Domingo, 13 de octubre de 2013

Mensajes semanales
MENSAJE EXTRAORDINARIO PARA LA APARICIÓN EN LA CIUDAD DE MENDOZA, ARGENTINA, TRANSMITIDO POR MARÍA, MADRE DEL SANTÍSIMO ROSARIO, AL VIDENTE FRAY ELÍAS

Durante la madrugada del día 13 de octubre, realizamos una vigilia de oración del Santo Rosario.

Cuando llegamos a la quinta decena, en el Padre Nuestro, Nuestra Señora apareció esta vez resplandeciente, luminosa, alegre y radiante.

La Virgen María abrió un portal dorado desde el Cielo, por donde descendió y cuando Ella se aproximó, vimos que vestía un manto todo blanco y una túnica blanca hasta sus pies descalzos y un cinturón blanco; todo el manto como también la túnica  de Nuestra Señora, estaban llenos de rosas blancas, las que brotaban del manto y se abrían como una flor al sol. El aroma a rosas que emanaba Nuestra Madre era muy fuerte y ellas brillaban y encandilaban en la noche como luces de neón.

La Virgen llevaba entre Sus manos el Santo Rosario, que era de cuentas de cristal blanco y mantenía Sus manos en señal de oración. Su rostro de color rosado claro y Sus ojos brillantes que irradiaban paz para nuestros seres, nos contemplaron por un tiempo y allí fue cuando Nuestra Señora nos dijo:

“Queridos hijos, como Esposa frente al Altar del Padre, hoy me muestro para ustedes como la Madre de la Consagración; los ángeles me han preparado para este momento de la consagración del mundo a Mi Inmaculado Corazón”.

Después, la Virgen dijo que había llegado en ese horario porque estaba abriendo la ceremonia de consagración del mundo al Inmaculado Corazón, ceremonia que el Santo Padre Francisco estaría realizando en Roma, en Italia, durante la mañana del día 13.

Y después de esta bendición de Nuestra Madre, Ella nos transmite Su mensaje:
 

El día 13 octubre de 1917 en Fátima, Portugal vivió el Gran Milagro del Sol, el que Yo concedí a la hermana Lucía Dos Santos; fue el milagro que demostró al mundo uno de los divinos poderes maternales del Inmaculado Corazón de María.

Hoy, Mi Corazón recibe, ante el mundo, la consagración especial de las naciones.

Desde el principio en que la Iglesia de Mi Hijo fue fundada sobre la Tierra y a partir de Sus sagradas enseñanzas de amor y de redención, el Inmaculado y Silencioso Corazón de la Virgen María, fue el que siempre acompañó el despertar y la devoción ardiente de todos los hijos de Dios.

Fátima fue el principal caudal divino en donde el Cielo derramó sus Gracias reparadoras, porque a través de los tres humildes y simples pastores de Aljustrel, el mundo regresó al Corazón de Dios.

En este día de Gloria, en el que las naciones y las almas del mundo entero intentarán retomar los pasos en el camino de la luz celestial, Yo les pido que recen para que los planes que Dios prevé para la humanidad, se puedan cumplir.

Yo les aseguro que esta consagración de las naciones al Inmaculado Corazón de María,  permitirá que las almas más pecadoras y las almas más distantes de Dios, alcancen el estado de la Divina Misericordia.

Por eso, desde aquí en América del Sur, Mi Inmaculado Corazón estará obrando a través de la luz que los grupos de oración generarán para el mundo. La Madre del Santísimo Rosario está socorriendo a los hijos que están solos espiritualmente y a los que viven en el vacío del corazón por la falta del Amor Redentor de Mi Hijo.

Esta obra planetaria de las almas marianas misioneras, es un nuevo impulso divino que Mi Corazón envía, para que los nuevos apóstoles de Cristo puedan surgir a tiempo, antes de Su Glorioso Regreso.

Como Madre del Santo Rosario, Yo uno a todos los hijos y a todas las naciones como a todas las religiones a través de las cuentas de Mi Santo Rosario; porque en los Misterios de Dios se guardan las llaves que abrirán las puertas para todos los que digan sí para esta Magnífica Voluntad Divina.

Queridísimos hijos, que esta jornada de consagración sea el motivo perfecto para que todos los grupos de oración, como también las familias y los seres queridos, se renueven en este camino de la oración del corazón, porque si ustedes lograran rezar con el corazón, muchas cosas podrán cambiar a tiempo.

Yo los invito primero, al camino de la Paz y de la Comunión con Mi Amado Hijo Jesús; será necesario que todos en este día respondan a través de un acto de reparación y de oración para el gran universo de Dios, porque de esta manera abrirán las puertas del Cielo en la Tierra.

Como Madre los guío, como Guardiana de la Fe los instruyo en esta escuela que es la oración continua para vuestras almas.

Hijos amados de Mendoza y de toda Argentina:¡alégrense y canten cánticos de alabanza, porque vuestra nación se ha consagrado a Mi Inmaculado Corazón!

¡Les agradezco por responder a Mi llamado de consagración interior!

María, Reina del Santísimo Rosario.
 

Y al final de Su mensaje de paz, Nuestra Señora nos transmite una oración de consagración del mundo a Su Inmaculado Corazón, la cual deberá ser recitada todos los días sábados.


Acto de Consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María

Flores de Luz son derramadas sobre la Tierra,
por los Ángeles del Cielo que traen entre sus manos
la Misericordia de Dios.

Los corazones del mundo renacen en el Espíritu Santo
y ellos despiertan al Llamado Maternal.

Los soldados de la Paz se unen,
porque llegó el momento de la consagración interior.

Estrellas fugaces cruzan el firmamento de la Tierra:
son las señales venideras de la Eterna Paz.

Por la consagración de la humanidad surge la esperanza
y los que han perdido el camino hacia Cristo,
retornan al Padre a través de Su Sagrado Corazón.

¡Salve, Reina del Cielo!
¡Te alabamos y te adoramos Inmaculado Corazón!,
porque Tu Gracia convierte nuestras vidas
y somos tocados por el don de Tu Bendito Amor.

¡Oh, Madre y Reina de la Paz!,
consagramos nuestra morada interior a Tu Gran Espíritu Mariano.

¡Oh, Santísima Madre Inmaculada!,
confiamos plenamente en Tu Camino de Amor y de Redención.

Que veamos nacer en el horizonte 
el Sol Sagrado de Cristo,
para que por siempre
Él sea el lucero infinito que guíe nuestros pies peregrinos,
y que ahora y siempre,
glorifiquemos al Dios Creador por toda la Eternidad.

Amén