Sábado, 20 de noviembre de 2021

El Sagrado Llamado
APARICIÓN DE CRISTO JESÚS GLORIFICADO EN FÁTIMA, PORTUGAL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, PARA EL SAGRADO LLAMADO 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oremos:

Por la Sagrada Sábana,
que envolvió y transfiguró a Jesús,
restáuranos, Señor.
Amén.
(ocho veces)

Quiero que recuerden, todos los días de su vida, lo que su Maestro y Señor vivió y padeció por ustedes.

No solo quiero que den honor a Mi Pasión, sino que den gloria y reconocimiento a los méritos alcanzados por el Sagrado Corazón de Jesús.

Porque les vuelvo a decir, como les he dicho muchas veces, que en Mi experiencia vivida en la Tierra existe todo el Legado que la humanidad necesita para poder redimirse y cristificarse.

Hoy, de manera especial y hasta diría de manera extraordinaria, les vuelvo a traer el poder del Santo Sudario, porque la humanidad necesita de ese Santo Sudario para poder curarse y sanarse.

Mi Corazón, rebasado de Misericordia, no puede soportar el sufrimiento de las almas, especialmente de las almas que sufren en su cuerpo físico.

Cuenten con Mi oración, ante el Padre Celestial, por todos aquellos que en estos tiempos sufren y padecen enfermedades. Pero les aseguro que la peor enfermedad, en este mundo, es la indiferencia al sufrimiento de los desprotegidos y desamparados.

Quiero curar, en este tiempo y por medio de Mi Misericordia, a todas las almas que viven la indiferencia, que pierden la sensibilidad y hasta pierden la memoria de lo que es amar. A todas esas almas apartadas de Dios, hoy les coloco Mi Santo Sudario, así como también lo coloco sobre cada uno de ustedes.

Fue esa humilde pero poderosa Sábana que Mi Santa Madre y las santas mujeres utilizaron para envolver Mi dolorido Cuerpo, Mi Cuerpo martirizado y ultrajado por los pecados del mundo.

Hoy, su Redentor viene a golpear, viene a abrir la puerta de sus sepulcros internos para que puedan resucitar en espíritu.

Por el poder de Mis Llagas, por la Luz de Mi Preciosa Sangre, hoy vengo a ofrecer lo más íntimo de Mi Ser y de Mi Consciencia, a fin de que las almas se curen internamente, para que la cura externa sea una realidad.

Si las personas no curan sus almas no podrán curar sus cuerpos. 

En el Universo de Mi Padre, está todo lo que necesitan y un poco más. Pero como Mi Madre les ha dicho en el último Mensaje, la Creación no fue reconocida por el hombre de la Tierra, la abundancia que Dios les entregó no fue reconocida.

Hemos decidido, queridos compañeros, que su Maestro y Señor hoy les traiga el poder del Santo Sudario para que, envueltos espiritualmente por él, no solo sus almas, sino también sus corazones se puedan sanar.

Para que esto sea posible, los invito a ingresar a Mi dimensión, a través de este sentimiento de amor que une sus corazones con el Mío.

Y nuevamente les vuelvo a traer el momento del Santo Sepulcro, donde el ultrajado Cuerpo de su Señor fue colocado para que al tercer día resucitara. Su humanidad y planeta está en ese momento, entre la muerte y la resurrección. Están entre los tres grandes momentos de oscuridad.

Mi Luz viene a su encuentro para traer sabiduría, discernimiento y paz, para que sepan atravesar estas tinieblas del fin de los tiempos y nunca se olviden de que más allá de todo y por encima de todo está Dios.

Por eso, vuelvan ingresar a través de Mi Corazón en el momento del Santo Sepulcro de su Señor, para que puedan contemplar que también, más allá del sufrimiento, el amor tiene el poder de curarlo todo y de sanarlo todo. 

Quiero que hoy se puedan sentir muy cerca del Sepulcro de su Maestro y Señor para que no solo recuerden lo que Él vivió por ustedes, sino también para que puedan sentir lo que sintieron las santas mujeres y Mi Madre Celestial.

Pero hoy, en ese Sepulcro, ya no está el Cuerpo de su Señor; está el cuerpo único de esta raza humana, que se comprende como la consciencia de este planeta. El alma de este planeta está en el Sepulcro, viviendo su momento más doloroso, pero desconocido. 

¿Qué harían ustedes ante esta situación? 

¿Harían lo mismo que hicieron las santas mujeres y Mi Madre? 

Es momento de curar las heridas de este planeta, y para curar las heridas de este planeta primero hay que curar a la humanidad. 

¿Por qué la situación de esta pandemia no parece tener solución? 

¿Dónde está la llave que ninguno está viendo?, llave poderosa y maestra que está delante de ustedes para que la puedan tomar y abrir las puertas del universo para el descenso de la Cura Cósmica.

Y Yo, su Maestro, su Amor, su Vida, su Camino, pero también su Verdad, está como intermediario, en el Gobierno de este universo, entre el Cielo y la Tierra, para poder interceder por la humanidad.

Entonces, compañeros, curen el alma de este planeta, primero curándose a ustedes mismos del odio, de la mentira, del falso poder, de la apropiación, de la vanidad, de la falta de humildad, de la falta de fraternidad, hasta de la falta de adhesión.

Curen sus seres de todas estas energías. No lo conseguirán de un día para el otro; pero si lo intentan, todos los días, sabrán cómo superarlo. 

Por eso, hoy traigo entre Mis Brazos este Santo Sudario, la Sábana que envolvió el Flagelado Cuerpo de Jesús; Sábana que tiene grabada la imagen del Cuerpo Herido de Cristo para que esta humanidad y las futuras generaciones recuerden, para siempre, lo que un ser humano, al igual que ustedes, vivió y padeció hace más de dos mil años, tan solo por Amor, para que eso nunca más se repitiera en ninguna otra persona.

Pero, aunque exista el Santo Sudario, aún la humanidad no ha accedido a la Ciencia Divina que él guarda.

¿Pensaron, en algún momento, qué significaría para cada uno de ustedes poder tocar la Preciosa Sangre de Jesús?

Recuerden, compañeros y compañeras, lo que vivieron Conmigo hace más de dos mil años. 

Todos ustedes estuvieron en aquel tiempo presentes, algunos con más consciencia y otros con menos consciencia. Pero vean cuán grande es la Misericordia de Dios que, aunque el Hijo de Dios se haya entregado en la Cruz, todos estuvieron presentes y, a través de los tiempos, supieron de la Presencia de Cristo, así como fue en las primeras comunidades cristianas.

Ustedes, hoy son una prolongación, una extensión, hasta aun una proyección y una continuación de ese espíritu de las comunidades cristianas. 

¿Quiénes se abrirán internamente para formar parte de ellas? 

Porque Mi Comunidad Espiritual es Universal y, a través de esas comunidades que están presentes a lo largo y ancho del planeta, fortalezco, en todos Mis hijos, la Consciencia de Mi Cuerpo Místico, porque también el Cuerpo Místico de Cristo será un gran espejo, una gran herramienta a ser utilizada para el Retorno de Cristo.

Hoy deseo que ante este sepulcro de la consciencia del planeta no solo contemplen sus propias miserias, que no se coloquen ustedes primeros ante la necesidad, sino que coloquen a sus hermanos en primer lugar, a los más indigentes, a los más sufridores, a los más descartados, a los más repudiados, a los más hambrientos, a los más desconsolados, a los más enfermos, a los asesinos.

Todos necesitan ser envueltos por el poder del Santo Sudario de Jesús para que al menos una mínima parte de esta humanidad se pueda curar, y la cadena interminable de sufrimiento sea quebrada para que surja la Luz del espíritu en todas las almas, impulsada por el Espíritu Consolador del Redentor.

Y así, curando el alma de este planeta, podrán curar a las almas de esta humanidad, las que necesitan de mucha oración para poder salvarse.

 

Fray Elías del Sagrado Corazón de Jesús:

Vamos a hacer la siguiente oración, a pedido de Jesús, frase a frase. Haciendo nuestra oferta ante el Sagrado Corazón de Jesús, para que el poder de Su Santo Sudario envuelva, cure y redima a todas las almas posibles:

¡Oh, Santo Sudario de Jesús!,
Luz Insondable de Resurrección,
repara cada célula de nuestra consciencia. 
Amén. 
(tres veces)

 

Vayan en paz y recuerden que estoy muy atento a la voz de sus súplicas, porque aún la puerta de la amnistía espiritual de Mi Misericordia está abierta para el mundo, no lo olviden.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.