Domingo, 18 de diciembre de 2022

APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS, PARA EL ENCUENTRO DE ORACIÓN DEL DÍA 19

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Aprendan a orar por la paz y a vivir en paz; porque así, hijos, cuando la agonía y el caos ya no estén solo en el interior de los seres, sino también fuera de ellos y en todas las direcciones; entonces, deben emerger los pacificadores, entonces, debe emerger el Reino del interior de aquellos que permitieron ser morada para el Corazón de Dios.

El mundo ya agoniza. ¿Cuántas veces les dije esta frase: “El mundo agoniza”?

Sin embargo, muchos aún están con los ojos cerrados a esta agonía. Muchos aún están sordos al grito de la Tierra, al clamor de los Reinos, al pedido de auxilio de las almas, de los niños inocentes, de los enfermos, de los hambrientos, de los abandonados.

El mundo agoniza y, muchas veces, sus ojos aún están dirigidos hacia ustedes mismos. El mundo agoniza, las guerras destruyen la Tierra. ¿Quién está dispuesto a ser paz para este planeta?

La guerra comienza dentro de los seres, dentro de la condición humana, de la cual todos ustedes forman parte.

La guerra comienza cuando un corazón decide imponer su propia voluntad.

La guerra comienza cuando un pensamiento cree que es la única verdad y los seres deciden imponer sus propias ideas sobre los demás.

La guerra comienza cuando no saben oir.

La guerra comienza cuando no saben dejarse corregir.

La guerra comienza cuando aspiran a tener algo que no les pertenece, cuando no son capaces de alegrarse por el triunfo del prójimo, por la victoria de los demás.

La guerra comienza en las pequeñas competiciones del día a día, cuando busco vencer a mi hermano. Entonces, la guerra comienza.

La guerra comienza cuando no sé obedecer.

Muchos piensan que la guerra comienza por la falta de amor. Sí, hijos, la guerra también habla sobre la falta de amor, pero ella comienza en situaciones mucho menores. La falta de amor es la tierra seca, infértil, en la cual no crece el bien.

Ustedes ya saben, ya son conscientes de que la consciencia humana es una sola. ¿Quién pidió perdón por lo que la guerra está causando al otro lado del mundo? Porque la guerra comienza dentro de todos los seres.

No adelanta orar por la paz sin ser paz. Que la oración se vuelva vida.

Aquello que saben que ya no deben hacerlo, no lo hagan. Muchos quieren saber su propia misión, pero para hacer aquello que debe ser hecho, comiencen no haciendo lo que ya no debe ser hecho.

Comiencen por no hablar lo que ya no debe ser dicho. Comiencen por no alimentar los pensamientos que ya no deben ser pensados. No les pido que no piensen, sino que no dejen crecer la semilla dañina de las hierbas que toman, en su corazón, el espacio de aquellas que deberían encontrar la luz.

¡Cuántos tesoros se guardan en este mundo sagrado! ¡Cuántos tesoros se guardan en el interior de los seres!

¿Quién está descubriendo ese tesoro en el propio interior?

No les digo que sea fácil, al contrario, fácil es hacer la guerra, fácil es decir no, no quiero, no voy, no intento, no estoy dispuesto, no haré el esfuerzo. Esto es fácil.

Pero hoy, si están aquí, sus almas se autoconvocaron no para vivir lo difícil, sino para vivir lo imposible. No les ofreceremos desafíos difíciles, sino desafíos imposibles, imposibles para la mente humana que no conoce el propio potencial, imposibles para los hombres y mujeres del mundo que están ciegos, inclusive de lo que son.

¿Quiénes son ustedes? ¿De dónde vinieron? ¿Hacia dónde van?

¿Qué hay más allá de sus ojos, más allá de aquello que pueden ver, tocar, sentir?

¿Qué hay dentro de sus células, dentro de su espíritu, más allá de su consciencia, en lo profundo de su corazón? ¿Quién sabe responderme?

Por este motivo, los desafíos de Dios son imposibles, porque las barreras se encuentran en la ignorancia humana. La ignorancia, hijos, es el nuevo gran pecado, porque todo ya les fue entregado, la sabiduría está disponible, la instrucción está disponible, y es urgente que se pueda expandir.

La ignorancia es el gran velo que la propia humanidad costura, día a día, delante de sí misma para no encontrar la Luz. Este velo, que cubre sus ojos, no será rasgado por otros, su propia mano debe retirarlo.

¿Cómo? No haciendo más lo que no debe ser hecho, para que los caminos se puedan abrir a aquello que debe acontecer en sus vidas.

El Amor ya existe en lo profundo de la consciencia humana. Él ya existe.

El Amor les fue entregado como esencia en el principio de la Creación, en la primera manifestación de la vida, en la primera partícula de lo que conocen como consciencia; allí ya se manifestó el Amor.

Él ya existe, Él ya los habita. ¿Y por qué no crece?

Porque deben soltar, quebrar las cadenas de la condición humana, de la opresión que el propio ser humano se impone a sí mismo. Deben abrir las manos, soltar aquello que los retiene, que los amarra, que les impide soltar la propia esencia que tantas veces están asegurando a través de sus incomprensiones, de sus dolores, del perdón no concedido, de la cura no vivida, de la Gracia no aceptada, de la Misericordia que se negaron a recibir por orgullo, por no tener la humildad suficiente para dejarse ayudar.    

El Amor ya existe, hijos, la condición humana es perfecta desde el principio. El gran desafío de la raza humana es justamente ese, dejar que ese Amor crezca, que la perfección venza, que lo imposible acontezca.

Por eso, Yo estoy aquí, como su Padre y Amigo, como Aquel que viene solo a apuntarles un camino, y hablo como Aquel que pudo recorrer ese camino, a pesar de su condición humana.

No les pido lo imposible solo para angustiarlos, sino porque sé la verdad sobre cada uno de ustedes. Yo puedo mirarlos a ustedes y ver lo que son, de dónde vinieron, para dónde van. Por eso, les pido que se abran para vivir lo imposible.

Que Mis Palabras resuenen en su interior; que Mi Gracia despierte su consciencia; que la Misericordia, que proviene del Corazón de Cristo y traspasa Mi Corazón, hoy llegue a sus corazones y les traiga paz.

Que aquellos que no Me pueden ver, solo Me sientan, sientan el toque y el abrazo paternal que vengo a traerles.

El mundo está en caos y lo estará cada vez más; pero hay esperanza para aquellos que se decidan a ser paz para el mundo, ser Reino, Verdad, Vida, Camino, a través del ejemplo, como lo fue Cristo.

Él no les enseñó cómo vivir solo para que vieran y contemplaran Su Vida, sino para que vivieran como Él. Que, viviendo esta Verdad, recorriendo este Camino y participando de esta Vida, pudieran ser, también ustedes, manifestación de la Verdad, una flecha que apunta el camino para que las almas lleguen a la verdadera vida.

¿Qué otra misión, quieren?

¿Qué otra respuesta, necesitan?

¿Quieren saber lo que deben hacer, cómo deben ser, cuál es el próximo paso?

Escuchen Nuestras Palabras. Todo ya les fue dicho.

Y, aun así, el Padre, en su Infinita Misericordia, Me pidió que permanezca en el mundo, no deje de guiar a las almas hasta que sus corazones se fortalezcan y el Reino emerja, hasta que la agonía oculta de la Tierra se haga visible a todos los ojos y, aun así, sus corazones sean capaces de equilibrarla a través de la paz que habita y se irradia de su interior.

Estaré con ustedes en oración por el mundo, en oración por sus almas, por los Reinos, por el planeta. Y, les pido que no solo Yo esté con ustedes, sino también que ustedes también estén Conmigo.

Todos los días 19 de cada mes, durante un año más, estaré aquí, y también los días viernes, como Dios Me pidió.

Y les pido que Me acompañen, en una oración por la paz y por el fin de las guerras, orando un Devocionario que Yo les transmitiré hoy.

Repitamos juntos:
 

Devocionario por la Paz y por el Fin de las Guerras

Cuenta de unión

Para que la paz se establezca en la Tierra
y en el interior de los seres,
San José, intercede por el fin de las guerras.

Amén.


Primera decena

Por la Paz que brota del Corazón de Dios,
San José, Te clamamos,
intercede por los niños de las guerras.


Segunda decena

Por la Paz que brota del Inmaculado Corazón de María,
San José, Te clamamos,
intercede por las mujeres abandonadas.


Tercera decena

Por la Paz que brota del Corazón de Cristo,
San José, Te clamamos,
intercede por los que están enfermos en medio de las guerras.


Cuarta decena

Por la Paz que brota de Tu Casto Corazón,
San José, Te clamamos,
intercede por los que intentan huir de las guerras,
para que alcancen la paz.


Quinta decena

Por la Paz que nace del Santo Espíritu de Dios,
San José, Te clamamos,
intercede por todas las almas que viven en las guerras,
para que la paz se establezca,
para que el corazón humano se cure,
para que el Reino se manifieste,
para que las guerras den lugar al Amor de Dios.


Oración final
(tres veces)

San José, Te clamamos,
en nombre de toda la humanidad,
que el Reino de Dios se establezca,
que las guerras terminen dentro y fuera de los seres,
que en nosotros y en este mundo reine la paz.

Amén.


Con esta simple oración, acompañarán a Mi Casto Corazón, todos los viernes, clamando para que la paz se establezca, para que las guerras terminen dentro y fuera de los seres, para que finalmente los hombres y las mujeres de este mundo manifiesten lo que verdaderamente son.

Hoy, con el Niño Jesús en Mis Brazos, con Sus Pequeñas Manos dirigidas hacia la Tierra para bendecir a toda la vida, junto con Él, Yo los bendigo para que la Pureza del Corazón de Cristo, del Corazón de Dios Niño, vuelva a emerger en todos los seres de esta Tierra.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Hermana Lucía de Jesús:
Pueden traer un recipiente con agua, para bendecir.


Que esa agua, bendecida por el Niño Dios, esparcida sobre ustedes, les traiga pureza. Y con ella también lavaré los pies de dos compañeros Míos para que la tristeza se disipe de sus corazones y vuelvan a conocer la Paz del Reino de Dios.

El Amor de Cristo por las almas es incalculable; por eso, Él los llama por su nombre a cada uno de los Suyos, para que no pierdan la paz.

Con esto, Me despido y les dejo Mis Gracias.

Nuevamente, los bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.