Maratón de la Divina Misericordia
APARICIÓN DE CRISTO JESÚS DURANTE LA 74.º MARATÓN, EN EL CENTRO MARIANO DEL ESPÍRITU SANTO, CÓRDOBA, ARGENTINA, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Llegará un tiempo en el que todo ya estará definido, no habrá más oportunidad para escoger.

Llegará el tiempo en el que la humanidad tomará su gran decisión y será en ese mismo momento en el que la Ley Universal actuará, conforme la indicación de Dios.

Ese tiempo no está muy lejos, por eso todos son llamados a vivir una profunda y verdadera reflexión, a dar un gran paso y a confirmar sus vidas al Plan de nuestro Padre Celestial.

Porque de esa forma, Él contará con pilares sobre la superficie de la Tierra para llevar adelante Su Obra de redención y de paz en el mundo, que es la Obra de los Tres Sagrados Corazones.

Sé que viven tiempos muy difíciles. Por esa razón Yo estoy aquí compañeros, no solo para acompañarlos en la alegría y el júbilo, sino también para acompañarlos en los momentos cruciales, en los que las naciones del mundo definen su destino, un destino que repercutirá sí o sí en la población mundial.

Pero nunca dejen de tener fe, no dejen que sus corazones vacilen, no dejen que la duda ingrese en sus mundos internos, porque Mi adversario no está descansando. Pero si sus oraciones llegan al Cielo, como en este día, muchísimas situaciones son evitadas, no sólo en las naciones sino también en los pueblos.

Llegará el momento compañeros, en que cada uno de ustedes deberá cruzar el portal del Armagedón, no sólo por su purificación interior, sino también para poder vivir con paciencia, amor y humildad el caos del fin de estos tiempos.

Yo les pido, compañeros, que sostengan con firmeza Mi antorcha de Luz, esa antorcha de Luz que Yo les entregué a través de la oración, que ha hecho elevar sus consciencias y vidas, muchas veces, al Reino de Dios y a veces sin que ustedes lo perciban.

Es esa antorcha de Luz que debe flamear en este tiempo final, iluminar a todos los rincones de la Tierra y a todos los corazones, disipar toda la oscuridad y las tinieblas que viven en las almas.

Por eso Yo los llamo como Mis apóstoles de los últimos tiempos, los apóstoles del tiempo final, los que son parte de la historia de la transición de la Tierra y los que podrán reescribir una nueva historia en la humanidad, libre del sufrimiento, del caos y de la maldad humana.

Es con la conversión y la redención de sus corazones que podrán cambiar el mundo y la Luz de Dios descenderá a la Tierra por medio del retorno de Cristo y todos participarán de eso, no importa desde qué plano o desde dónde sea, todos participarán de ese acontecimiento, todos serán parte de esa historia final que Yo vengo construyendo en sus mundos internos. 

Porque cuando el gran momento se aproxime, compañeros, les aseguro que sus vidas no retrocederán, darán pasos hacia adelante, enfrentarán el fin de los tiempos, aprenderán a sostener a sus familias y seres queridos, a sus vecinos y amigos, a sus propias naciones, las cuales forman parte de una gran deuda espiritual por haberse desviado de la Ley y del compromiso.

Pero permitan, compañeros, que sosteniendo la antorcha de la Luz, que es el reflejo vivo de la oración del corazón, Mi Gobierno Universal descienda a la Tierra.

Primero Mi Gobierno debe descender a sus corazones, a sus almas, espíritus y vidas. Deben forjar en ustedes, compañeros, ese espíritu de valentía y de coraje como los primeros cristianos lo tuvieron, dando sus propias vidas para dar testimonio de Mi presencia en el mundo.

Pero Yo ya no quiero ver correr más sangre. Yo quiero ver, compañeros, el testimonio de su conversión y redención diaria, la alianza perfecta con el Padre Celestial y con todos sus ángeles que están en el Cielo.

Porque en el momento más agudo de la Tierra es cuando Yo enviaré a las huestes del Padre, principalmente a las huestes de San Miguel Arcángel.

Ellas vendrán con sus espadas, cortarán las amarras, liberarán las cadenas de los hombres y mujeres de la Tierra, cerrarán los infiernos, el mal será vencido y el Corazón de Dios triunfará en cada corazón humano. Y la promesa del Retorno de Cristo se cumplirá. Ya no será solamente una promesa, será una realidad.

Pero sigan firmes, persistan en la luz de la oración, sigan reencendiendo la antorcha de Luz que Yo les he entregado y lleven sobre sus pechos la Cruz de la Redención, esa Cruz que se iluminó por ustedes en lo alto del Monte Calvario, esta Cruz que testimonió la muerte del Hijo de Dios y que grabó en su esencia la Sangre del Cordero, del Cordero que fue inmolado, que fue ultrajado y maltratado por la ignorancia y la inconsciencia de los hombres.

Pero el poder de Mi divina e insondable Misericordia que se derramó en lo alto de la Cruz, con la vertiente del Agua y de la Sangre, esa divina Misericordia es la que llega hasta estos tiempos. Es esa poderosa e invencible Misericordia que Dios, nuestro Padre Eterno, Me mostró en el Huerto Getsemaní.

Lo que Me dio fuerzas, compañeros, para llegar hasta estos tiempos fue: la fidelidad de Mis compañeros, el amor de Mis mártires, la solidaridad de los servidores, la honestidad de los colaboradores, la consagración de los corazones a la vida espiritual y religiosa y, principalmente, el sacerdocio que brota de Mi insondable Corazón, para que toda Mi Gracia y Misericordia pudieran seguir siendo derramadas en el mundo, a través de los tiempos y de todas las generaciones.

Es así, compañeros, que les pido que confirmen sus consciencias a Dios, así como hoy confirman sus consciencias a Mi Corazón porque Yo les pido, compañeros, que sosteniendo esa antorcha de luz y de fe, que iluminará los tiempos más cruciales y definitivos, ustedes podrán, compañeros, atravesar el fin de los tiempos sin temor, con una profunda valentía, una fortalecida fe que nace de la confianza de sus vidas en la presencia de su Redentor dentro de cada uno de ustedes.

La humanidad espera ver fenómenos que trasciendan todos los tiempos y los acontecimientos, pero el verdadero fenómeno en este tiempo es el milagro que pudo suceder en sus vidas con su adhesión a Mi Plan de Amor y con su confianza imborrable en Mi Proyecto Redentor.

Haber alcanzado eso en este tiempo es un milagro. Por eso los vuelvo a renovar en la persistencia y en la fe porque vendrán tiempos más duros, los tiempos que la humanidad escogió. Pero cuanto más oren y cuanto más se fortalezcan interiormente, muchas, muchas más almas serán aliviadas de esa elección que hizo la propia humanidad, principalmente las elecciones que hacen las naciones en este tiempo que no es responsabilidad del pueblo, sino del hipnotismo que imparten los que gobiernan.

Que en sus corazones nunca falte el Amor de Dios. Antes de decidir, de actuar o de hablar, piensen si en sus sentidos internos está el Amor de Dios, porque eso los protegerá de entrar en el caos de estos tiempos y de ser empujados violentamente por las fuerzas de la perdición.

Pero hay algo que es inviolable, que está construido en sus corazones y esencias. A pesar de los acontecimientos y de las pruebas, compañeros, eso no puede ser derrotado, no puede ser disipado, nadie lo puede disolver. Porque es una fortaleza espiritual que sus vidas construyen en Mi vida, en cada momento de oración, en cada momento de servicio como en cada oportunidad de amar cada día más.

Esos tesoros son inviolables, son inextinguibles y no se pueden borrar. Cuiden de esos tesoros y permitan que de esos tesoros puedan surgir más frutos que sean compartidos y distribuidos con sus hermanos, así como Yo comparto Mi Amor con ustedes.

Hoy vengo a decir que Argentina enfrentará un momento muy agudo, pero me tienen a Mí para poder atravesarlo. Por eso, les pido que no abunde la ira ni la indignación en sus corazones, que no levanten sus voces ni tampoco sus espadas, porque quien lastima con su espada y con su voz, será lastimado.

Utilicen, en este momento, el tercer rayo que rige a este universo material y que la Inteligencia Divina, que es propagada por el Espíritu Santo, los coloque en el lugar correcto y en el momento correcto, en la oportunidad de dar más amor donde no existe.

Pero esa prueba no durará mucho tiempo. Argentina será reencendida por todos sus recintos sagrados y las almas lo sentirán, y será el preámbulo de Mi llegada al mundo de una forma inesperada e inexplicable.

Por eso coloquen sus mentes y consciencias en todo lo bueno que llegará y no en la pruebas que sucederán.

Sé que no podrán estar indiferentes a la realidad de Argentina y de Sudamérica, pero ustedes deben alimentar sus espíritus en el fuego de la oración para que no sientan que algo les falta, sino que sientan una fuerza interior que los impulse a renovarse, de tiempo en tiempo.

Estoy aquí, en este día y en esta tarde, para prepararlos para ese momento, momento en el cual deberán demostrar, por ustedes mismos, que comprendieron Mis palabras y, especialmente, que viven Mi mensaje hasta en las cosas más simples y pequeñas. Eso los protegerá no solo a ustedes sino también a sus seres queridos.

Las crisis de estos tiempos forjan en los corazones la fraternidad humana, una fraternidad que nunca se vivió en otro tiempo, una fraternidad humana que los retirará de la ilusión, de la propiedad, del control de todo lo que creen tener por ustedes mismos.

Así despertarán al amor y lo podrán expandir en el mundo, así como Yo expandí Mi Amor por ustedes en cada momento y en cada pasaje por esta Tierra.

Ahora sí, Yo necesito que me imiten, que sean Mi ejemplo de amor y de luz, de paz y de reconciliación. El Cielo acoge con esplendor sus oraciones y hace de ellas muchos milagros, gracias y misericordias para ser derramados en otros lugares de la Tierra, en donde no se vive el amor y la paz, en donde no existe el bien.

Sean celadores de ese Amor vivo de Dios que como al pueblo de Israel, en este tiempo, vengo a alimentarlos y a nutrirlos espiritualmente. Es ese Amor que les permitirá trascender el fin de los tiempos, es ese Amor que nadie les quitará porque es el Amor de Dios que puede ingresar en ustedes y morar en ustedes para siempre.

Mientras las puertas del Cielo están abiertas y la Iglesia Celestial desciende para comulgar de las esencias de Dios, este es el momento en que cada una de sus almas puede realizar un nuevo ofertorio al Padre Celestial. En la más profunda y verdadera sinceridad que brota de sus corazones podrán emitir a través de Mi Corazón su oferta e intención por alguna situación o causa, sea posible o imposible.

En este momento, al igual que los ángeles del Cielo que rodean la gloria y la divinidad del Hijo de Dios, sus almas se postran al suelo y reciben del Universo, la sagrada bendición fruto de la Gracia y de la Misericordia del Padre.

Preparamos este momento, no solamente para la transustanciación de los elementos que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino también para que Dios escuche sus súplicas, reciba sus intenciones y colme con Su Amor a cada uno de los presentes.

Nos colocamos de pie y agradecemos, llevando nuestra mano al corazón, para sentir el pulsar de nuestro corazón que es el pulsar del Corazón de Cristo, que en este momento emite e irradia Su Amor al mundo, disolviendo las dificultades, transmutando los infiernos, liberando a las almas de la opresión.

El Corazón de Jesús, pulsa en cada corazón humano. Sientan el pulsar de sus corazones, sientan el latir de Su Corazón vivo, ese es el pulsar del Corazón de Dios que nunca se detiene, que nunca descansa y que todo renueva.

Y hoy, ante la Iglesia Celestial del Padre, reciban Su Amor y comulguen de este momento que los lleva a la renovación de la vida y de la consciencia.

En este ofertorio de Amor, humildemente, elevemos nuestras súplicas para que el Corazón del Padre nos responda por medio de Su Misericordia.

Oración: Padre Celestial (se repite tres veces).

Padre Eterno, Dios y Creación de la vida, bendice estos elementos que amorosamente Tus hijos ofrecen en Tu altar para la transustanciación de la vida, el perdón de los errores y la victoria de la Divina Misericordia en el mundo entero. Amén.

En este momento, elevamos nuestras intenciones a Dios.

Dios concede Su Gracia y Su Misericordia a través del Amor de Su Hijo y este Amor universal e infinito es el que concede la cura y la redención de las almas.

Hoy vuelvo a instituir y a establecer la revelación de este misterio de amor, por medio de la consagración del Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Y ante el mismo escenario de la Última Cena, los que consigan y puedan, nos arrodillamos.

En aquel tiempo, después de haber lavado las manos y los pies de los apóstoles, de los primeros sacerdotes que Me sucederían, los reuní en torno a la mesa del Amor para celebrar el legado de Cristo que quedaría para siempre en la humanidad.

Y así tomé el pan, lo partí dando gracias a Dios por ese sacrificio que viviría, lo entregué a los apóstoles diciéndoles en un profundo amor: "Tomen y coman todos de Él porque este es Mi Cuerpo que será entregado por ustedes para el perdón de los pecados".

Y al sonar de tres campanadas, los ángeles transustanciaron el pan en el Cuerpo vivo de Cristo.

Oración: Te alabamos Señor y te bendecimos (se repite tres veces).

Enseguida, tomé el Cáliz, dando gracias a Dios por ese sacrificio de derramar hasta la última gota de Mi Sangre por Mis hermanos, lo pasé a los apóstoles diciéndoles en un profundo amor: "Tomen y beban, esta es Mi Sangre, Sangre de la Nueva Alianza, que será derramada por su Maestro y Señor para la remisión y el perdón de todas las faltas. Hagan esto en memoria Mía".

Y al sonar de tres campanadas, los ángeles transustanciaron el vino en la Sangre Preciosa de Cristo.

Oración: Te alabamos Señor y te bendecimos (se repite tres veces).

Nos ponemos de pie y nos tomamos de las manos.

Como un solo pueblo, como una sola humanidad y un único rebaño junto a Cristo nuestro Señor, el Rey de reyes y el Maestro entre los maestros, como fue en la Última Cena vamos a repetir la oración que Él nos enseñó expresando, en cada palabra, su dulce y más puro Amor.

Y vamos a hacer esta oración suavemente, pausadamente, sintiendo cada una de las palabras que Cristo dejó para nosotros.

Oración: Padre Nuestro.

Llevamos nuestras manos al corazón y al sonar de siete campanadas se establece y se instituye para el mundo entero en este día de Gloria y de Misericordia, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, nuestro Salvador.

Me alegra saber, compañeros, que día a día en su camino de transformación y de fe pueden formar parte de Mi Cuerpo místico, ese Cuerpo espiritual y divino que congrega y une a todas las almas del mundo, más allá de las distancias, de las fronteras y de las naciones, estableciendo un solo pueblo, una sola raza y una Nueva Humanidad.

En nombre de esa sagrada promesa de la Nueva Humanidad, dentro de la Nueva Jerusalén, Yo les doy Mi Paz para que la vivan y la sientan, la compartan y la expresen con sus seres queridos y con todos los que encuentren en sus caminos.

Que esta Paz, que brota del Corazón eterno de Dios, los haga libres para siempre y encuentren en esa libertad la alianza perfecta con el Creador, hasta que se cumplan los mil años de paz.

Que la Paz de Mi Corazón esté con todos ustedes, en fraternidad y unidad se darán el saludo de la paz.

Les agradezco, por haber respondido a Mi convocatoria.