto Getsemaní y revive junto a tu Maestro lo que Él vivió en carne propia, lo que aún nadie conoció, ni siquiera Yo mismo revelé al mundo a través de ningún vidente.

Pero ahora, todos entrarán a ese huerto, al huerto espiritual de Mi Corazón y allí vivirán Conmigo lo que Yo vivo por ustedes, lo que Yo siento de este mundo y todo lo que las almas buenas pueden hacer para aliviar verdaderamente al Corazón del Redentor.

Hoy vengo a compartir una Faz  no conocida. Mientras les hablo mantengo Mis Ojos cerrados. Y, así, los invito a cerrar sus ojos y a entrar dentro del templo de su corazón porque será el portal para ingresar dentro del Huerto Getsemaní.

Y aferrados a Mi Cruz, confiando en todo lo que les digo, traeré para sus consciencias lo que muchos vivieron Conmigo en los planos internos, durante aquel tiempo, cuando su Maestro y Señor estuvo en la Tierra no solo predicando la Buena Nueva, sino trayendo a la humanidad un Amor inconmensurable e infinito, una Gracia eterna que los pudiera salvar y redimir.

Ahora, en este ejercicio de meditación y de introspección, crucen el umbral de su corazón y dejen en este momento que sus almas los guíen. Dejen a un lado su personalidad, su temperamento o su ego. Dejen que la luz de sus almas pueda gobernar este momento, y en esta profunda e íntima comunión puedan revivir junto Conmigo, conscientemente, lo que su Maestro padeció y vivió por el mundo.

No les traigo esta revelación para hacerlos temer o amedrentarlos. Les traigo esta revelación para fortalecer sus corazones en este tiempo crucial, para que vivan un sacrificio semejante al que Yo viví por ustedes y por el mundo; un sacrificio completamente colmado del Amor de Dios y de la Gracia.

Ahora caminen dentro del huerto, guiados por la luz de sus almas y espíritus. Y en lo profundo de ese huerto, en el árbol más sencillo y simple, vean a su Maestro y Señor arrodillado, contemplando la luz de la noche, a pesar de las tinieblas, de las pruebas, de cualquier dificultad.

¿Qué fue lo que llevó a vivir ese gran sacrificio por el mundo, el cual aún no fue recompensado por los hombres, el cual aún no fue valorado por la mayoría de las almas?, ¿cuál es la esencia de ese misterio, de ese sacrificio y de esa entrega?

Pregúntense internamente y sientan cómo, desde dentro de ustedes, surge y se manifiesta la respuesta.

La respuesta no es una forma ni un pensamiento. Es un profundo sentimiento de Amor, un Amor que movió a todo el Universo y que lo sigue movilizando para la redención de las almas y de los corazones.

Este es el huerto del padecimiento de su Señor. ¿Quién se asemejará a este sacrificio vivido por Mí? ¿Quién cargará junto Conmigo la cruz del mundo?, ¿se lo han preguntado?

Su sangre no se derramará como Mi Sangre. Sus martirios no serán como Mis martirios. Pero el silencio del corazón y la conexión con el alma serán la fortaleza inquebrantable para superar los tiempos y las pruebas, guiados por la luz de la perseverancia, la fortaleza de la fe y la confianza en lo que es desconocido.

Así, una Ley Suprema los regirá y serán conducidos dentro de esta trayectoria cósmica al reencuentro de su verdadero origen, de su verdadera realidad y del motivo de estar aquí, en este tiempo.

Por eso, sigan un único camino, el Camino del Redentor, el Camino del único y venerable Maestro, que les trae la consciencia de la realidad para hacerlos partícipes de la Verdad, en donde en este tiempo todo está en juego.

Veneren este momento del Huerto Getsemaní como la oportunidad de la rendición de sus corazones y de la entrega total de sus vidas al sagrado Plan del Redentor.

Y así como los ángeles Me dieron de beber del alivio, Yo les daré de beber de Mi Fuente, Mi Agua de Vida, cuantas veces sea necesario para que se puedan levantar, erguir y caminar firmes como Yo caminé por ustedes hasta lo alto de la Cruz, sabiendo que nada detendría ni impediría la realización de la victoria de su Maestro y Señor, venciendo la muerte y viviendo la Resurrección.

En este huerto, su Señor vivió sus padecimientos más profundos y desconocidos, los padecimientos que hoy vive el mundo. Y así podrán saber, compañeros, que no existen distancias ni límites entre las épocas o los tiempos, porque el eterno presente es la realidad de su Redentor, como debe ser la realidad de sus vidas en cada momento y situación.

No solo derramé Sangre de Mi Rostro y de Mi Cuerpo porque era un hombre igual a ustedes que estaba delante de una gran prueba, sino que al mismo tiempo estaba ante un gran misterio que era movido por el Amor de Dios.

Es eso lo que los debe hacer prevalecer en este tiempo para que nunca les falte el Amor Crístico que los impulsará a hacer todas las cosas y a cumplir todas las obras que serán necesarias en este tiempo para el rescate y la redención de la humanidad, para que muchas más almas tengan la gracia y la oportunidad de recibir el impulso del despertar y de tomar consciencia de la realidad en este momento, sabiendo que aún de muchísimos deberán caer los rostros de la ilusión; y los velos también caerán de la consciencia para asumir los lugares del Plan.

Es por ese Plan de Amor que trabajamos todos los días, un plan inmaterial que se volverá material por la ayuda y la colaboración de todos, por una fe que mueva más allá de la montañas y que haga concretar y realizar lo que Dios necesita en este tiempo, por una fe que los impulsa a seguir caminando, al igual que la Fe que moraba, y mora, en Mi Corazón en el momento más agudo y difícil de la Pasión.

Sean así representantes de Cristo en la Tierra y mantengan sus ojos en dirección al Divino Propósito porque así ese Propósito se cumplirá en sus vidas y más allá de sus consciencias. Ese Propósito concretará la Voluntad de Dios que aún muchas almas no quieren vivir por la ceguera de la ilusión y la indiferencia de muchas mentes.

Pero lo que hoy conquistaron aquí, a través de este trabajo de oración, no lo conquistarán en ningún otro momento porque las oportunidades son únicas en este tiempo y Dios está dando todo lo que tiene y un poco más a través de Sus Mensajeros Divinos para llevar a las almas a vivir la realidad de la consciencia y a estar prontos ante la situación de emergencia planetaria.

Es todo este trabajo de amor que hoy ofrecieron, en un punto máximo y elevado, que permitió ingresar en la consciencia del Huerto Getsemaní para que puedan tomar las mismas fuerzas internas, el mismo coraje y valentía que Yo viví por ustedes en aquel tiempo, sabiendo que todo lo que llegará a sus vidas, a partir de este momento, será un desafío y que ustedes únicamente vivirán lo que puedan superar; el Padre nunca les dará una prueba más difícil. Recuerden que Él es una Consciencia de infinita e insondable Misericordia.

Los aprendizajes de la vida, ustedes los generan por sus actos, por sus ejemplos y actitudes. Y allí aprenderán a tomar consciencia de lo necesario que aún es crecer interiormente y madurar espiritualmente en este momento crucial en el que todo, absolutamente todo, está permitido. Y eso es peligroso para la humanidad, porque es muy fácil salirse del camino.

Por eso, sigan un único camino, el camino que los llevará a Mi misericordioso Corazón porque allí siempre estarán protegidos y a salvo, siempre tendrán dirección y guía aunque no cuenten con nadie a su lado.

Confíen en esa dirección espiritual que Mi Corazón les ofrece y les puede entregar en este momento.

No existe miseria, obstáculo o desafío que no puedan superar, porque si Yo lo viví por ustedes, Yo les enseñé cómo hacerlo.

Estén atentos a cada momento de la vida y no pierdan la oportunidad de aprender y de crecer conscientemente. Y especialmente, no pierdan la oportunidad de amar porque el amor siempre los guiará, los protegerá cuando acepten definitivamente vivir en el Amor eterno de Dios para transformar completamente el amor propio.

Es ese amor propio que ha llevado a la humanidad a cometer muchos errores y a ejercer un poder que no le corresponde y que nunca le corresponderá.

Por eso, en el servicio y en la oración encuentran la Fuente del Amor de Dios y, aún más, encontrarán la piedad, la piedad que necesita el mundo para poder ser curado y redimido.

Eleven sus corazones a Dios en este momento. Y después de haber recibido la consciencia del Huerto Getsemaní, ingresemos ahora a la Gloria del Padre para que Él reciba sus intenciones y súplicas.

Y así como ayer se elevaron a Mi Iglesia Celestial, hoy sus vidas puedan ser parte de la Iglesia Suprema del Padre, no solo testimoniando el Amor de Dios sino la transformación de la vida, impulsada por el amor y por la fe.

Nos colocamos de pie, a Su pedido.

En esa profunda unión con Nuestro Señor del Huerto, con esa vivencia de amor incalculable que lo llevó a realizar esa gran tarea por la humanidad, de una forma semejante pero pequeña, ofrecemos nuestro ser, nuestro corazón y vida en las Manos del Redentor para que en este ofrecimiento, para que en este momento de consagración y de transustanciación, la condición humana sea transmutada y redimida a fin de que la luz del alma, en lo profundo de cada ser, gobierne en este tiempo y en este momento y despierte en las consciencias las Virtudes de Dios. Amén.

“Señor, Tú que creaste los elementos para la regeneración de la vida, frutos de la creación de Tu Consciencia, sublima y eleva este momento a fin de que los corazones puedan ingresar en Tu Iglesia Celestial. Amén”.

Bendecimos el altar.

Oración al Padre Celestial (se repite tres veces).

Invitamos a aquellos que puedan, a arrodillarse para la consagración de los elementos.

Antes de ingresar en el Huerto Getsemaní estaba en el Cenáculo con los apóstoles y muchos más, en los planos internos. Y a todos, sin excepción, los hacía beber de la Fuente, por medio de la institución de este Ministerio Sacerdotal y de este bendito e insondable Sacramento.

Por eso tomé el pan, lo elevé a Dios, lo partí y lo entregué a Mis apóstoles y a cada uno de ustedes, diciéndoles: “Tomen y coman. Este es Mi Cuerpo, que será entregado por los hombres para el perdón de los pecados, Cuerpo que se entrega vivo y resplandesciente para ser llevado al matadero y para que ya no exista ningún otro Cordero que sea inmolado o sacrificado”.

Es en ese momento que, por la intervención de la Santísima Trinidad y de la Ley de la Suprema Gracia, se establece en esta consagración el Cuerpo de Cristo.

Te alabamos Señor y Te bendecimos.

Te alabamos Señor y Te bendecimos.

Te alabamos Señor y Te bendecimos.

En esa atmósfera creada durante la Última Cena, que era impulsada y guiada por el Amor de Dios, tomé el Cáliz, lo elevé y el Padre lo bendijo mediante la transustanciación de los ángeles. Lo pasé a los apóstoles, diciéndoles: “Tomen, este es el Cáliz de Mi Sangre, Sangre de la Nueva Alianza entre las almas y Dios, que será derramada por Su Señor para la remisión y el perdón de todas las faltas. Felices y bienaventurados serán los que se sirvan siempre de este Divino Sacramento”.

Y al sonar de las tres campanadas, se estableció y se transfiguró el vino en la Sangre Divina del Señor.

Te alabamos Señor y Te bendecimos.

Te alabamos Señor y Te bendecimos.

Te alabamos Señor y Te bendecimos.

Tomamos el pan y el vino y en profunda unión al Corazón de Jesús y ante Su Divina Presencia, unidos como un solo corazón, repetimos la oración que Él nos enseñó.

Oración: Padre Nuestro.

Y al sonar de siete campanadas establecemos la unión profunda y esencial con el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Nos podemos poner de pie.

Y, así, la vida se renueva en las cosas más simples y humildes. Y en esa renovación es en donde las almas se animan a dar sus primeros pasos, guiadas por Dios e inundadas por Su divina confianza.

Hoy, quiero agradecer especialmente a todos Mis compañeros de Argentina, por haber confiado plenamente en su Maestro y Señor. Y recuerden que, a pesar de cualquier situación, circunstancia o momento difícil en su país, nunca se olviden del amor porque el amor siempre los protegerá del mal y será ese amor que los moverá a amarse, cada día más, entre hermanos.

Y unidos, como una sola familia espiritual, que se puedan ayudar mutuamente los unos con los otros, sea de una forma material, mental o espiritual.

Que esta generosidad y fraternidad humana pueda ir más allá de Argentina y especialmente colmar a toda Sudamérica porque, como parte de esta humanidad y de este planeta, esta región del planeta también vivirá su transición y su purificación.

Pero sepan que si Yo estoy aquí, y no estoy por ejemplo en Israel o en algún otro lugar del planeta, es porque la Voluntad de Dios aún es desconocida por ustedes. Y esa Voluntad no solo mueve el Universo y todas las consciencias, sino que es una Voluntad que, a pesar de ser misteriosa y silenciosa, viene a establecer en Argentina y en Sudamérica un Propósito Mayor.

Les agradezco, compañeros, por haber respondido a este sagrado llamado de Mi Corazón, por haber demostrado a su Maestro y Señor y a nuestro Padre Eterno, su más sincero y verdadero esfuerzo. 

Que este esfuerzo en la caridad y en el bien humano se pueda propagar más allá de las fronteras.

Y nunca olviden que tengo, especialmente, un Amor predilecto por Argentina y eso es los que Me hará regresar aquí, cuando Yo retorne al mundo.

Que así sea.

En el nombre del Amor y de la Paz que el mundo entero y todos los que escuchan la Voz de su Maestro y Señor en cualquier parte del mundo sean bendecidos y colmados por la Luz del Espíritu Santo y que la Paz esté en sus corazones, en sus familias, en sus pueblos y naciones, que puedan seguir siendo portadores de la Paz y que la Paz venza el mal para siempre.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

En unión, por la paz en Argentina y en el mundo entero, en fraternidad y gratitud se darán el saludo de la paz.

Les agradezco y hasta la próxima vez.