Lunes, 7 de septiembre de 2015

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE MARÍA, ROSA DE LA PAZ, TRANSMITIDO EN LA INMACULADA CASA DEL ALIVIO DEL SUFRIMIENTO, SAN CARLOS, SAN PABLO, BRASIL, AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN

En los pequeños sacrificios se encuentra la solución para los graves problemas de la humanidad.

El sacrificio es un acto de renuncia y al mismo tiempo de liberación de las formas que oprimen la consciencia de la humanidad. Por los sacrificios, las Leyes Universales actúan y lo que parecía imposible de revertirse, cambia por la realización de un pequeño sacrificio.

El acto del sacrificio debe estar bañado por la humildad de aceptar algo que va más allá de las capacidades de cada ser. El ayuno es el camino que los lleva a encontrar el sacrificio que la humanidad olvidó vivir para poder reparar las faltas.

El sacrificio es una ley de liberación y al mismo tiempo permite tomar consciencia sobre la gratitud y el bien.

Queridos hijos, los desajustes de la humanidad en estos tiempos son por la falta de sacrificio, lo que no significa omisión, severidad ni castigo. Un gran sacrificio que el mundo podría hacer es quedarse en silencio para que todos comprendan cómo la vida humana está descontrolada, violenta y pervertida.

Si se hiciera silencio, mucho se resolvería, todo se curaría, el mundo podría desvanecer el constante ruido que habita en la consciencia de Mis hijos y todo se volvería a reconstruir como en el principio.

Una de las causas de Mi llanto es por la falta de silencio dentro de los seres; eso los aparta de la fuerza interior, fuerza que les permite orar de verdad, ya que la ausencia de silencio lleva a la falta de paz.

Queridos hijos, aún Mi Corazón continúa lastimado. La copa ya no solo está hasta el borde, sino que ahora está rebasando. De todo lo que hoy sucede en el mundo, algo hay que aprender interiormente.

Queridos hijos, Yo les abro las puertas al Corazón de Dios para que puedan entrar.

¡Les agradezco por responder a Mi llamado!

Los eleva a la Consciencia de Dios,

Vuestra Madre María, Rosa de la Paz