Martes, 15 de marzo de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Para aprender a amar, ustedes deben primero colocar los ojos y la consciencia en la Verdad, porque lo que amarán es la Verdad que proviene de Dios y que se expresa en todo.

Si no aprenden primero a reconocer la Verdad que habita en todo lo que fue creado, ustedes correrán el riesgo de vivir un amor humano, basado en juicios y convicciones que no son reales, sino solo fruto de la limitada comprensión de la mente humana.

Por ejemplo: si Cristo no hubiera reconocido la Verdad, jamás habría podido vivir el amor en Su Pasión, porque fue abandonado por Sus compañeros, humillado por todos aquellos que lo escucharon predicar y que, incluso, recibieron las Gracias vertidas por Dios por medio de Sus palabras. Él fue torturado por aquellos que representaban la Ley de Dios para Su pueblo y cargó, en cada una de Sus llagas, el odio, la envidia y la maldición de todos ellos.

¿Cómo amar con un corazón humano esa experiencia?

Cristo amaba porque conocía la Verdad. Él sabía del amor de Sus compañeros, pero también sabía de sus debilidades.

Él sabía que, después de que ellos lo habían dejado solo y de darse cuenta que aún así los amaba, nacería en el corazón de cada uno de Sus compañeros una fe inquebrantable y, aunque lo abandonaron en aquella hora, después de esto, perpetuarían Sus palabras y Su Presencia en la Tierra por el ejemplo y por el testimonio vivo de cada uno de ellos.

Cristo conocía la miseria en el corazón de los fariseos; sabía que el demonio utilizaba sus debilidades para fortalecerse y ese modo de ver la Verdad, le producía compasión. Él sentía con pesar que Sus hermanos tuvieran que aprender con sus errores; pero sabía que, de alguna forma, eran vehículos para el cumplimiento de los Planes de Dios, para que se plasmara en la vida lo que estaba en las Escrituras.

Cristo sabía que aquellos que lo escupían en el rostro, después de haber escuchado Sus palabras y recibido las bendiciones de Dios, necesitaban de algo más, de un grado de amor aún mayor, porque inmensa era la oscuridad que los cegaba. Por eso, Él los amaba.

Hoy, hijos, deben aprender a contemplar la Verdad. Verdad que no se encuentra con el uso de la razón, porque racionalmente no es posible amar a quien les quita la vida y que disfruta de cada gota de sangre derramada por su cuerpo.

Esa Verdad es incomprensible para sus mentes y, si intentan ser eruditos y lógicos delante de ella, jamás la encontrarán.

Los llamados sabios de la época de Cristo no creyeron en la Sabiduría y en el Poder de Jesús, pues pensaban: “Si cura a los enfermos y multiplica los panes, ¿por qué no se salva a sí mismo y demuestra a toda la multitud que lo persigue Su verdadero Poder y Divinidad? ¡Es, en verdad, un débil, un burro o un mago, pero no es el Hijo de Dios!”.

Jesús escuchaba esos pensamientos, amaba y se fortalecía aún más y más, porque era tanta la ignorancia de Su pueblo, que cada vez debería ser mayor Su sacrificio y Su ejemplo de amor.

Hoy, hijos, como su padre, los llamo a amar la Verdad, a comprender las limitaciones, la ignorancia y el desamor del prójimo y a amarlo aún más plenamente.

Aunque les parezca irracional, inmaduro, ingenuo o imperfecto, aun así amen.

Busquen a Dios sin utilizar para eso la razón ni incluso los recursos intelectuales que tienen dentro de sí, porque ustedes nunca vivieron el amor que deben manifestar ahora. El amor del cual les hablo es nuevo, es desconocido, pero es pleno, único y verdadero.

No se olviden de lo que les dije y sientan Mis palabras en el corazón, pues las pruebas venideras buscarán en los discípulos de Cristo un ejemplo semejante al del Maestro.

Su padre y compañero, Este que les enseña a amar y a conocer la Verdad,

San José Castísimo