Domingo, 20 de marzo de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Las últimas gotas de la Sangre de Cristo se derraman sobre el mundo, representando el manantial vivo de Su Divina Misericordia.

Para perpetuar Su Misericordia, Nuestro Señor perpetúa también Su Sacrificio todos los días, renovando los méritos para la salvación de este mundo.

Muchos piensan que el Sacrificio de Cristo fue solo Su dolorosa Pasión y muerte en la Cruz, vividas hace dos mil años. Pero, ¿cómo podría Él estar tan vivo en los corazones del mundo? ¿Cómo podría seguir salvando las almas y los espíritus aparentemente irredimibles, si no hubiera una renovación mística permanente de Su Divino Amor?

Cristo no solo rememora Su Pasión: Él la vive, la siente, padece cada flagelo, recibe cada llaga. Y cada vez que un alma de la Tierra entrega su vida por amor al Sacrificio de Jesús, o realiza actos de reparación a Su Divino Corazón, es una llaga menos revivida por Cristo, porque los méritos que generaría a través de esa llaga, la propia humanidad los genera, por su aprendizaje de amor.

Reconozcan el eterno padecimiento de Aquel que tiene la potestad de hacer desaparecer este mundo, y con él todos sus males, y sin embargo elige sufrir Su Martirio y revivir Su Pasión, para sustentar la vida en este planeta; con la esperanza de que una sola alma siga Sus Pasos y manifieste Sus Palabras o Su Evangelio, así como Él manifestó las Palabras plasmadas en las antiguas Escrituras de los Patriarcas.

Que esta Sagrada Semana represente el despertar de sus almas al Amor y la Misericordia de Cristo, y que a partir de este impulso transformador, también aprendan a vivir y perpetuar ese Amor y esa Misericordia, que en verdad, son capaces de vivir. Solo se necesita olvidarse de sí mismos y lanzarse en este misterio.

Ustedes no padecerán los martirios vividos por Cristo; solo batallarán espiritualmente para establecer este Amor, y aunque en el plano físico les corresponda experimentar el sacrificio en nombre de Dios, nada se compara con lo que vivió el Señor, que necesitó romper las duras barreras que separaban no solo a la humanidad, sino también a todo el Universo, de la Consciencia de Dios.

Los amo y los bendigo.

San José Castísimo