Lunes, 13 de febrero de 2012

Apariciones
Aparición de la Virgen María, en Carmo da Cachoeira, Minas Gerais, Brasil, al vidente Fray Elías del Sagrado Corazón

Como en los últimos días, el grupo se reunió a las 19.30 para comenzar la tarea de oración.

Después de orar alrededor de una hora, se entona el cántico “Donde reina el Amor”. Luego se hace silencio.

Se escuchan tres campanadas y la frase: “Momento de Aparición, contemplemos con el corazón”.

Fray Elías comienza a transmitir las palabras de la Madre, que al igual que en los dos días anteriores fueron traducidas, simultáneamente, al portugués.

Se comienza orando tres veces el Padre Nuestro.


Fray Elías: La Madre Divina dice:


Queridos hijos: ya no lloren más cuando Yo estoy presente.

El mundo está con un gran dolor: la falta del amor. A esto debemos revertirlo con la oración y así las Gracias llegarán a todos.

Les traigo un saludo especial de Mi Hijo, el Santo Rey.

Las Gracias sean para todos ustedes.

Gracias por responder una vez más a Mi llamado.

Las almas están siendo tocadas por una luz mayor y poco a poco serán más. Las almas podrán entregarse al Señor en confianza y Mi plan de paz podrá cumplirse, primero en todos sus corazones, después en todos Mis hijos. La oración debe ser la firmeza constante en el día a día para salvar a las almas que necesitan de la luz y de la paz.

Queridos hijos: en estos tres días Mi Corazón estuvo muy cerca de ustedes; ahora la tarea de todos ustedes es llevar Mi Corazón a todos.

Solo quiero hacer una aclaración: Yo estoy después de Mi Hijo, pero soy la primera que prepara Su Retorno. Esa es la Voluntad de Dios y nadie lo podrá cambiar. Yo llevé a Mi Hijo en Mi vientre y hoy los llevo a todos ustedes en Mis brazos; por eso amo y adoro profundamente, a cada uno de sus corazones. Si solo pudiera transmitir Mi paz, el Señor diría que está todo hecho.

Para eso deben ser fuertes junto a Mí, no solo en la oración, sino también en el corazón. Están a tiempo, queridos hijos; ámense más y más, para que la Gracia del Señor pueda descender. Así el mundo podrá convertirse en la persistencia y en la fe del corazón.

Soy la misma del ayer y del hoy, Soy la Señora del Carmen.

Hoy los invito a que vivan en la fe y en la esperanza para poder seguir. Así Mi Corazón se alegrará y Mi amor podrá llegar a todos aquellos que aún no lo tienen.

Yo los preparo, queridos hijos, en los grupos de oración semana a semana, como también en el ayuno. Las Gracias también llegarán y todo aquello que ustedes quieran cambiar se concretará en una simple oferta que deberá nacer de sus corazones. De esta manera conocerán a Dios en verdad, no solo compartiendo la comunión con Mi Hijo, sino en la fraternidad con todos. El mundo necesita de mucha gratitud y fraternidad, y si eso ustedes lo sienten en sus corazones todo podrá cambiar. El sufrimiento acabará y un mayor amor sentirán.

También hoy vengo a decirles que los aguardaré sobre esta ciudad los días 24, 25 y 26 de este mes. Sus corazones vivirán un nuevo ciclo; permítanse sentir la nueva vida que trae la Misericordia de Mi Hijo.

Hoy los contemplo desde más cerca, porque veo gratitud en algunos corazones y eso me trae paz. De esa manera Yo les puedo donar Mi paz y los acercaré más a Mi Hijo, para que lo puedan sentir de verdad en el corazón.

Gracias a todos por responder a Mi llamado.

Retornen a sus hogares en paz y en amor.

Los aguardo aquí con sus corazones, aún más en el Señor.

Por la bendición glorificada de Mi Hijo, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Para finalizar y en agradecimiento se entona el cántico “La Mujer que nos guía”.


Madre Shimani: “Ahora Fray Elías va a relatar lo que percibió durante la oración y la Aparición.”


Fray Elías: “Cuando estábamos llegando aquí, al cerro, se veía un grupo de ángeles sobre los eucaliptos que están detrás del Cristo Redentor. Entre ellos había un ángel regente que dirigía al resto en una oración. Poco a poco, a medida que oraban, otros ángeles fueron apareciendo alrededor de este lugar y se sumaban a la oración.

Mientras esto sucedía durante la oración, se abrió un Cielo y allí apareció un ángel mayor con un cáliz, bien grande y dorado. El ángel hacía un movimiento con ese cáliz y vertía el contenido sobre nosotros. Del cáliz se derramaba un agua cristalina, como un afluente, como un gran mar que nos bañaba.

El agua entraba dentro de nuestro ser, dentro de nuestro corazón. Luego, el ángel colocó el cáliz sobre la escultura del Cristo Redentor, y apareció en los Cielos otro afluente cristalino que comenzaba a verterse sobre el cáliz. El agua que transbordaba se derramaba sobre la ciudad. Con serenidad, el ángel permitía que el agua llegara más allá de los límites de la ciudad y la misma barría lo que no era puro y traía mucha paz. El cáliz permaneció allí, custodiado por ese ángel hasta que apareció la Madre Divina.

Este ángel mayor tenía una pequeña llama sobre él, llama que también aparecía sobre la cabeza de los otros ángeles que oraban. Los ángeles, a través de la oración amorosa, iban multiplicando esa llama. Luego comenzaron a aparecer algunas llamas sobre nosotros.

Entonces, un grupo pequeño de ángeles fue enviado a la ciudad para que pudieran dispersar más llamas por todos los lugares. La esperanza que ellos tenían era que esas llamas pudieran ser aceptadas. En ese momento, apareció una paloma blanca que comenzó a crecer de tamaño, la que emitía un sonido parecido al de un águila. Voló sobre nosotros, rodeándonos por mucho tiempo, hasta que desapareció.

En un momento todos los ángeles giraron hacia los Cielos y en ese lugar del Cielo apareció una gran llama, como si fuera una hoguera de luz. Debajo de esa llama había un corazón que pulsaba y emanaba su luz hacia la región.

Luego, apareció un grupo de ángeles que tenían en su pecho una cruz cristiana. Ellos estaban en una ceremonia celebrando la eucaristía. Cada uno de esos ángeles tenía en una mano un cáliz pequeño y en la otra sostenían una hostia, sobre el cáliz. La hostia tenía escrita una letra “J”.

En el momento en que ellos elevaban el cáliz y la hostia, el ángel mayor pronunció unas palabras hacia la Tierra, en especial para nosotros. Dijo: “Purifíquense, y con sus corazones renovados suban a los Cielos; nosotros los aguardamos”, y luego permaneció en silencio.

En otro momento aparecieron muchos ángeles que formaban círculos en los Cielos en diferentes niveles, como en diferentes escalones, parecían varios ejércitos. Entre ellos había ángeles con aspecto de niños y otros con aspecto de adolescentes. Todos llevaban en el pecho una cruz cristiana.

En un primer nivel, había ángeles adolescentes que formaban un círculo junto a niños, cada ángel tomaba la mano de un niño. Todos esos ángeles y esos niños estaban postrados orando hacia el planeta. Parecía que ellos oraban eternamente, nunca detenían sus oraciones. Parecía que en algunos momentos no respiraban, porque la oración era continua. Ellos estaban como en un estado de contemplación hacia la Tierra.

Sobre ellos estaban los otros ángeles formando grupos; formaban anillos unos sobre otros hasta el infinito. El ángel guardián del cáliz mayor, aún estaba presente observando todo ese movimiento. Esos grupos angelicales alababan a Nuestra Señora, y cantaban algunas frases, como por ejemplo:

“Salve Reina de los ángeles”

“Salve Reina del universo, de los soles y las estrellas”

“Salve en honor a Tu Hijo”

Llegando al final de la oración, antes del último cántico, se abrió nuevamente un Cielo que llegaba hasta el corazón del universo. Desde ese infinito emanaron dos haces de luz que comenzaron a descender hacia la Tierra. Un haz era blanco y el otro celeste; ellos comenzaron a entrelazarse en su trayecto, formando varios símbolos del infinito. Cuando llegaron aquí, penetraron la escultura del Cristo Redentor. El haz blanco descendía por el hombro derecho y el celeste por el hombro izquierdo. La Madre Divina dijo que el blanco simbolizaba Su pureza y el celeste la devoción a Su Inmaculado Corazón.

Luego, desde el corazón de esos rayos apareció otra imagen. Estaba la Madre Divina sentada en oración, con Su rostro sereno inclinado hacia abajo, parecía que estaba en contemplación. Se veía un poco de su cabello bajo un velo blanco; tenía un manto celeste y un rosario sobre Su falda, y pasaba las cuentas una trás otra en silencio.

Más tarde, después del cántico fue que apareció, nuevamente, Nuestra Señora en el Cielo. Tenía en su mano una rosa con su tallo, como recién cortada. Puso la rosa sobre Su corazón y luego nos la entregó espontáneamente. En el momento en que esa rosa iba cayendo sobre nosotros, se multiplicó en muchas rosas, que se esparcían sobre la ciudad.

Luego Ella descendió hasta este lugar del Cristo Redentor. Su velo ondeaba hacia un costado, sostenía un rosario en Su mano, cerca del corazón y miraba hacia abajo, hacia nosotros y nos decía: “¡Yo los amo! ¡Yo los amo! ¡Yo los amo!”. Hasta que en un momento comenzó a hablar.

Hubo un detalle diferente en esta Aparición. Lo primero que se iluminó fue Su rostro, que generalmente es lo último que se ilumina. Era el rostro de la Madre de Jesús, de la Virgen María. Las cejas eran de color marrón claro, muy suaves. Caían, delicadamente, al costado de su rostro, algunos cabellos. Sus ojos eran claros, celestes, profundos y a Su alrededor había una energía de color dorado. Ella estaba igual que cuando apareció sentada en contemplación. Llevaba un cinturón dorado muy ajustado al cuerpo y estaba descalza; siempre está descalza.

A través de Su sonrisa nos transmitía un sentimiento de profunda alegría. Ella afirmaba que muchas almas estaban siendo tocadas por Su presencia, por Su Corazón, no solo los que estamos aquí presentes.

Durante estos tres días de apariciones, Ella fue revelando algunas cosas con respecto al proceso de aceptación de Su presencia aquí en Carmo da Cachoeira. Antes de comunicar Sus palabras al público el día de hoy, Ella dijo algunas cosas al respecto de esto y nos pide que le demos tiempo, principalmente a los demás corazones, porque ellos después llegarán.

Para eso pide que estemos más abiertos de corazón para recibirlos. En ese momento nos hace un llamado a la fraternidad verdadera. Aquí cabe recordar un momento en la Aparición del día de ayer, cuando Ella se manifestó con una cruz que tenía la palabra FRATERNIDAD escrita en letra cursiva.

Gracias.”