Domingo, 2 de diciembre de 2012

Mensajes semanales
MENSAJE PARA LA APARICIÓN EN LA CIUDAD DE CAMBORIÚ, SANTA CATARINA, BRASIL, TRANSMITIDO POR LA VIRGEN MARÍA A HERMANA LUCÍA 

Queridos hijos

Mi Corazón hoy se alegra por encontrar la respuesta de vuestros pequeños corazones. Vengo hoy, como Reina de la Paz, a traer Mi Paz a este lugar y a todos los corazones. Mi verbo se expande por todos los espacios y Mi voz maternal toca a los corazones misteriosamente. Llego hoy a vuestros corazones como una brisa suave y silenciosa, que poco a poco os colma de una calma celestial; esta es Mi Paz.

Queridos hijos, cuando Mi Corazón desciende a la Tierra trayendo una parte de Mi Reino, no es nada simbólico. Yo elevo vuestras pequeñas consciencias a través del amor de cada uno de vosotros por Mi Corazón Inmaculado y a través de la Gracia Misericordiosa que Me envía el Señor; al mismo tiempo que, junto a los Ángeles, hago descender Mi Reino, uniéndolo a vuestras consciencias.

Mis hijos, vengo a recordaros la importancia del ayuno para este tiempo. El ayuno hecho con amor aliviará el peso que carga cada una de vuestras almas y también las almas del mundo entero. Vuestros corazones se están olvidando del propósito primordial del ayuno, que es la Paz, que es la salvación de las almas.

Cuiden, Mis pequeños hijos, para que los días de ayuno no se vuelvan días de dieta. Esto sucede cuando vuestras consciencias se olvidan del propósito del ayuno y no impregnan esos días con la intención verdadera de esta acción de ayunar.

El ayuno sin la intención del corazón pierde la fuerza y no actúa como debería actuar en este mundo. Por eso también, Mis hijos, es que vuestros cuerpos pierden el incentivo de ayunar, por no tener la intención correcta al hacerlo. La intención del corazón y el propósito claro de lo que significa esta acción reparadora es lo que da sentido a los días de ayuno, no tanto lo que están ayunando.

Cada uno de vuestros pequeños corazones se conoce a sí mismo y sabe de qué necesita ayunar. El ayuno del alimento físico debe ser acompañado por el ayuno de los sentimientos, de los pensamientos, del verbo, de las acciones instintivas y precipitadas. Ayunen también de juicios, de discusiones, de competencia y ofrezcan esta intención sincera por la reparación del Corazón de Cristo y por la salvación de las almas.

Como Madre, vengo a recordarles día a día lo que vuestros corazones olvidan con frecuencia, para que vuestros seres caminen por la senda correcta, que es la senda de la Redención. Soy la Guardiana de cada uno de vosotros y vigilo día y noche vuestros pasos, conduciéndolos todo el tiempo porque los amo.

Yo os agradezco.

María, Madre de la Divina Concepción de la Trinidad