APARICIÓN DE SAN JOSÉ EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Que Mi Presencia en este lugar sagrado les traiga paz.

Hoy vengo en nombre del Corazón de su Padre Celestial, trayendo en Mi Espíritu Su Divino Amor por este planeta, por la humanidad, por toda la vida que habita sobre la Tierra.

Hoy vengo en nombre de Cristo, Su Hijo, Aquel de quien ya no soy digno de decir que es Mi Hijo, porque Él es Mi Padre. 

Hoy vengo a llamar a cada uno de ustedes de "Mi hijo", porque así Dios me lo pidió. Así como un día Él me entregó a Su Hijo Primogénito, hoy Él me entrega a cada uno de ustedes para que pueda instruirlos, educarlos y guiarlos a Su Corazón.

Muchos se preguntan quién soy Yo, que vengo en nombre de Dios y que, durante tanto tiempo silencioso, hoy vengo a hablarles a los hombres de donde proviene la potestad que Yo tengo para guiarlos hacia el Corazón del Padre.

Yo no soy el Camino, la Verdad y la Vida. Yo soy Aquel que eligió ese Camino, que conoció esa Verdad y que se tornó parte de esa Vida.

Soy Aquel que supo escuchar las Palabras de Cristo y también Su Silencio, Aquel que sabe comprender la Presencia de Dios no solo dentro de Cristo, sino dentro de cada ser humano.

Soy Aquel que pudo trascender las propias miserias para ingresar en la perfección de Dios, Aquel que supo confiar en el Corazón del Creador y que no dudó de Su grandeza o de Su Plan.

Muchas veces, hijos, no pueden reconocer la Presencia de Dios en el propio corazón porque están muy presos de sus propias miserias y no confían en sí mismos. Pero hoy, Yo les digo que no es en ustedes que tienen que confiar, sino en Dios porque es la grandeza de Él la que se manifestará en sus esencias, es Su perfección la que vivirá dentro de cada uno de ustedes.

Él manifestará Su Gloria y se revelará al mundo a través de los Nuevos Cristos.

Cuando les hablamos del nuevo hombre, de la nueva humanidad, de los Cristos que deben surgir en estos tiempos, ustedes se miran a sí mismos y no lo encuentran.

Hoy les vengo a decirles que miren hacia el propio corazón y que vayan más allá de él. Ingresen en la propia esencia, en eso que los hace semejantes a Dios, y dejen que Él se exprese.

Él será este Nuevo Cristo en su interior.

Él será el nuevo hombre que vivirá sobre la Tierra.

Él será la expresión de Su propio Pensamiento en este mundo.

Como lo fue en Su Hijo, así será dentro de cada uno, dentro de cada uno de aquellos que creen, que tienen fe en esto que hoy Yo les digo.

Hoy vengo a llevar sus pensamientos, su comprensión hacia algo un poco más amplio. 

Ustedes deben comprender la esencia de la existencia humana, el motivo que los trajo hasta aquí, a este lugar sagrado. No vinieron solo para ser instruidos o para recibir una gracia especial. La instrucción los despierta y los hace recordar la verdadera razón de la existencia humana. 

Después de conocer la verdad, deben vivirla, fortalecer la propia fe para que ella se transforme en sabiduría, en entendimiento y manifieste, en sus vidas y en sus consciencias, los Dones del Espíritu de Dios. Aquel cuyo soplo se tornó Vida se debe manifestar en sus células y en sus átomos, revelarse. 

Si el Espíritu de Dios no habitara en ustedes, no podrían vivir, porque Él es la propia vida, pero también es la propia humildad y permanecerá silencioso en el corazón de aquellos que esperan oír la propia voz, que solo creen en sus propios pensamientos y sentimientos y que no se rinden a Dios.

Pero en los que saben silenciarse; en los que colocan sus miserias a los Pies del Creador, rindiendo sus potenciales a Dios para que Él se manifieste dentro de esos hijos; el aire que circula en sus cuerpos manifestará el Soplo Divino, la sangre que circula en su cuerpo finalmente manifestará la genética de aquella Sangre de la que comulgan todos los días. 

Cuando comulgan con Cristo y no creen en Él, Su Sangre también permanece silenciosa. Pero cuando tienen fe en que Él ingresa dentro de sus células y recorre su cuerpo, su alma, su consciencia; poco a poco ustedes se tornan partícipes de la genética del Hijo de Dios. Y aquello que se perdió, que se desvirtuó, comienza a retomar su camino para expresar el Pensamiento Divino, para ser lo que verdaderamente es un ser humano.

Muchos se preguntan si Yo soy parte de Dios, y hoy Yo les vengo a decir que todos nosotros somos partes de Dios. Mi Corazón retornó al Suyo para darles un ejemplo de que no solo el Hijo Primogénito puede retornar al Padre. Él les vino a mostrar el camino para que recorrieran ese camino, para que imitaran Sus pasos, para que vivan Su Amor.

Hoy vengo como Su Mensajero, como parte de Su Corazón, porque me ofrecí a Dios para que, hasta el final de la existencia humana, las almas tuvieran una oportunidad de encontrar el camino de retorno.

Retornar al Padre no es dejar de existir. La unidad es un estado de consciencia que ustedes pueden vivir a cada instante; pueden continuar siendo seres humanos y, sin embargo, expresar la unidad con Dios.

Su Hijo vino a demostrarles eso. En ningún momento de Su existencia, el Corazón de Cristo estuvo separado de Dios.

Dejen que se rompan los límites de la comprensión humana para que ustedes puedan comprender aquello que no saben explicar, para que puedan vivir aquello que no saben pensar, pero que solo se manifiesta no como un pensamiento o una ciencia, sino como un estado de vida. 

Muchos de ustedes ya aprendieron a salir de la mente hacia el corazón, y ahora deben colocar el corazón en la consciencia para que la vida espiritual no sea un sentimiento, sino una experiencia viva, constante.

Ustedes están ingresando en un nuevo ciclo, en el cual la nueva humanidad debe dejar de ser una enseñanza. 

Ustedes ya no se pasarán estudiando sobre el nuevo hombre y buscando en otros su manifestación. Él no vendrá de otro mundo; no vendrá de las estrellas, a pesar de que las estrellas se manifestarán en la Tierra, los Universos se manifestarán aquí.

La vida que habita en el Cosmos se expresará en el planeta para participar de la expresión del nuevo hombre que se manifestará dentro de cada uno de ustedes. No será lo contrario. No esperen que la nueva vida venga del Cielo, porque ella comienza aquí, en ustedes, en este lugar y en todas las Islas de Salvación consagradas por Dios y preparadas por Él para manifestar la nueva vida. 

De los puros de corazón nacerá el nuevo hombre, y es su propio ejemplo el que despertará a los Cristos adormecidos, es el propio ejemplo de cada uno de ustedes el que hará que sus hermanos despierten y, así, se expandirá la nueva humanidad. 

De la transformación de cada ser en esta Tierra nacerán los méritos para que aquellos que llegarán en el futuro, los que nacerán aquí, encuentren el camino pronto para no expresar ya la vieja condición humana, sino para participar de este nuevo ser, de este nuevo arquetipo de vida que expresa el Pensamiento Divino. 

Yo estoy aquí para decirles todas estas cosas porque esa debe ser la prioridad en sus vidas. Ustedes no están aquí para trabajar, estudiar, tener vacaciones o viajar por el mundo. Están aquí para expresar un Principio Divino, para expresar la semejanza con Dios, porque toda la vida en el Universo los aguarda. Todas las estrellas que ven en el cielo contemplan a la Tierra y aguardan silenciosamente. Aguardan que el Plan de Dios pueda cumplirse. 

Que este nuevo ser no esté solo en el Corazón de los Arcángeles, en la consciencia de los Padres Creadores y en lo oculto de los seres humanos. 

Misteriosamente, de este pequeño planeta partirá el ejemplo de vida para toda la Creación, así como ya sucedió a través de Cristo. 

No miren hacia sí mismos mientras Yo les hablo. No piensen en cuán distantes están sus vidas de la manifestación de lo que les digo. Dejen que los velos se rasguen en sus consciencias para que su forma de pensar se transforme, para que su pensamiento esté en el corazón y su corazón esté en la consciencia,

Estoy hablando con cada uno de ustedes y con cada ser humano. Mientras les hablo, atraigo hacia el mundo aquello que ustedes verdaderamente son, para que puedan despertar.

Que sus esencias griten para que ustedes, finalmente, escuchen. Que ya no haya silencio en su interior. Que Dios no permanezca silencioso en ustedes. Que el Soplo de Su Espíritu no esté oculto, sino que mueva su mundo interno, que remueva el viejo hombre. 

Dios les hablará, una y otra vez, hasta que vivan lo que Él les dice, y Yo me comprometí con Él para repetir Sus Palabras hasta la institución de la nueva vida. 

Y aunque Mi verbo algún día ya no se pueda pronunciar a través de los videntes, Yo gritaré en su mundo interior y ustedes Me escucharán dentro de sus corazones. 

Aquellos que quieran oírme serán guiados por Mí hasta el final, porque para eso estoy aquí, Mi evolución camina con la suya. 

Hoy Yo les pediré que los sacerdotes consagrados por Cristo sean los que bendigan esta Eucaristía, porque Nuestro Señor depositó Su confianza en ellos y llegó la hora de que puedan expresar su verdadera misión.

Ustedes seguirán comulgando con Cristo en cada nuevo encuentro Conmigo, pero serán los sacerdotes los que bendecirán esta Eucaristía, los que llamarán con su corazón y con su consciencia al Ángel de la Presencia, porque Él siempre los escucha. 

Los sacerdotes serán los que, a partir de hoy, abrirán los Cielos para que los elementos se conviertan y todas las Gracias que Dios tiene para ofrecerles se manifiesten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo.

De la misma forma, ustedes confiarán en la transubstanciación. Confiarán en que la Sangre de Cristo se encuentra en el vino y que Su Cuerpo está presente en este pan y que, dentro de ustedes, día a día, poco a poco, los conducirán a expresar la genética de Cristo para que, como Él, expresen la semejanza con Dios y retornen al Corazón del Padre.

Que así sea.

De esta forma, les enseñamos a que confíen en los mediadores que les trajimos porque, a pesar de su condición humana, una Gracia Divina habita en su interior y, por los méritos de su entrega, cada día se manifestará un poco más. 

Siempre que confíen más en Dios que en sí mismos, Él se expresará en ustedes. 

Entreguen su condición humana, sus defectos, sus personalidades y confíen en Aquel que los creó perfectos para habitar en ustedes. 

No hay errores en la Creación Divina, no hay errores en Su Pensamiento. Dejen que Su perfección se exprese.

Para eso, Yo los bendigo, coloco sobre ustedes Mis manos y la irradiación de Mi Casto Corazón para que, a través de Mi ejemplo, sus seres despierten y para que en un futuro próximo, a través de sus ejemplos, otros más despierten.

Sientan el Soplo del Espíritu de Dios que circula en sus cuerpos, que permea sus consciencias. Dejen que Él se exprese, que Sus Dones se manifiesten.

Que la Presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo permanezca en sus seres para siempre.

Les agradezco.

Y ahora, Yo les pido que, en reverencia y aún en Mi Presencia, vengan hasta aquí los sacerdotes para recibir Mi bendición y, así, consagrar estos elementos.