Jueves, 5 de noviembre de 2015

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Muchas veces, los ojos humanos no pueden contemplar la realidad planetaria ni encuentran un motivo real para su propia transformación ni algo que los impacte de forma que genere un cambio inmediato y completo en el ser. Es por eso que, en estos tiempos, vengo al mundo para instruirlos, para que puedan conocer realidades sublimes de la existencia que los conduzcan a una búsqueda superior, a la entrega de la vida a un Propósito Mayor, que es el Propósito de Dios. Vengo para intentar abrir, en los hombres, no los ojos del cuerpo, sino los del corazón.

No vengo para ofrecer a las mentes, hechos concretos ni enseñanzas científicas que comprueben la veracidad de la existencia de una vida superior a la vida de este mundo. Yo vengo para que el corazón sienta, en la simplicidad de Mis palabras, lo que Dios los llama a recordar, y para que la propia consciencia, tocada por la Presencia de los Mensajeros Divinos, pueda encontrar el camino perdido de su Origen. 

Como les dijo Nuestro Señor, Cristo Jesús, los Reinos de la Naturaleza padecen por la ignorancia de los hombres, que en todo buscan el poder y el usufructo. Y esa ignorancia es la misma que no les permite encontrar la verdad del corazón humano.

Diciendo así, aquellos que saben oír y que meditan en las palabras de los Mensajeros de Dios comprenderán que todas ellas forman un mismo hilo de luz, que está intentando conducir a la humanidad hacia un único despertar.

 Al escuchar las palabras de Cristo, no piensen que son para los otros, sino traten de saber en sus vidas en qué punto están faltando con los Reinos de la Naturaleza; hasta dónde tratan solo de usufructuar física, emocional y mentalmente de los Reinos y desde dónde están intentando colaborar de manera consciente con su evolución.

Su grupo de trabajo debe ser uno solo, unido en el Propósito de Dios. Mientras que unos están con Cristo más directamente, liberando y transmutando las raíces de un mal milenario, los otros deben estar buscando esas raíces dentro de la propia consciencia, para extirparlas con el poder de la Misericordia de Cristo; así, todos juntos, podrán conducir a la humanidad hacia la transformación y darle la oportunidad, a toda la consciencia humana, de vivir algo superior y buscar la vida del espíritu.

Yo los amo y, por eso, les enseño a comprender y a vivir la Voluntad de Dios, expresada en las palabras de Sus Mensajeros.

San José Castísimo