Mensajes de San José

Haz de tu corazón un templo de humildad.

Silénciate cuando quieras sobresalir.

Obedece cuando no estés de acuerdo con las instrucciones.

Anímate con el crecimiento y con el desarrollo del prójimo.

Alégrate al ver que alguien consigue vivir lo que tanto buscas y que aún no alcanzaste.

Ayuda sin exigir reconocimiento ni siquiera mentalmente.

Haz lo que nadie quiso hacer, sin que tengas necesidad de que todos sepan que tú lo hiciste.

Déjate ser corregido para que llegues a la perfección. Si no estás de acuerdo con la corrección, igual vívela en nombre de la virtud de la humildad.

No tengas metas propias. Deja que el mismo Dios te conduzca a la meta divina para ti; así, no correrás el riesgo de desear algo que no te corresponde vivir.

Valora obedecer a la Jerarquía, no repitiendo con tu boca las pautas entregadas, para que las escuchen los demás; solo en la vivencia se irradia el ejemplo que todos necesitan para encontrar el camino.

Si te consideras tan conocedor de las Leyes, entonces solo vívelas y nada más.

Nunca pierdas la alegría de la humildad y la libertad de ser humilde y de no sufrir porque tal o cual cosa no se cumple como tú esperas.

Vive en la alegría de la obediencia, en la Gracia de no tener la tensión de querer seguir otro camino diferente de aquel que están dictando para ti.

Deja para los otros la amargura de remar contra la corriente de la obediencia. Sigue tú con alegría las instrucciones que te entregan.

Sé libre de ti mismo.

En la búsqueda de la humildad, encontrarás todas las virtudes que aspiras a vivir y, en tu aparente flaqueza y pequeñez, serás la fortaleza para los orgullosos y de los arrogantes, cuando  las fuertes estructuras se desmoronen en la purificación del planeta y ellos no tengan en dónde apoyar su consciencia.

No te encontrarán los demonios de este mundo, pues te harás invisible en tu pequeñez.

Gracia inestimable es ser nada todos los días.

Tu padre e instructor,

San José Castísimo