Lunes, 25 de septiembre de 2017

Apariciones
Aparición de la Virgen María, en el Centro Mariano del Niño Rey, Rio de Janeiro, Brasil, a la vidente Hermana Lucía de Jesús

He aquí, hijos míos, Mi sagrada Flor de la Redención. Sus pétalos están formados por las esencias más simples, pequeñas y puras en su origen.

He aquí, Mi santa Flor de la Redención, que se expresa en los más pequeños, pero también en los adultos, que aceptan convertir su pasado y dejar que Dios diseñe para su futuro un camino de paz y de reconciliación.

He aquí, su Santa Madre Celestial, invisible a los ojos humanos, y tan palpable para los corazones que se abren para sentir Mi Presencia.

Sientan hijos, que Yo estoy aquí, como estuve en Nazaret.

Hoy, vengo a colocarlos en Mi regazo, para entregarles un abrazo de luz y, de esa forma, transformar sus destinos, purificar el pasado, y devolver a sus almas la alegría y la esperanza.

Vengo por los corazones que aún sufren, sin comprender la grandeza de su sufrimiento.

Vengo por las almas valientes, que a pesar de ser tan pequeñas, pudieron traer sus espíritus hasta aquí, para estar hoy a Mis pies; almas que claman por la Redención, por la oportunidad de transformar y de convertir su pasado y su futuro.

Hoy, hijos, Yo los invito a que formen parte de Mi Rosa de la Redención, a través del servicio, de la caridad crística, del amor incondicional.

Hoy, vengo para pedirles que ayuden a que esta, Mi Rosa, se multiplique a través de sus oraciones y también de sus acciones.

Quiero que ayuden a este Centro Mariano a florecer. Que el mundo conozca la Obra de su Madre Celestial en este lugar y los milagros que Dios realiza aquí, en el corazón humano y en la esencia de los Reinos de la Naturaleza.

Quiero que el mundo conozca este lugar, no para engrandecerlo, sino para ayudarlo, para que la humanidad perciba que hay una esperanza para este mundo en tinieblas. Hay una esperanza para cada corazón, desde el más pequeño al más grande, no importa su edad, su origen o su pasado.

Este Centro Mariano es como Mi Inmaculado Corazón, siempre dispuesto a acoger a aquellos que se disponen a ser otros, por amor de sus hermanos, por amor de Dios y también por su propio esfuerzo.

Quiero ver florecer Mi Rosa de la Redención, para que inspire a muchos otros corazones para abrirse en este final de los tiempos. Que de oriente a occidente, los niños del mundo sepan que aquí oran por ellos.

Quiero que sus ejemplos, hijos, sean como una luz para los corazones pequeños que están en tinieblas, por la injusticia y por el desamor.

Quiero que aquí abran las puertas al Corazón de Dios, y que vivan el milagro de Su Presencia todos los días, que se silencien para escuchar Su Corazón, que se abran para compartir con Él Su dolor, que se regocijen en Su alegría celestial, que se colmen de Su Misericordia.

Esta es la misión de este Centro Mariano: estar pleno en el Corazón de Dios. Aquí, El Shadai, hizo Su Morada, para que lo encuentren en la oración y en el servicio; para que suban al monte para conversar con Dios, como en los tiempos pasados; para que proclamen Su Gracia y Su Misericordia, y que Su Cruz Azul anuncie la redención de cada alma que aquí llega y de otros que llegarán cuando ella esté encendida, visible a los ojos del mundo.

Mis Centros Marianos, hijos, no son solo casas, campanarios, fuentes en la superficie de la Tierra, ellos son los pilares que su Madre Divina está construyendo, para que este mundo tenga una oportunidad de redención. Ellos son los pilares de un Templo Sagrado que debe construirse en la Tierra, para ser la morada de la Nueva Humanidad.

Por eso les pido que Me ayuden a manifestar estos Centros Marianos, a darlos a conocer al mundo, para que las almas que más lo necesiten puedan encontrarme.

Hay muchos hijos Míos que no Me conocen y que necesitan Mi Presencia; ellos están cerca y están lejos, y necesitan conocerme; y eso será, hijos Míos, a través de cada uno de ustedes que deben convertirse en Mis brazos y Mis pies en este tiempo de transición.

Sientan la Consciencia de Dios que observa sus espíritus, a través de la puerta que hoy abro al Cielo.

Sientan Su Compasión y Su Misericordia, que de una manera tan dulce los libera del pasado, los transmuta y los redime, para que sean dignos de una nueva vida.

Sientan el agua que brota de la Fuente Divina, el agua espiritual, llena de Dios, que viene hoy a lavarlos, purificarlos y bautizarlos con Su Santo Espíritu, para que esta casa comience a cumplir con su misión; y ustedes, hijos Míos, sean soldados de Mi Corazón, sean guerreros de la Misericordia de Cristo, del Niño Rey, para que Su Plan se cumpla.

Derramo sobre el agua de esta fuente el Agua que brota del Cielo, para que sea una sola; con sus espíritus, sus faltas y su pasado, para que, renovados por Mí, puedan hoy renacer.

Sean Mis pies e caminen por el mundo llevando Mi Presencia.

Sean Mis manos y obren Conmigo por la paz.

Sean parte de Mi Inmaculado Corazón y solo sientan y vivan como Yo siento y como Yo vivo en Mi Reino.

Sean una prolongación de Mi Mente Divina y solo manifiesten el Pensamiento de Dios para este mundo.

Oren con las cuentas de Mi Rosario, dejen que Mis manos se unan a las suyas, para que Yo les enseñe a ser incansables en la oración. De esta forma, descubrirán la esencia de este ejercicio tan simple.

Ahora, que vengan hasta aquí los nuevos hijos de María.

Hijos, quiero que se unan en oración por los niños de este mundo y que den vida a esta casa por medio de sus oraciones. Supliquen a Dios por Su Misericordia y dejen que sus espejos se enciendan cada día más, en unión al Espejo de Mi Corazón, para reflejar la paz y la esperanza en este mundo.

Les dejo la misión de anunciar Mi Presencia en este lugar, de orar por los niños del mundo, por los Reinos de la Naturaleza, y proteger por la eternidad a esta Mi Arca de Paz.

Cuando sientan que están perdiendo las fuerzas, vengan hasta aquí y oren Conmigo, recuerden esta Fuente que Yo les traje y laven nuevamente sus rostros, sus pies y sus manos; para que dejen su voluntad, su mirada y su pensamiento humano, y vuelvan a unirse a Mí.

la Mirada de Dios sobre ustedes y Su Agua de Vida que desciende sobre sus espíritus, sus almas y sus corazones; que los lava y los purifica; Yo los bendigo y los consagro, para que sean dignos de ser llamados hijos de María.

Ahora, preparen con alegría este bautismo que Yo instituiré, la renovación de estas primeras almas, de miles que aquí serán lavadas por el Santo Espíritu de Dios.

Escuchen lo que les digo, porque esta misión comienza aquí y será eterna, hasta que se manifieste la Nueva Tierra y este suelo vuelva a ser sagrado.

Con Mis ojos de amor los observaré y los bendeciré, y en Presencia de mi Hijo, los bautizaré.

Hoy, les agradezco infinitamente y les pido, una vez más, hijos, que me ayuden a manifestar este Centro Mariano, para honra y gloria de Dios, y para la redención de esta humanidad y de este planeta.

Los bendeciré con la señal de la Cruz, pero aún no me iré. Quiero escucharlos cantar, quiero verlos renovándose con el Agua de Vida, quiero ver a sus espíritus retornando a la Luz y a sus almas ser liberadas del pasado; porque así, hijos, muchas otras almas en el mundo, que ustedes desconocen, recibirán los méritos de esta liberación y podrán dar nuevos pasos en sus caminos.

Con el pequeño Niño Jesús en Mis brazos, dejo que Él extienda las Manos, Sus pequeñísimas Manos, y los bendiga junto Conmigo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Que vengan hasta aquí los jóvenes y Me canten una vez más, este que para Mí será el Himno del Centro Mariano del Niño Rey, la música que Me cantaron al comienzo y que inspira a Mi Corazón para transformar sus vidas en verdaderos instrumentos de Dios.

Les agradezco.